
Cuando se pierde la autoridad política, no queda otra que buscarse una "legitimidad" pseudo-religiosa, o sea, la huida de lo real a través de la mentira. Pedro Sánchez jamás reconocerá la realidad. Eso significaría el descubrimiento de su debilidad. Preparémonos, pues, a escuchar anuncios, cada día más groseros e imposibles, para mejorar la vida de los ciudadanos. Es sabida su falta de pudor para mentir, pero será necesario repetirlo para que nadie se engañe: Sánchez manda de modo horrible sobre millones de españoles. No le interesa una higa la nación. Solo se preocupa de mantener el poder por el poder, o sea, en provecho propio y de sus allegados; de hecho, gobierna en coalición con los enemigos de España como Nación. Sánchez está empeñado en perseguirnos y hacernos la existencia cada día más dura. Mucha gente lo sabe y, por eso, él no sale a la calle para hablar con los ciudadanos. Tiene miedo de ser increpado e insultado. Prefiere esconderse detrás del rollo institucional… Sí, son las instituciones sus mejores aliadas para dar aún más solidez a un gobierno autoritario hasta en las formas.
Pedro Sánchez, junto a los comunistas y los separatistas, está construyendo con perfidia y persistencia un régimen político de corte autoritario. Y tiene a su favor, no lo duden, una sociedad aborregada que está colaborando con delectación a este nuevo autoritarismo, menos anacrónico de lo que algunos suponen. Hay una sociedad dispuesta a someterse a su jefatura. Según las encuestas, millones de individuos respaldan sus perversas políticas. Millones de habitantes de España están de acuerdo con un jefe que les miente, les engaña y no les deja vivir en paz. Ahí está el toque de una sociedad enajenada por el poder de la propaganda. No sé si logrará romperse ese embeleso de aquí a las elecciones generales, pero sospecho que mucho tendrá que trabajar la Oposición para romper la mayoría que sostiene a Sánchez en el poder. Porque el jefe del Gobierno seguirá sin reconocer la realidad, mucho tendrá que trabajar la Oposición para desmentir las cientos de mentiras que este tipo emite cada vez que habla.
Desde aquí hasta las elecciones, no pasará día sin que Sánchez haga una promesa a sus electores. Serán tan descabelladas como la de construir ciento y pico mil viviendas en unos meses. No importa el nivel de la burrada prometida. Lo decisivo es hacer promesas y más promesas; y, cuanto más alejada de la realidad esté la mentira, mejor para Sánchez. A cualquier cosa le sacará provecho, todo lo reciclará en su favor, salvo el reconocimiento de la realidad. No reconocerá que su gobierno está roto ni que la impunidad jurídica sea lo común en Cataluña. Todo vale para este sujeto salvo lo evidente. Sánchez no aspira a la autoridad política sino que trata de identificar su acción con la de una autoridad "religiosa". Rehuye las formas usuales de la expresión de dominio o poder. Éste tipo y sus socios toman a los españoles por imbéciles. Y lo grave es que quizá tengan una parte de razón.
Sánchez, en fin, carece de cualquier autoridad política. Por eso, precisamente, se considera a sí mismo como un sacerdote político, un guía carismático, apoyado por otros dirigentes de su grey, como es el tipo que controla el Tribunal Constitucional. Ahí está la otra clave del nuevo autoritarismo político que nos envuelve con máscara democrática.
