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Pedro de Tena

'Meditatio electionŭm' tras un infame desfile

¿Cómo se puede votar a candidatos que son pareja de hecho de los que mueven los hilos filoterroristas en los entresijos de un club de fútbol?

¿Cómo se puede votar a candidatos que son pareja de hecho de los que mueven los hilos filoterroristas en los entresijos de un club de fútbol?
Aficionados del Osasuna en Sevilla. | Imagen TV

Ni Franco se atrevió a ordenar o inspirar que los hinchas del fútbol español de cualquiera de sus equipos y divisiones desfilaran militarmente por las calles de España. Por eso lo vivido horas antes de la final de la Copa del Rey en el centro de Sevilla, merece verse, pensarse y votarse en consecuencia, entre otras cosas más que el futuro nos dirá. No es fácil verlo porque, salvo Libertad Digital y algún tuitero suelto, nadie se ha hecho eco de la agresión proetarra a toda una ciudad, precisamente donde fueron asesinados Alberto Jiménez Becerril, teniente de alcalde del PP en el Ayuntamiento Sevillano y su esposa, Ascen García Ortiz hace veinticinco años.

Si ya lo han visto sabrán que un nutrido grupo de centenares de aficionados del Osasuna de Pamplona marcharon marcialmente por delante de la catedral de Sevilla, pasando por delante del Ayuntamiento, bien cerca de la calle donde los asesinos Mikel Azurmendi Peñagaricano, alias Hankas; José Luis Barrios Martín, alias Txetxu; y María Teresa Pedrosa, alias Maituni, acabaron con la vida del matrimonio con su habitual y "valerosa" táctica gudari de ejecutar por la espalda a sus víctimas. Toda la formación paramilitar, vestida de rojo, gritaba, entre otras cosas: "Puta España, puta selección" y en otras calles próximas, "puta Real Madrid". Luego, en el estadio, pitaron al himno nacional y colocaron un cartel de apoyo al ETAsuna —este no es el histórico Osasuna—, firmado y pagado por Bildu que, menos mal, fue eliminado por la Junta. Naturalmente un cortejo de tales dimensiones y formas no surge por generación espontánea. Su diseñador quería producir miedo, terror, acojono y humillar a España en uno de sus meollos patrióticos, Andalucía, Sevilla.

Supongo que, como hice yo, se preguntarán: ¿Pasó algo? ¿Alguien se enfrentó a ellos? ¿Hubo reacción civil y ciudadana ante esta agresión de estética bildusoviética y filonazis en la ciudad donde la Guerra Civil empezó a perderse para la II República? ¿Se abrió alguna ventana del Ayuntamiento para afear la degradación? ¿Dónde estaba la policía municipal, la policía nacional, dónde la policía de la Junta? ¿ No oyó nada el alcalde socialista Antonio Muñoz? ¿Dónde estaba la Delegación del Gobierno de Pedro Sánchez; dónde el consejero de Presidencia, Interior, Diálogo social y Simplificación administrativa del gobierno del PP? Se dirá que no tuvieron tiempo de reaccionar. ¿Y desde entonces hasta ahora siguen sin tenerlo para decir algo gordo, sonoro y digno sobre la agresión totalitaria y proetarra del miserable cortejo? Pues no, señores. El nihilismo sevillano, que dice Agapito Maestre, bajó la cabeza y miró para otra parte. Claro, mejor no hacer nada porque se hubiera liado y hubiera sido peor. ¿Peor que qué?

Contaba Rafael Sánchez Ferlosio en uno de sus Ensayos que uno de los desfiles más abyectos de la historia fue el organizado por las autoridades francesas "victoriosas" sobre Alemania en la I Guerra Mundial el 14 de julio de 1919. "Urdido con la más repelente astucia pedagógica, fue encabezado por la escalofriante parada de toda suerte de mutilados de guerra, hombres despedazados y llevados en carritos con las más espeluznantes y variadas reliquias del horror de los combates". Pero por la sevillana Avenida de la Constitución, qué gracia, los que desfilaban eran simpatizantes de los que han dejado en España una legión herida de casi mil familias con muertos presentes y corazones rotos por el mero hecho de ser españoles, una colmada parte de ellos, andaluces. Como acaba de verse con su estrategia de listas electorales, a los descapuchados de la vieja ETA les importa un carajo el sufrimiento de sus víctimas y una mierda el destino de la "puta España" democrática que nunca declaró siquiera el estado de excepción, o de alarma, o de sitio, para acabar con los asesinatos por la espalda o por la nuca.

Sevilla, capital de Andalucía, tendría que haber dado un ejemplo de entidad moral, pero su comportamiento ha sido bochornoso, indigno, impropio. Creo firmemente que lo que ha pasado en Sevilla debería decidir las elecciones en cada pueblo andaluz y español. ¿Cómo se puede votar a candidatos que son pareja de hecho de los que mueven los hilos filoterroristas en los entresijos de un club de fútbol? ¿Cómo se atreverá nadie a votar a partidos que han callado y callan ante un suceso de tal gravedad?

Ya lo he dicho algunas veces. Es preciso votar en defensa propia y en defensa de la nación española de la que formamos parte. Porque queremos que España siga existiendo sin complejos ni mandangas es moralmente imposible que los españoles decentes, y desde luego, los sevillanos y andaluces honorables, voten al partido hipócrita que gobierna de la manita con los jefes de los que desfilaron gritando "Puta España" por el centro de Sevilla aprovechando la final de la Copa del Rey de fútbol y manipulando al Osasuna. Pero tampoco será digno votar a los que callan y otorgan ante la barbarie y la estupidez que nos invade y nos daña. Si así ocurriese en toda España el próximo 28 de mayo, a lo mejor aún podemos disponer de una oportunidad para enderezar este edificio constitucional que han minado de bombas de los enemigos totalitarios con el permiso tembloroso de gobiernos salidos de las urnas.

Si se vuelve a repetir algo parecido a lo ocurrido en Sevilla –un desfile de faltones con pinta de futuros matones que acojonan a toda una ciudad y consiguen el silencio de los gobernantes—, la suerte estará echada y España habrá dejado de existir como una nación digna de tal nombre.

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