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El comentario político como escolio

El gobernante, ante la dura realidad, se inclina por confiar en la "profecía que se cumple a sí misma", siempre que la estratega le beneficie.

El gobernante, ante la dura realidad, se inclina por confiar en la "profecía que se cumple a sí misma", siempre que la estratega le beneficie.
Pedro Sánchez | Europa Press

El escolio, o comentario al hilo de un texto clásico, es un género literario muy agradecido. Constituyó la base de la Filosofía medieval, y aun de la de otras disciplinas, como el Derecho o la Medicina. Significó la novedad de las Universidades. En nuestros días, florece como característica metódica de los comentarios políticos, económicos o, incluso, deportivos. Empieza a ser cansino por la reiteración, singularmente, los que gobiernan. Debo advertir que a mí no me atrae mucho esa forma escolástica de sacar punta a los discursos de los que mandan. No suelen ser piezas socráticas, precisamente. Considero que las manifestaciones del personal gobernante, o del que aspira a sustituirlo, no dan mucho de sí. Empero, mi indeclinable tarea es reflejar lo que sucede dentro de la vida pública; aunque, en este caso me toque tan de cerca.

En los tiempos que vuelan, el género dicho alcanza su máxima brillantez en la obra del pensador colombiano, Nicolás Gómez Dávila, Escolios para un texto implícito. Agrupa reflexiones intencionadas y conceptistas sobre el acopio de infinitas lecturas bien seleccionadas. Su postura es que "las noticias son el subtítulo de las verdades". Es más, "para escandalizar al izquierdista, basta decir la verdad". Se trata de una estupenda "hoja de ruta" (según la actual jerga marinera) para futuros comentaristas políticos. Es otra forma de recordar el precepto bíblico de "la verdad os hará libres". Lo malo es que, ahora, lo que nos cerca es la inundación de noticias falsas, o, al menos, intencionadas. Áteme usted esa mosca por el rabo.

La técnica del escolio a propósito de las declaraciones de los políticos se considera, para ellos, en un paradójico halago, incluso, aunque, sean criticados o ridiculizados por los comentaristas. El anhelo del político es que hablen de él, aunque, sea censurando su palabrería.

Una estratagema dialéctica de las declaraciones de los que mandan es referirse a lo que va a pasar en el mejor de los supuestos, no tanto lo que, ahora, sucede. Se aplica, por ejemplo, a la situación económica o a los resultados de las encuestas electorales. En ambos casos, funciona el wishful thinking, esto es, la sustitución del presente problemático por el futuro deseable. Es un poco la puesta al día del viejo método de los oráculos del pasado lejano. Consultados por el general que iba a entablar una batalla, la forma de dar moral a la tropa era la de presumir la buena fortuna que había predicho el adivino, aunque, fuera de forma poética y velada. Hoy, la predicción se presenta, coram pópulo, con términos estadísticos, lo que le confiere una aparente legitimación. El gobernante, ante la dura realidad, se inclina por confiar en la "profecía que se cumple a sí misma", siempre que la estratega le beneficie. Harán bien los comentaristas en desbaratar un argumento tan especioso.

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