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Antonio Robles

Los cinco errores que han llevado a Cs a la extinción

Nada en la caída de Cs ha sido maña de sus adversarios, sino errores continuados de sus propios líderes.

Nada en la caída de Cs ha sido maña de sus adversarios, sino errores continuados de sus propios líderes.
EFE

Un partido en España puede morir de muchas maneras, la peor, persistiendo en sus errores, la mejor sirviendo a la nación por la cual nació. Cs ha elegido la extinción para servir a la soberanía de España que había dejado en manos de sus enemigos en 2019. Decisión agridulce para los que siempre lo hemos llevado en el corazón a pesar de los errores acumulados.

Nada en la caída de Cs ha sido maña de sus adversarios, sino errores continuados de sus propios líderes. El mayor, cambiar su proyecto ideológico nada más nacer, que lastró sus triunfos posteriores y lo convirtió en redundante e irrelevante hoy.

Cinco errores explican este final. Para entender por qué son errores y no simples decisiones políticas incomprendidas, es preciso contextualizar por qué nació Ciudadanos, y para qué. Cs nació en Cataluña porque sus gobiernos nacionalistas estaban imponiendo un apartheid lingüístico contra los hispanohablantes, y criminalizando a España como nación, sus símbolos y su cultura. ¿Para qué nació? Para oponerse a ese nacionalismo obligatorio, revertir el racismo cultural que supuraba y reivindicar una España de libres e iguales donde el chantaje de los partidos nacionalistas no pudieran condicionar los gobiernos nacionales.

No nació en una noche de verano de la nada, surgió de una larga noche de Resistencia al nacionalismo tras 16 años de activismo a través de asociaciones cívicas y varios intentos políticos. Y no nació como un proyecto liberal sino como un partido de centro izquierda de raíz ilustrada para suplantar al PSC por ser éste y la izquierda en general los verdaderos culpables de que el nacionalismo triunfara en Cataluña. Sin el PSC, Pujol jamás hubiese logrado la hegemonía moral ni el nacionalismo tanto poder. Si no se tiene en cuenta este contexto y los objetivos por los que nació y para qué nació, la historia de Cs es un gran equívoco. Cs fue sólo un proyecto instrumental, no un fin en sí mismo. Nació para neutralizar a los nacionalistas, no para gobernar España; nació como partido bisagra para evitar que los nacionalistas chantajearan a los gobiernos españoles, no como el partido hegemónico de centro derecha en substitución del PP.

¿Cuántos militantes y dirigentes actuales de Cs representan hoy tales ideales? ¿Incluso, cuántos los conocen o se reconocen en ellos? Cs muere ahora, pero empezó a morir nada más nacer. Voy al primer error. Antes, advertir que quién escribe fue su primer secretario general y uno de los tres primeros diputados en el Parlament de Catalunya en 2006. Por lo que mi punto de vista nunca dejará de estar lastrado por formar parte de la propia polémica. Por muy neutral que me empeñe en ser.

Primer error: el pacto de Albert Rivera en 2008 con Libertas

Una plataforma de partidos europeos xenófobos y reaccionarios ultracatólicos del empresario irlandés Declan Ganley. Fue una decisión personal de Rivera a espaldas de todos los órganos de dirección del partido. Para entender el trauma, retorno al contexto. Durante muchos años, quienes nos opusimos a la exclusión lingüística y al nacionalismo obligatorio fuimos satanizados de ultraderechistas. Eso que utiliza ahora Sánchez y el podemismo contra todos los que no comulgan con sus ideas. El copyright, como ven, lo tienen los nacionalistas y la izquierda que le bailaba el agua entonces. Salir de ese pozo de la ultraderecha nos costó años a las organizaciones cívicas que bajo el epígrafe de Resistencia acabó cristalizando en Cs. Y ahora, cuando lo habíamos conseguido, su presidente nos arrojaba de nuevo al pozo y desbarataba todo el esfuerzo de ciudadanos progresistas, ilustrados, demócratas que habíamos hecho para lograr el objetivo de desenmascarar al PSC (Partido Socialista de Catalunya) y revertir la deriva nacionalista. No sólo era un error, era una traición a todo ese esfuerzo de años que había empezado con el secuestro y atentado contra un profesor de Lengua y literatura española en 1981 en Santa Coloma de Gramanet por firmar el manifiesto "Por la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña".

La decisión de Albert, además, era un golpe de mano contra el acuerdo ideológico final que el primer congreso de Cs había acordado para cerrar las tensiones entre la izquierda y la derecha del partido, concretada en aquel sincretismo de "socialismo democrático y liberalismo progresista". Un acuerdo transversal de centro izquierda o liberalismo social donde acomodábamos nuestro asalto al PSC, y desde ese espacio político revertir la hegemonía del nacionalismo. Precisamente el espacio ideológico que nos había dado 3 diputados en nuestra irrupción política en 2006. Pero Albert, que se había acercado a Cs sólo cuatro meses antes de su primer congreso y desconocía la travesía del desierto de la Resistencia para legitimarnos socialmente, nos arrojó a las fauces del nacionalismo. El caudillismo que ejerció en ese trance le impidió rectificar y provocó un cisma en el partido. En realidad estaba dando un golpe de mano a nuestras espaldas para llevar el partido al centro derecha y hacerse fuerte ante la irrupción de Rosa Díez con UPyD.

En un acto de desesperación para evitar ese pacto suicida, dejé el Acta de Diputado y el partido junto a Pepe Domingo, que siguió ejerciendo de diputado, pero rompió con Cs. Aun así, y con la oposición de los Intelectuales que habían impulsado el partido, siguió adelante en las Europeas cosechando el mayor fracaso electoral de Cs en toda su historia. En ese momento Cs contaba con 4.843 afiliados, un año después se había quedado en apenas 600. El inicio del procés salvó al partido de la desaparición, pero la nueva militancia que se iba incorporando ya estaba determinada por el centro derecha de su presidente. Un grave error, porque quitarle votos al PP no ampliaba el constitucionalismo en Cataluña, e impedía hacerlo en el espacio del PSC, donde estaba secuestrado el voto de la clase trabajadora castellanohablante llegada a Cataluña de otras partes de España.

A partir de ese momento, la nueva militancia que se iba incorporando mayoritariamente fue de derechas, pero no siempre, porque la indefinición del partido a nivel formal seguía presidida por las bases ideológicas del primer congreso. Un equívoco que persistió cuando Cs se extendió por el resto de España.

Segundo error: rechazo a una coalición con UPyD

Desde que surgió Cs hubo una complicidad con Rosa Díez muy estrecha, hasta el punto de que en nuestra puesta de largo en el Palau de la Música de Barcelona en las primeras elecciones, nos mandó un texto de apoyo total a Cs. Una serie de malos entendidos y recelos iniciales entre Rosa y Albert provocó la imposibilidad de llegar a un acuerdo de fusión o un pacto electoral entre Cs y UPyD. Durante tres años, primero como secretario general, después como amigo de ambos, intenté que llegaran a un acuerdo, a cualquier acuerdo que uniera fuerzas. Pero ni una ni otro quisieron nunca. Rosa a las claras, Albert aparentando cercanía pero rompiendo todos los puentes por debajo de la mesa. Hubiera sido el fortalecimiento de ese espacio político y posiblemente la neutralización de la irrupción de Podemos, pero persistieron más los recelos que el pragmatismo. En 2010 tuve la última reunión con Albert, cuando Cs estaba en los huesos y a punto de desaparecer. Llegó a firmar un documento en firme, pero ya era demasiado tarde, UPyD estaba en alza y Rosa Díaz se siguió negando. Perdieron los dos e irrumpió Podemos.

Tercer error: 2017, Inés Arrimadas gana las elecciones en Cataluña y se va a Madrid

En pleno procés, tras la secesión y la aplicación del 155, Ciudadanos gana las elecciones en Cataluña con 36 diputados, el 25 % de los votos (1.102.099 votos), algo inaudito e histórico, una oportunidad para revertir la hegemonía moral y política en Cataluña y el mejor escenario para desenmascarar a los nacionalistas en Europa, pero Inés Arrimadas se niega a presentar batalla a la presidencia de la Generalidad. Un error incomprensible y la mejor oportunidad para difundir la naturaleza racista, xenófoba y supremacista del nacionalismo catalán. Y de paso, desenmascarar sus mentiras.

La oportunidad era única, y el escenario, ideal. Nunca apoyarían su candidatura a la presidencia de la Generalidad, pero tenía la oportunidad de presentar su candidatura y aprovecharla para reunir a historiados, juristas, sociólogos, economistas, especialistas en psicología social y propaganda, etc., y armar un discurso de cuatro, cinco, seis horas para desmontar una a una las mentiras, manipulaciones históricas, abusos, exclusiones etc. del nacionalismo catalán. Con la determinación de quien tiene todos los micrófonos, toda la legalidad institucional y todos los altavoces internacionales por la extravagancia de la candidata. El simple abuso del tiempo era en sí mismo noticia, y la mejor campaña de desprestigio del nacionalismo allí donde su propaganda había vertido tantas mentiras para desprestigiar a España y su democracia. La mayor de todas es que Cataluña no era España y los españoles un residuo ínfimo de funcionarios. Era preciso decir al mundo que España, la Cataluña no nacionalista, había ganado las elecciones. Y no se hizo.

Lo de menos era salir derrotada, era la mejor oportunidad para dar la batalla cultural que nunca se había dado desde el epicentro mismo del debate. Pero Arrimadas ni siquiera lo intentó. La razón no era que el presidente de la cámara se lo impidiese, la razón, tanto suya como la de Albert, era no sufrir una derrota en un momento clave donde Cs sólo cosechaba victorias. Albert la quería en Madrid para aprovechar su ola de apoyo político para dar el sorpaso al PP, y ella estaba deseando dejar Cataluña. Lo más grave es que ni siquiera lo intentó.

Cuarto error: el congreso de Coslada acaba formalmente con el ala socialdemócrata del partido

Podían haber soslayado el mantra "Socialismo democrático y liberalismo progresista", pero la ideología liberal de Rivera y Juan Carlos Girauta (autor intelectual de la extensión de Cs por España) les llevó a limpiar al partido de cualquier telaraña socialdemócrata. En el punto de mira estaba el PP de Mariano Rajoy acosado por el caso Bárcenas. Para esas fechas, hace años que Albert dirige a Cs desde posiciones liberales de centro derecha, a pesar de que persiste una confusión interesada con el ideario inicial de centro izquierda. Ni siquiera hubo verdadera oposición de los cuatro gatos, que, desde Cataluña, añoraban sus inicios socialdemócratas. En el resto de España hace años que representa el mismo espacio del PP. Esa criba la había empezado a hacer el secretario de organización Fran Hervías cuando el partido se quedó es las raspas tras la crisis de Libertas.

Quinto error: el rechazo de Rivera a pactar con Pedro Sánchez

Este último gran error, al final, le ha costado la vida a Cs y ha ocasionado un daño enorme a la Transición del 78 y a la propia España como nación soberana. El acto de servicio a la ciudadanía española que han hecho ahora no presentándose a las elecciones del 23 de julio para ayudar a echar a Pedro Sánchez lo podría haber evitado en abril del 2019 pactando con Sánchez, y evitando así que se encamara con la banda de enemigos de España de esta última legislatura.

No vale escudarse en que Sánchez no quería pactar o en que Rivera había prometido no hacerlo. Disculpas de mal pagador. A estas alturas de la película, todos sabemos que Pedro Sánchez pactaría con el mismo diablo si le asegurara el poder y traicionaría a cualquier socio como si fuera un "clínex" si la ocasión lo requiriese. Por ello, los 57 diputados de Cs con los 123 suyos le hubieran garantizado un gobierno con mayoría absoluta (180) sin demasiadas cesiones y estabilidad garantizada. Pero se negó a ello hasta el último momento, cuando ya era un imposible.

La gravedad de su irresponsabilidad fue enorme, porque el discurso que hizo en el Congreso calificando como "banda" a la posible coalición de Pedro Sánchez con todos los enemigos de España fue la radiografía más exacta y dramática de lo que estaba por venir. Y sin embargo, y a pesar de saberlo, prefirió huir de su responsabilidad histórica. Exactamente lo contrario que hiciera el Regimiento Alcántara en el desastre de Annual de 1921.

Fue el principio del fin. En las siguientes elecciones, bajó de 57 diputados a 10. Albert Rivera dimitió y Cs se despeñó en cada una de las elecciones posteriores. Hasta el 28 de mayo, donde desapareció hasta en Madrid. 300.000 votos constitucionalistas perdidos, pero agua de mayo para aumentar la fuerza de los adversarios a Pedro Sánchez el próximo 23 de Julio. Hoy ha dejado la política Inés Arrimadas. El proyecto se desmorona.

Balance final

Cs nació para desactivar al PSC y evitar el chantaje de los nacionalistas en los gobiernos de España. Hoy el PSC es más nacionalista que nunca y la fuerza constitucionalista más reducida que cuando nació en 2006. Y lo que es peor, ha quemado posibles alternativas. El peor legado.

Pero no todo fue en vano. Logró normalizar el español en el parlamento, dio a conocer a toda España la exclusión del español en las escuelas, se opuso a la memoria histórica, fue pionera en el derecho a una muerte digna, y en general inició una batalla cultural contra la legitimidad del nacionalismo que tarde o temprano dará sus frutos.

Nada que termina mal es fruto sólo de una parte. Quienes tuvimos oportunidad y preferimos apartarnos por considerar nocivo el rumbo del partido también somos responsables. No puedo hablar por los demás, pero en mi caso, cuando dejé el Acta de Diputado en 2009 y me di de baja de Cs, con razón o sin ella, pequé de excesivo narcisismo ético. Entonces fui incapaz de ver las consecuencias de no dar la batalla por las ideas y los principios, a pesar de tantos amigos que me aconsejaron lo contrario. Creo que me equivoqué.

PD: El problema por el que nació Cs en Cataluña sigue persistiendo. Ahora en toda España. La izquierda ha traicionado a la nación. Es más urgente que nunca que un partido de izquierdas con sensibilidad social y vocación nacional irrumpa cuanto antes en defensa de España. Sin equívocos nacionalistas. El nacionalismo es una ideología que trata de imponerla por grado o por fuerza a toda la familia nacional. Una vez en nombre de la religión, otra de la lengua, otra de la raza, siempre pisoteando la pluralidad que cualquier nación tiene en su seno. Frente a cualquier nacionalismo, el patriotismo es ese sentimiento de sentirse cómodo conviviendo con todas las diferencias, en un territorio compartido por emociones que llegan de nuestros muertos y transcienden a los vivos. La nación no está para arrojársela a nadie a la cara, sino para compartir emociones y razones donde todos nos podamos reconocer.

El próximo sábado 3 de Junio JACOBINOS presenta BCN jacobina, la izquierda centralista a las 11,30 en CC.Cotxeres Borrell (Barcelona). Con Guillermo del Valle, Félix Ovejero, Marc Luque, Isabel Fernández y Jahel Queralt.

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