
El Juez Llarena retira el delito de sedición a Puigdemont. Puede que este acto del Juez del "procés" resuma como ningún otro la ristra de maldades contra la soberanía nacional que hoy pueblan las portadas de todos los medios. Uno es el responsable, pero muchos otros son colaboradores necesarios. Y no todos del gobierno. El pacto nacionalsocialista que la está llevando a cabo se podía haber evitado, pero no se consideró a pesar de las evidencias. Es posible que uno de esos colaboradores necesarios por omisión no sólo haya colaborado a humillar a su patria, sino también a la desaparición de su partido.
Hoy se dilucidará la suerte de Cs en la llamada refundación de Cs. Quien salga o no de esa encrucijada no importará ya mucho para el destino de un partido que mereció mejor suerte si su dirigente Albert Rivera hubiera reparado un solo instante en el esfuerzo inmenso que durante dos décadas la Resistencia al nacionalismo nos llevó a crearlo en nombre de una España de ciudadanos frente a una Cataluña de súbditos.
¿Pero qué tiene que ver Albert Rivera con el Desastre de Annual de 1921? Contextualicemos. Abril de 2019, el PSOE de Pedro Sánchez ha ganado las elecciones generales con 123 diputados. Un resultado matemáticamente imposible para formar mayorías con su entorno ideológico. Habrá que recordar que por entonces la posibilidad de pactar con secesionistas, podemitas, nacionalistas de derechas como el PNV, y filoetarras, era impensable. El propio Pedro Sánchez acababa de asegurar que solo pensar en pactar con Pablo Iglesias le quitaba el sueño. Además de jurar por cinco veces que con Bildu jamás pactaría. Al fin y al cabo, ahí tenía al Cs de Albert Rivera con 57 diputados. Una suma sencilla, asumible y numéricamente perfecta, mayoría absoluta con 180 diputados. ¿Y qué hizo Albert Rivera, ya por entonces conocido como el veleta? Atrincherarse en su palabra del "no es no" en espera de darle un zarpazo al PP de Rajoy, soñando con la gloria de liderar la derecha. Y se niega en redondo a pactar con Sánchez. Para redondear la frivolidad, desaparece con Malú en una eterna luna de miel, dejando a España compuesta y sin novio.
La gravedad de su irresponsabilidad fue enorme, porque el discurso que hizo en el Congreso calificando como banda a la posible coalición de Pedro Sánchez con todos los enemigos de España fue la radiografía más exacta y dramática de lo que estaba por venir. Y sin embargo, y a pesar de saberlo, prefirió huir de su responsabilidad histórica. Exactamente lo contrario que hiciera el Regimiento Alcántara en el desastre de Annual de 1921.
Los hechos. A las cinco de la mañana de un abrasador amanecer africano de julio de 1921, los 700 hombres que componían el Regimiento Alcántara aceptaron disciplinados su trágico destino. Debían interceptar y retener a las tropas de Abd el-Krim formadas por 20.000 rifeños bien pertrechados y sedientos de sangre, para que el grueso del ejército español huyendo en retirada, con heridos y población civil, casi sin agua y escasa munición, pudiera llegar a posiciones seguras. La tragedia les esperaría en el camino que conducía a Badel. Objetivo, despejar las alturas de tiradores adversarios para asegurar el camino al resto. Todos ellos murieron en formación cerrada, con los caballos cuerpo a tierra, sin munición y sable en mano. La masacre y las mutilaciones fueron terribles. Solo 70 lograrían sobrevivir. Pero su sacrifico no fue en vano.
No estoy describiendo una película épica de Netflix, ni una leyenda nacionalista, sino relatando la hazaña real de unos españoles que, con cargas de caballería en desigual batalla primero, y apostados rodilla en tierra después a sabiendas que sólo su coraje evitaría la muerte del grueso del ejército y la deshonra de toda la nación, dieron su vida por los demás. Una extraña mezcla de disciplina, altruismo, patriotismo y arrojo. Rivera no se jugaba la vida, solo el orgullo y quizás el ombligo. Ni eso arriesgó.
A sabiendas que "una banda pretendía repartir España como un botín", y cuya codicia la llevaría a indultar, a eliminar el delito de sedición y abaratar el de malversación, Albert Rivera prefirió "el contra peor mejor". ¿Mejor para quién? ¿Acaso creía, iluso, que recogería las nueces caídas del PP, o el laurel del árbol quebrado del PSOE?
Aquel discurso de la "banda" fue memorable, lástima que su autor no estuviera a la altura de su retórica. No era tiempo de miserias personales, ni de rivalizar con el ombligo de Pedro Sánchez, sino de frenar al vendepatrias, de facilitarle el poder para que no lo pudiera ejercer contra el bien común de los españoles. A estas alturas de la película ya sabemos que Pedro Sánchez estaba y sigue estando dispuesto a pactar con el mismísimo diablo. Sólo había que empeñarse en ofrecerle lo que pedía, el poder. Y hacer tiempo. No debía siquiera pretender trescientos ministerios, con que asegurase 6 de 24 (el Ministerio de Política Territorial, de Educación, Ciencia e Innovación, el Ministerio de Igualdad, Defensa, y Justicia…) ministerios todos no imprescindibles para él, pero sí imprescindibles para revertir la batalla cultural en España. La vicepresidencia la tendría asegurada, y desde ella, pactar una nueva Ley electoral con elecciones a doble vuelta. Para empezar…
Hoy España sería un paraíso comparado con este cenagal, cuyo horizonte más visible es un precipicio. Y posiblemente Cs se hubiera convertido en un partido imprescindible. Para el PSOE y para el PP. Pero sobre todo para España.
Albert Rivera fue advertido en privado y en público por muchos de quienes habíamos trabajado codo a codo con él. Pero prefirió dejar al grueso del ejército, a heridos y civiles a merced de los enemigos de la nación. Y huir. No se sabe si a un oasis con su chica, o a soñar con ser un día presidente. Y nos dejó con "la banda".
PD: Esta metáfora del pasado no va dirigida a Albert Rivera —ya tiene bastante con lo suyo– sino a los que salgan elegidos hoy en las primarias de Cs. Bueno sería recordar que C´s no se creó para medrar, sino para servir a un ideal en Cataluña, y que estuvo al alcance de nuestros dedos en España