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¿Dónde están los tertulianos progresistas?

Dónde están los tertulianos progresistas, preguntas. Pues dónde van a estar: llorando en el baño del disgusto que les has dado.

Dónde están los tertulianos progresistas, preguntas. Pues dónde van a estar: llorando en el baño del disgusto que les has dado.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, interviene durante un mitin preelectoral | Europa Press

Pedro Sánchez ha decidido que lo que necesita es que todos recordemos entrevista tras entrevista las muchas razones que tenemos para echarlo de Moncloa. Dentro de esta campaña tan inteligente, este pasado fin de semana –o más o menos por ahí, discúlpenme pero no estoy siguiendo al minuto este Aló Presidente multicanal– el líder del PSOE dio con sus apolíneos huesos en Infolibre, uno de esos pequeños periódicos que se amontonan en el espacio más a la izquierda del espectro político, por decirlo de una forma suave.

Como ya sufrimos bastante en este valle de lágrimas no he visto ni pienso ver completa la entrevista que dos periodistas de ese diario le hacían al todavía presidente en actitud marcadamente genuflexa, pero me encontré en Twitter con un pequeño fragmento en vídeo al que no pude resistirme y que, lo confieso, me produjo una de las mejores carcajadas en muchos años. Qué hacer si no cuando ves a Sánchez explicar que "uno cuando enciende la pantalla del televisor y ve algunas tertulias dice ¿dónde están los tertulianos progresistas?".

Coño, ahora resulta que los tertulianos progresistas son una especie en extinción. ¿Qué habrá sido de Elisa, Esther, Lucía, Rosa y otras gracias del progrecharismo? ¿dónde andará mi tocayo el Encinas? ¿qué le pasa a Nachete? ¿do mora el propio Pablo en su actual encarnación tertuliana? ¿cómo se han vaciado tan rápido los platós de Ferreras, otrora llenos de opiniones de progreso siempre pluralistas: unas veces apoyando al PSOE y a Sumar y otras, según el día, apoyando a Sumar y al PSOE?

Quizá es que no son bastantes –¡es la guerra, traed más tertulianos progresistas!, diría el gran Marx–, o puede que no sean lo suficientemente de progreso; será por su acrisolada independencia y su lejanía con el poder; o tampoco podemos descartar que no haya otra razón que la que desvelan los duros números: si estuviesen haciendo bien su trabajo y con este Gobierno que hace cosas chulísimas, Pedro Sánchez debería tener unos 200 escaños en las encuestas y, vaya, anda por poco más de la mitad.

No me puedo imaginar la sensación de frustración que deben sentir ahora todos estos y otros muchos representantes del progresismo sanchista: con lo mucho que ellos se esfuerzan, día sí y día también, en defender lo indefendible; con los aspavientos que impostan ante cualquier cosa que diga Vox; las muecas irónicas que ponen ante Feijóo y el asquito ese como de oler purines que les sube a la cara en cuanto sale en la pantalla Díaz Ayuso.

No es justo, Pedro, han sido serviles desde que llegaste al poder, se han tragado todas las consignas como me tragaba yo la papilla y jamás te han traicionado: si tocaba Irene era Irene; si tocaba Pablo, Pablo; y cuando tocó Yolanda, pues ellos con Yolanda. Y siempre tú, por encima de todas las cosas, como Dios Padre. Dónde están los tertulianos progresistas, preguntas. Pues dónde van a estar: llorando en el baño del disgusto que les has dado.

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