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El voto útil

Feijóo y Abascal están consiguiendo que, en vez de hablar de lo mal que lo hace Sánchez, se debata de lo que les aleja y enfrenta.

Feijóo y Abascal están consiguiendo que, en vez de hablar de lo mal que lo hace Sánchez, se debata de lo que les aleja y enfrenta.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el de Vox, Santiago Abascal, charlan durante el desfile de las FFAA el día de la Fiesta Nacional de España. También en la foto Patxi López, Cuca Gamarra, Iván Espinosa de los Monteros y Edmundo Val. | Europa Press

Desde muchos puntos de vista, la campaña electoral de la derecha está siendo un desastre. Feijóo y Abascal están consiguiendo que, en vez de hablar de lo mal que lo hace Sánchez, se debata de lo que les aleja y enfrenta. Que son además cuestiones que preocupan poco a los electores de ambos partidos. A éstos les interesa que la Economía vuelva a ser gestionada de forma ortodoxa, no si los derechos del colectivo LGTBI deben protegerse todavía más; les importa que el Gobierno no pacte con los partidos que quieren destruir a la nación, no si el aborto se restringe más o menos; les preocupa que la Justicia sea realmente independiente, no si con los resultados en la mano Vox merece más o menos ministerios; les intranquiliza que Sánchez venda el interés nacional a Marruecos, no si debemos mantener o no las autonomías. Como estos, hay muchos ejemplos de cómo PP y Vox se esfuerzan en enfrentar sus diferencias, que las hay, pero que no son muchas, en vez de acercarse en lo que comparten, que es bastante. Y, sobre todo, no se concentran en el objetivo esencial de sus votantes, ése por el que muchos harán el esfuerzo de acudir a las urnas a pesar del calor y de estar fuera de vacaciones y que no es otro que poner fin al mandato de Sánchez, a quien Dios confunda.

Especialmente equivocado es por parte de Feijóo apelar una y otra vez al voto útil, a la necesidad de lograr una mayoría suficiente para no depender de Vox. Es evidente que, especialmente en las provincias pequeñas y con el sistema electoral que tenemos, el objetivo de acabar con el sanchismo es más alcanzable votando al PP que a Vox. Pero no lo es menos que, con el rosario de traiciones que atesora el PP, la necesidad de tener que contar con Vox ofrece cierta tranquilidad, no ya a los votantes de Vox, sino también a muchos del PP. Es más, si en las encuestas apareciera la probabilidad de que el PP podría gobernar sin depender de Vox, algunos electores que, tratando de hacer más útil su voto, habían optado por el PP, quizá decidieran a última hora votar a Vox con tal de forzar esa dependencia de la que Feijóo abomina y que en cambio tanto tranquiliza a muchos de sus votantes. Porque no se fían. Y con razón.

Pero toda esta tranquilidad se transformará en preocupación si Vox se empeña, como viene haciendo estas últimas semanas, en convertir su programa en un decálogo de dogmas que, aún interesando poco al electorado de derechas, se presentan como cuestiones irrenunciables para dar satisfacción a sus votantes más cafeteros. Así desde luego halagarán al millón de electores de Vox que comparten esos dogmas, pero frustrarán a aquellos otros mucho más numerosos que, votando unas veces a Vox y otras al PP, no quieren otra cosa que España deje de estar gobernada por socialistas, comunistas, separatistas y filoetarras. A ver si nos vamos enterando.

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