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Rosa Díez

Un Pedro Sánchez a la desesperada

Ni siquiera los más hooligans de los suyos pueden evitar darse cuenta de que todo lo "construido" por Sánchez es una inmensa farsa.

Ni siquiera los más hooligans de los suyos pueden evitar darse cuenta de que todo lo "construido" por Sánchez es una inmensa farsa.
Pedro Sánchez en un mitin de campaña de las elecciones generales del 23 de julio de 2023 | Europa Press

Que Pedro Sánchez es un mentiroso patológico lo sabemos desde el momento en el que apareció en la escena pública y comenzó a actuar.

Que Pedro Sánchez no tiene limite ninguno a la hora de tratar de destruir al rival político ha sido probado en todas y cada una de sus comparecencias públicas en sede parlamentaria.

Que Pedro Sánchez utiliza los principios de la propaganda de Goebbels para tratar de convertir las mentiras en verdades es una constante desde que llegó a la Moncloa cabalgando sobre una mentira y una trampa, y acusando al adversario político justamente de aquello que él practica con total desparpajo.

Siendo todo esto cierto, también lo es el hecho de que hasta hace un tiempo esta estrategia parecía haberle funcionado y el coro de incautos auto engañados seguían comprándole la mercancía averiada. Unos por comodidad (para una oveja pastar sin necesidad de levantar la cabeza es un buen plan) y otros por interés (el dinero a raudales que les llega a la inmensa mayoría de periodistas y medios de comunicación públicos o concertados por prescribir propaganda y ocultar los hechos), Pedro Sánchez seguía cabalgando sobre la mentira con total impunidad.

Pero llega un momento en el que comienza a desmoronarse todo ese entramado construido sobre bases de barro. Y ni siquiera los más hooligans de los suyos pueden evitar darse cuenta de que todo lo "construido" por Sánchez es una inmensa farsa, una monumental mentira que no tiene otro objetivo que mantenerse en el poder.

Cuando los españoles hayamos conseguido librarnos del gobierno más toxico de la historia de la democracia habrá sesudos analistas que nos explicarán cuando comenzó a desmoronarse el mito que atribuía poderes excepcionales al pillo. Y cada cual vendrá a decirnos que ya lo había previsto, que estaba "cantado", que eran demasiadas mentiras las que formuló, demasiados frentes los que abrió, demasiadas afrentas y tensiones entre españoles las que procuró con sus decisiones, demasiados insultos los que propinó, demasiados pactos con lo más indeseable de la política los que suscribió … Que en su pecado estaba su penitencia.

Pero de la misma manera que no sirve de nada diagnosticar las crisis económicas cuando estas ya han pasado y que lo útil es alertar sobre los problemas cuando aún pueden atajarse para evitar sus consecuencias, es oportuno señalar a tiempo lo que está ocurriendo. Y "a tiempo" es antes de que depositemos nuestro voto en las urnas el próximo día 23 de julio.

El último desbarre del sanchismo es acusar a Feijóo de ser un "radical". Hay ocasiones en las que cosas que sabemos son ciertas no parecen verosímiles y tenemos muchas dificultades para que nos crean; pero, por contra, sólo desde la desesperación se puede pretender que los españoles compremos el calificativo, tan falso como inverosímil, que Pedro Sánchez atribuye a Alberto Núñez Feijóo. Todos los principios de la propaganda de Goebbels requieren de un tiempo para que sean efectivos; y este, el principio de la transposición: "Cargar contra el adversario los propios errores o defectos…", no es una excepción.

Sánchez sigue pensando que va a seguir siendo eficaz la utilización del principio de orquestación: "La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene la famosa frase ´Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad´". Sólo un hombre desesperado – y/o quien desprecia la capacidad de raciocinio de quienes le escuchan—puede pretender que cale ante la opinión publica que el mentiroso es Feijóo.

Otro principio de la propaganda de Goebbels que es muy del gusto de Pedro Sánchez –no en vano estamos ante un narcisista que desprecia a todos los demás– es el principio de vulgarización: "Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuando más grande sean las masas a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar". De ahí que, sobre todo en la última semana, alerta de desesperación, todos sus terminales mediáticas repitan como loros la misma propaganda.

En fin, que estamos ante el final de la carrera del tipo que más daño ha hecho a la España constitucional y democrática. Y hemos de estar preparados porque, como está en su naturaleza, morirá tratando de matar. Pedro Sánchez aplicará hasta el ultimo momento en el que viva en la Moncloa, aún después de haber perdido las elecciones, el principio de la transfusión: "La propaganda opera a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas". Y cuando pierda, como sigue haciendo su padrino Zapatero, tratará de seguir insuflando el odio entre españoles. Por eso para derogar el sanchismo habremos de hacer algo más que esperar que las nuevas mayorías deroguen las leyes que se aprobaron en esta etapa en la que en el puente de mando del Estado Sánchez había situado a los enemigos de la España constitucional y democrática.

Podremos decir que hemos acabado con esta etapa negra de nuestra historia el día que los españoles volvamos a reencontrarnos en el punto en el que estábamos cuando aprobamos la Constitución, el día en el que con naturalidad nos podamos mostrar orgullosos de lo que somos y de lo que podemos construir entre todos, orgullosos de saber que son muchas más las cosas que nos unen que aquellas que nos diferencian. Y que esas que nos diferencian no nos separan sino que son la expresión de la pluralidad política de la España constitucional y democrática.

Pues eso, a la faena. Que los resistentes tenemos la última palabra.

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