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¿Ha llamado ya Feijóo a García-Page?

Cuando el PP dedicaba el grueso de la campaña a atacar a Vox, los votantes de izquierdas reforzaban su decisión de apoyar a Sánchez.

Cuando el PP dedicaba el grueso de la campaña a atacar a Vox, los votantes de izquierdas reforzaban su decisión de apoyar a Sánchez.
El candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijoo (i), saluda a los simpatizantes en la sede de los populares el 23J | EFE

Recientemente di aquí estas voces: el único PSOE moderado es el que lidera Feijóo. En Génova, incomprensiblemente, no acusaron recibo de la advertencia; he ahí el resultado: una victoria estéril que no permitirá a Feijóo instalarse en La Moncloa, como estaba previsto con demasiada antelación.

La creencia en la existencia de un PSOE decente es un rasgo muy común entre los dirigentes regionales del PP. Son políticos que acumulan mayorías absolutas en su terruño y las gestionan con generosidad. Hacia la izquierda, claro. En esos mandarinatos donde la autoridad popular no se discute, el dinero público se destina a financiar a la izquierda cultureta, con sus intelectuales de bancal y medios afines dedicados al costumbrismo carpetovetónico para justificar sus editoriales y columnistas de ultra-extrema-izquierda-radical-animalista. En agradecimiento al pastón que le sueltan todos los años, los progres cantan las glorias democráticas del líder popular y ocultan que, por supuesto, el tipo es un sucio fascista, reflexión que se reservan para comentarla en la intimidad. Al presidente provinciano del PP le da igual ese matiz. Lo que quiere es que los opinadores locales le dejen gestionar la economía y se dediquen a cantar sus virtudes progresistas en contra de lo que representan el resto de sus colegas de otras regiones, especialmente en Madrid. Luego se van a la capital, a mandar más, y tratan de reproducir el esquema pegándose unos trompazos colosales. Nada nuevo bajo el sol.

No existe un PSOE sensato. Lo que existe es un partido que después de gobernar con comunistas, pactar con terroristas, negociar con separatistas, poner en la calle a casi 200 violadores y rebajar las penas a otros mil, por citar los hitos más recientes de la legislatura, ha obtenido un millón de votos más que en 2019. Decía Feijóo que los llamaría en primer lugar. Que llame, que llame a ver.

La izquierda decente es la que finge serlo en provincias, para que el PP siga financiando sus francachelas durante décadas. En el conjunto de España, cuando llega la hora de la verdad, los votantes socialistas prefieren a Otegi, Irene Montero y Txapote antes que a Ortega Lara, Ayuso y Miguel Ángel Blanco, dónde va a parar. Por eso, cuando el PP dedicaba el grueso de la campaña a atacar a Vox, los votantes de izquierdas reforzaban su decisión de apoyar a Sánchez, la mejor opción para que no entre el fascismo en el Gobierno de Núñez Feijóo. Y el gallego, todos los días, les daba la razón.

El PP puede probar otra estrategia o seguir tratando de destruir el partido que les ha permitido y permite gobernar en gran parte de España. Es tarea para varias legislaturas en las que la izquierda va a vivir a lo grande. La duda, cuando lo consiga, es si quedará algo sobre lo que gobernar.

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