
Cuando se conoció el reparto de escaños entrada la noche electoral, nos fuimos a la cama con la idea de que el electorado le había dado a Puigdemont la llave de La Moncloa. Esta convicción daba por hecho que Pedro Sánchez ya contaba con los votos de Sumar, Esquerra, Bildu y PNV casi por nada. Y algunos han reaccionado recordando que sus votos son tan esenciales como los de Puigdemont. Es lógico que los primeros fueran los de la Esquerra. Para ellos es letal que sea Puigdemont el que extraiga del Gobierno concesiones de fuste mientras ellos se conforman con migajas. Por eso han sacado a Marta Rovira, también huida de la justicia, a decirle al PSOE que no debe dar por descontados los votos de su partido.
Curiosamente, en el País Vasco ocurrió al principio lo contrario, que PNV y Bildu corrieron dándose con los talones en el trasero a ofrecer gratis sus votos a Sánchez. Fue así porque, tras las elecciones vascas del año que viene, los socialistas tienen que elegir a uno de los dos para darle la lehendakaritza. Cuando el PNV se ha dado cuenta de que el agraciado será Bildu y, para demostrarse más nacionalista que los filoetarras, ha exigido la transformación de España en un Estado federal, que en realidad sería confederal. Como Otegi en cambio espera ser el próximo lehendakari gracias a los votos de los socialistas, de momento no pide nada. De momento.
Sumar se integrará en el Gobierno y con eso se conforma. Pero Podemos ya ha dicho que sus cinco escaños valen tanto como los de Puigdemont y que, si se quiere contar con ellos, hay que darles un ministerio y ser ellos quienes digan quién lo ocupará, no Yolanda Díaz. Además, quieren autonomía para votar lo que les dé la gana en el Congreso de los Diputados. Y si no, rompen la baraja.
Parecía que nadie más pediría más cosas y resulta que no. A las pocas horas de saberse que debido al voto de los españoles en el extranjero ya no bastará la abstención de Junts y será necesario su voto favorable para que Sánchez sea investido, la diputada de Coalición Canaria se ha apresurado a ofrecer su voto para que vuelva a bastar la abstención de Waterloo. Naturalmente, para que Sánchez pueda contar con voto tan valioso, tendrá que conceder unas cuantas gracias a las islas conforme a la larga lista de agravios de Coalición Canaria.
Así pues, en esta subasta, todos tienen mucho que ganar y poco que perder salvo la propia España, que el PSOE pone en almoneda. La única remota esperanza que cabe es que, harto de tanta puja e incapaz de atender a tanto pedigüeño, Pedro Sánchez decida acudir a la investidura pidiendo el voto a cambio sólo de la mayor ventaja con la que cualquier independentista puede soñar, el chollo de tener en La Moncloa a un presidente como él. Y, si quieren seguir disfrutándolo, que lo voten a cambio de casi nada. No caerá esa breva, pero, a diferencia de estar presididos por Sánchez, soñar no cuesta dinero.
