En el Congreso hay diputados y di-putadas. Los primeros juran el cargo con discreción y respeto a la institución que representa a todos los ciudadanos. Los segundos compiten en inmadurez y cogorza por ver quién logra la promesa más guay, quién la dice más gorda. "Por una España plurinacional y feminista", "por la república", o "por el mandato del 1 de octubre" son algunas de las ocurrencias que han tenido los niños en su primer día de cole. No está mal, pero a mi gusto ha quedado un amplio campo de reivindicaciones y sandeces por cubrir. De cara a futuras juras deberían tomar nota aquí.
Se ha echado muchísimo en falta que en Sumar no se haya jurado el cargo "por las cosas chulísimas", o por "los rizos de la Evita Perón de Fene", mientras que nadie puede entender que Lilith Verstrynge haya desaprovechado su minuto de gloria, defraudando a propios y ajenos con su tímido "por la república" cuando todos estábamos esperando que prometiera el puestazo con el himno siempre enérgico con el que acostumbra a arengar a las masas: "porque España, mañana, será republicana" (a lo que los de Vox podrían responder a coro: "¡tócanos la banana!").
Los chicos de Junts deberían haber jurado el cargo "por el maletero del coche", y luego guiñarse el ojo un par de veces y darse un codazo entre ellos. Los del PSOE, sin duda, deberían prometer "por las pelotas de Pedro Sánchez" o, si esto no les convence, "por los mil litros de queroseno por hora del Falcon". Los del PP, en homenaje a su líder, podrían haber jurado el cargo "por los tentáculos del pulpo con cachelos", si bien otros perdieron también una ocasión inmejorable de jurarlo "por los deditos de los pies de Borja Semper en la arena".
Lo de ayer, en líneas generales, iba a ser juramento y se quedó en jumento. Los rebuznos brotaron en todas las direcciones, con especial intensidad en aquellos diputados que odian al país que les paga el sueldo, que muerden a diario la mano que les da de comer y, más aún, se parten de risa. Entre graciosos y cursis, el inicio de legislatura no ha podido resultar más prometedor.
Nahuel, de Sumar, se arrancó con una de Ovidi Montllor ("Al pueblo valenciano ya no nos alimentan migajas; queremos el pan entero") en su juramento, y es una lástima porque la ocasión habría sido más propicia para citar al también músico Miguel Costas, exvocalista de Siniestro Total, con su "somos gente que no nos gusta currar / porque somos funcionarios del Estao. / Hacemos crucigramas y sudokus sin parar / de toda la prensa nacional".
Hubo fórmulas tan complejas y retorcidas que nadie llegó a entender, porque la norma era demostrar desde el primer momento que han venido a pasarse la legalidad por el arco del triunfo electoral, y los traviesos más cortitos fueron incapaces de hilar una frase sin desbarrar, perderse, y despeñarse por los valles más escarpados de la gramática española.
Algunos de ERC, por ejemplo, soltaron un tostón que se resume en: "no reconocemos a España pero cobramos de España, no reconocemos este Parlamento pero aquí estamos, porque puede más el cachopo en la sidrería de Sol que aguantar la ciudad sin ley de nuestra república-no-existe-idiota".
En cualquier caso, es irrelevante por qué hayan jurado o prometido cargo sus señorías, porque Armengol ya se ha apresuró a aclarar que todos, hayan dicho lo que haya dicho, han resultado felizmente bautizados por la laica burocracia española, pasando a ser parte del mismo cuerpo de la Diputación nacional. Un día en el cargo y ya se la han colado; desde hoy, llamémosla Armengoooool.
Por último, Pisarello, siempre un poquito bardo tucumano y un muchito adanista, brindó –o prometió— con esa solemnidad que solo poseen los bebedores de mate: "por un tiempo nuevo republicano" (y aquí también eché en falta a Vox con un sonoro: "¡pues agárranosla con la mano!").