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El Rey se ciñe a su papel y supera las presiones de Sánchez

Es una oportunidad de oro para mostrar a los españoles un programa de libertad, de concordia, de unidad, de respeto por la Constitución.

A pesar de las intolerables presiones del presidente del Gobierno en funciones, el Rey ha decidido que el ganador de las elecciones y el candidato con más votos confirmados para la investidura, el líder popular Alberto Núñez Feijóo, pueda optar a la presidencia del Gobierno. La opción de Felipe VI se sustenta en fundados motivos, que van de la costumbre democrática, pues siempre se ha designado al candidato de la lista más votada, a las conclusiones evidentes de una ronda de contactos en las que los socios de referencia de Pedro Sánchez, Bildu, ERC y Junts per Catalunya (JxCat), declinaron participar en otra muestra de deslealtad y falta de respeto absoluto por los más elementales mecanismos institucionales de nuestra democracia. Por tanto, el Rey ni siquiera pudo constatar en boca de sus portavoces, para eso se hace la ronda de consultas, qué harán estos partidos en la sesión de investidura.

A Feijóo le avalan cuatro partidos, el suyo, Vox, UPN y Coalición Canaria, 172 votos confirmados, a solo cuatro de la mayoría absoluta, así como once millones de españoles que optaron por las citadas formaciones en las pasadas elecciones, que ganó el PP a pesar de lo que defiende la intensa campaña mediática del sanchismo para convertir su derrota en una victoria. Frente al líder popular, un dirigente socialista que todavía no ha conseguido atar los apoyos de los golpistas catalanes, entre cuyas exigencias se encuentran una amnistía inconstitucional y un referéndum de autodeterminación contrario a la igualdad de los españoles ante la ley y la soberanía nacional, esto es, a las bases de la democracia.

La decisión real responde por tanto a una normalidad democrática que el PSOE trata de reventar sin miramientos pensando sólo en la ambición de su líder y en la destrucción de España que preconizan aquellos sobre los que Sánchez quiere depositar el futuro de la nación. Sánchez necesita tiempo para negociar con los golpistas, quienes a su vez pretenden retrasar todo lo posible el pacto para superar los fastos regionales de Cataluña del 11 de septiembre, encarecer la investidura y arrancar del presidente en funciones todas las reivindicaciones de máximos, a todas luces ilegales.

En ese espinoso contexto, el Rey se ha manejado con rigor y máxima responsabilidad mientras que Sánchez ha asumido las tesis y plazos de los golpistas, que no dejan de arremeter con toda su saña contra la Corona desde que el monarca pronunciara el discurso del 3 de octubre de 2017, clave para abortar la intentona golpista.

La comparecencia de Sánchez tras la audiencia con Felipe VI ha sido un muestrario de todas las malas artes desplegadas desde el pasado 23 de julio, otra evidencia de las abruptas presiones contra la Corona ejercidas de manera absolutamente irresponsable y sin más objetivo que su beneficio personal y el de los golpistas, sin atisbo alguno de la necesaria responsabilidad política de la que debería hacer gala. Nada nuevo en un mandatario capaz de cualquier cosa, incluido el desmantelamiento de España, de su democracia y de los poderes públicos. Tenso, casi desencajado, Sánchez ha intentado por todos los medios que el Rey no cumpliera el papel que le asigna la Constitución. No lo ha conseguido y esa es una buena noticia, tal vez la única desde la celebración de las pasadas elecciones generales.

Feijóo, por su parte, ha demostrado un escrupuloso respeto por las atribuciones del monarca, por la Constitución, que se propone defender de los ataques separatistas, proetarras y socialistas, y por la igualdad entre los españoles. La diferencia con Sánchez es abismal, la misma que hay entre el sentido de Estado y esa subasta a la que se ha apuntado el líder socialista y cuyo precio de salida es la aniquilación de España y el desprecio más absoluto por la voluntad de los españoles.

Feijóo podrá mostrar su programa y poner de manifiesto el calado y el carácter de los pactos a los que pretende llegar Sánchez. Es una oportunidad de oro para mostrar a los españoles un programa de libertad, de concordia, de unidad, de respeto por la Constitución y el marco institucional y legal. Tendrá ocasión de subrayar los perfiles de esa anti España por la que aboga el presidente en funciones y también lo que puede ser por contraste un Gobierno cabal, preocupado por gobernar y no por desmantelar los consensos democráticos. Malas noticias para Sánchez y, en consecuencia, buenas para España y sus ciudadanos. La investidura de Feijóo está, en principio, abocada al fracaso, pero eso no será óbice para que quede claro qué se propone el sanchismo y quiénes son sus aliados.

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