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Itxu Díaz

Lo de las bragas

Los chavales de 20 años están enloquecidos y hacen bromas sexuales, sin darse cuenta de que del chascarrillo al pico hay un pequeño paso.

Los chavales de 20 años están enloquecidos y hacen bromas sexuales, sin darse cuenta de que del chascarrillo al pico hay un pequeño paso.
Cadena SER

Estoy tan escandalizado que creo que voy a ponerme rojo PSOE. Soy Angels Barceló el día que se enteró en directo de que las elecciones caían en plenas vacaciones. O la Yoli, cuando derrumbó sus rizos sobre la mesa del plató de televisión al ver las imágenes de la espada toledana con cabeza nuclear incorporada del atentado terrorista a la ministra. Es intolerable que después de décadas de educación sexual paseando travelos por escuelas y guarderías, después del "mi tu" y del "sanseacabó" y de la madre que nos parió, siga habiendo jóvenes universitarios haciendo bromas en privado con romperles las bragas a las jóvenas universitarias y siga habiendo personas que se autoperciben mujeres haciendo listas de buenorros musculados en otras conversaciones privadas en las cafeterías de la facultad. Nunca se había visto tal cosa.

Recuerdo en mi época, que a todos nos gustaba la Juana, y todos los chicos nos reuníamos en jaimas en el césped de la universidad, y el líder del grupo iba leyendo la lista de chicas sostenibles y afiliadas al Club Woke: "la Marta, Primero de Carrera", "la Loli, Segundo", "la Tomasa, Primero", y todos escuchábamos atentos en silencio hasta escuchar "la Juana", conocida por su compromiso social y por algunos enormes detalles sin importancia, y entonces agitábamos las manitas con ahínco, para mostrar nuestro compromiso de género, resiliencia, sostenibilidad y sororidad con sus escotes. Y el líder, terminada la encuesta, nos sacaba uno a uno a la pizarra de la jaima, canuto en mano, a exponer los motivos de tal interés por la moza:

"A mí me fascina su amor a la diversidad, su compromiso con el cambio climático, lloré el día que se pegó las manos al BMW del concejal de urbanismo, y que se desplaza siempre en bici para no matar el Amazonas, y que se sepa de memoria El Capital de Marx", decía uno. "Yo quiero a Juana porque tras su mirada de cristal reciclado se esconde una luchadora por la defensa de los derechos de los animales, que siempre llora cuando el grande se come al chico en los documentales de National Geographic", otro más bohemio. "Yo no quiero nada de Juana", decía el más listo, "tiene solo 20 años y tal vez aún no ha encontrado su identidad de género, no quiero predisponerla a que le gusten los hombres, ni coartar su percepción personal, tal vez en Tercero de Carrera decida convertirse en Paco y liarse con la compañera Marta, que también es una, grande, y libre, porque ocupa siempre la primera fila en las manifas contra el machismo del trazado de las autovías".

Por no hablar de cuando una chica en la discoteca se acercaba bailándote, que te separabas, te tapabas los ojos y salías corriendo huyendo de la llamada de la carne, que para algo éramos veganos. Y ella, a su vez, si le gustabas, te dejaba una carta con un mechón de pelo de su perrhijo y te decía: "a las cuatro en la entrada del taller de inmigración y solidaridad con el pueblo saharaui", o "a las doce, botellón antifascista en la plaza de siempre, para corear las consignas del partido y acabar con el facherío".

Y, si al fin conseguías la cita, ella se presentaba con burka, y tú ibas vestido con falda, para no reafirmar los estereotipos de género, y conversabais un rato –en presencia de los agentes de género— sobre la importancia de pasarse a la dieta de la mosca frita para salvar el planeta. Al terminar el taller, la manifa y la conversación, cada uno se iba por su lado, y solo os enviábais mensajes indirectamente, previa censura del Ministerio de Igualdad, para evitar caer por error en el flirteo libre, capítulo número 1 del volumen Cultura de la violación que todos los chicos leíamos en la cama antes de echarnos a dormir.

Ahora todo esto se ha perdido. Los chavales de 20 años están enloquecidos y hacen bromas sexuales, sin darse cuenta de que del chascarrillo al pico hay un pequeño paso, y de ahí a vidas arruinadas por el heterofascismo patriarcal hay una décima de segundo. Y las chicas que presencian estas conversaciones se ríen, con todo su papo, sin siquiera levantar al teléfono y preguntarle a Angels Barceló o la Montero o a la Yoli si se pueden reír o no del chiste. Es todo un despropósito. Creo que es urgente triplicar el presupuesto del Ministerio de Igualdad, crear seis observatorios para vigilar de cerca las amenazas sobre lo que los chicos hacen o dejan de hacer con las bragas, excarcelar a otros doscientos violadores, fundar dos institutos para la reeducación de las chicas machistas, abrir un diálogo entre la ONU y la Asamblea Marciana de Género para evitar que esté escándalo sexual arruine nuestra imagen de mundo feminista-woke en Marte, fusilar a Rubiales, operar de cambio de sexo obligatorio a los alumnos del chat de La Rioja, que la RAE elimine del diccionario la palabra machista "bragas", y nombrar a la Jenni directora general de Picos de Europa.

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