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Atrévete con Rubiales, Évole

Sin prejuicios, sin juzgar porque no es tu labor como periodista. Adelante, seguro que también lo llevan al Festival de San Sebastián.

Sin prejuicios, sin juzgar porque no es tu labor como periodista. Adelante, seguro que también lo llevan al Festival de San Sebastián.
Jordi Évole. | Archivo

A mí nunca me han gustado los programas de Jordi Évole, es más, siempre he procurado no verlos de una forma activa, como una toma de posición: no estaba dispuesto a contribuir a hacer el globo más grande, por muy modesta que hubiese sido mi aportación al inflado.

Escribiendo esta columna, además, he recordado el único encuentro que he tenido con él en mi vida, hace muchos años cuando todavía no era Évole sino sólo una especie de personaje llamado "el Follonero". No había llegado a los cielos de la televisión pero eso no le impidió comportarse de una forma extraordinariamente soberbia y maleducada con un periodista modesto allí presente: yo.

Pero créanme que no le guardo ningún rencor por ello: qué pereza después de tantos años. Al contrario, hay un par de cosas que admiro profundamente de él: la primera esa destreza técnica con la que realiza sus cosas, ya no sé si programas o películas; la segunda, su insólita capacidad para marcar la agenda: su programa casi nunca ha sido de los más vistos, pero aún así cuando Évole hablaba de un tema todo el puñetero mundo hablaba de eso. Y durante mucho tiempo, más o menos hasta que una o varias semanas después Évole dictaminaba que ahora tocaba hablar de otra cosa.

Y claro, los temas que nos proponía tenían una cosa en común: programa tras programa lo que Évole ponía encima de la mesa –y la forma en la que lo ponía, por supuesto– interesaban a la izquierda.

Todos los sospechosos habituales de la izquierda han sufrido su ira: las grandes empresas, el PP, la Monarquía, la Iglesia… pero a los suyos no les ha tocado un pelo. Siempre ha nadado a favor de corriente, sabedor de que hiciese lo que hiciese en su contra iba a contar con el respeto –por no decir el pavor– de la derecha política y del mundo empresarial que se publicitaba en sus espacios, no fuesen a decir. Pero al mismo tiempo no ha sacado ni un tema que le haya supuesto un problema con su tribu: jamás ha tenido que enfrentarse a un artículo duro de Escolar, a un reproche de Ferreras en los pasillos de La Sexta, a una verificación de esas que te hace Ana Pastor o, al menos hasta que empezó a hacerle la pelota a Yolanda Díaz, a un tuit acerado de Pablo Iglesias.

No sé, igual este valiente reportero tan valiente, lo que se dice valiente, no es.

Con esa misma comodidad con la que ha tratado temas presuntamente polémicos y escandalizado sólo a aquellos a los que quería escandalizar Évole presenta ahora una entrevista a Josu Ternera en formato de película, por supuesto tan polémica como para ser recibida con todos los honores en ese mismo festival de San Sebastián en el que jamás se pronunció una palabra contra ETA, que no era cosa de buscarse problemas con los chicos de la kale borroka, sólo dos calles más allá.

Una película o cosa que es otro acto de valentía periodística de Évole y que se caracteriza por lo mismo que todos los anteriores: no tocarle ni un pelo al discurso oficial y no molestar lo más mínimo a ese establishment que, tanto en el periodismo como en la cultura y la política, oscila entre la izquierda extrema y la extrema izquierda.

Por supuesto yo no soy quién para decirle a Évole a quién tiene que entrevistar o a quién no, pero sí puedo permitirme, creo, darle un consejo: Jordi, ya que te atreves con un tío que ha ordenado matar a cientos de personas ahora puedes ir más allá y enfrentarte a algo mucho peor, un crimen más horrendo, un pecado mucho más nefando: ten valor y entrevista a Rubiales. Que se sincere ante la agudeza de tus preguntas y tu cámara, que nos dé sus motivos y nos cuente su parte de la historia para que podamos comprenderlo todo. Sin prejuicios, sin juzgar porque no es tu labor como periodista. Adelante, seguro que también lo llevan al Festival de San Sebastián.

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