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Carmelo Jordá

Presidente quizá no, líder sí

La media España que se resiste a ver cómo Sánchez revienta la nación y nuestras libertades va a necesitar políticos que la defiendan.

La media España que se resiste a ver cómo Sánchez revienta la nación y nuestras libertades va a necesitar políticos que la defiendan.
El presidente del Partido Popular y candidato a la investidura, Alberto Núñez Feijóo, interviene en la primera sesión de su debate de investidura a la Presidencia del Gobierno, este martes en el Congreso. | EFE

Feijóo ha dado un muy buen discurso como candidato a la presidencia del Gobierno y, lo que en el trance parlamentario de este martes era tan o más importante, lo ha hecho no sólo con un fondo bastante irreprochable, sino también con una forma impecable.

Es casi seguro –déjenme que me permita ese casi de última esperanza– que Feijóo no logrará la investidura en la primera votación del miércoles, por supuesto, ni tampoco en la del viernes, pero con este discurso se ha consagrado definitivamente como algo más importante: no el líder ya no de la oposición, sino del centroderecha y de la España constitucionalista, más allá de que la gente vote al PP o a otros partidos que existen en este momento y que lo más previsible es que sigan existiendo.

Sí, me ha gustado el discurso de Feijóo. Eso, por supuesto, no quiere decir que esté de acuerdo con todo lo que ha dicho, ni que me parezcan bien todas las políticas que ha propuesto en la segunda parte, más aburrida aunque imprescindible, supongo, en una sesión de investidura.

Es más: es que estoy en contra de alguna de las medidas que ha prometido o propuesto el candidato del PP, pero eso no me parece lo más importante en el día de hoy, lo esencial es que sí estoy al cien por cien de acuerdo en su análisis de la situación extrema a la que se enfrenta nuestro país y en la mayor parte de lo que ha recetado para solucionarla, que se puede resumir en unas pocas palabras: defender una España democrática y de ciudadanos libres e iguales. Una España, vaya, que no esté al servicio de Sánchez ni al albur del capricho racista y lleno de odio de Puigdemont, Junqueras y Otegi.

Mientras, tratando de mostrar su desprecio por Feijóo y por todo lo que no le baile el agua, del Parlamento a la Corona, el presidente del Gobierno en funciones se ha escondido detrás de un personaje tan endeble política y moralmente como Óscar Puente. Hay que reconocer, eso sí, que el exalcalde de Valladolid es el mejor representante posible del PSOE más barriobajero, de baja estofa y de bajo nivel intelectual que el propio Sánchez ha edificado a su imagen y semejanza.

También me ha gustado el Feijóo que ha respondido con contundencia, dureza y no poca retranca a ese ese "diputado por Valladolid" y a su jefe, el inquilino de Moncloa, que han tratado de desquiciarle y arrastrarle a una lucha en el barro. O a esa portavoz de Sumar a la que en contra de lo que podía parecer no ha dejado en ridículo: sólo ha reflejado el ridículo en el que ella misma se había puesto.

Bien está ese parlamentario hábil, sarcástico y duro sin perder las formas, porque la media España que se resiste a ver cómo Sánchez revienta la nación y nuestras libertades va a necesitar políticos que la defiendan. Los ciudadanos podemos protestar y los periodistas escribir o hablar, pero necesitamos líderes en las instituciones y a día de hoy sólo lo pueden ser, por este orden, el propio Feijóo y Abascal. No sé si son los mejores que podríamos desear, seguramente no, pero sí sé que son los que la historia ha puesto ahí en este momento y es una buena noticia que el del PP se haya doctorado. Es casi seguro –e insisto en ese poco racional y ultraoptimista "casi"– que no saldrá como presidente de esta sesión de investidura, pero sí ha salido como líder. Fumata blanca.

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