
Muchas enseñanzas puede aprenderse del debate de investidura. Destaco sólo dos. Por un lado, Núñez Feijóo no sólo ha revalidado su valía y preparación, sino sobre todo ha demostrado que es un líder político capaz de sacar a este partido del callejón sin salida al que lo que está llevando el sanchismo. Excelente fue su discurso y las respuestas a todas la intervenciones constituyen un auténtico manual de pedagogía democrática. Por otro lado, es menester resaltar el silencio de Sánchez. No es un pequeño detalle sino la almendra de lo que se nos viene encima a los españoles que defendemos la democracia. Su silencio no revela por primera vez el comportamiento de un tipo autoritario. Eso ya lo sabíamos. Es el anuncio del endurecimiento de la dictadura que ya padecemos. No extraña, por lo tanto, que este sujeto calle, sino las miles de voces que aplauden no tanto la descortesía de su acción, la primera en la historia de la España democrática, sino una supuesta "legitimidad" del presidente de Gobierno en funciones para llevar a cabo esta tropelía contra la institución central de la democracia en todos los tiempos: el Parlamento. El aplauso a ese silencio, casi generalizado en todas sus terminales mediáticas, asusta al más pintado.
Sí, el "ninguneo" al que ha sometido Sánchez al Parlamento anuncia su dictadura. El Parlamento sigue siendo la institución central de la democracia, porque permite formar y seleccionar los líderes políticos, capaces de controlar y dirigir el aparato burocrático estatal, sin los obstáculos ligados a las jerarquías y vínculos patrimonialistas tradicionales, especialmente, los de corte autoritario y dictatorial. El Parlamento español, elegido mediante el voto popular, ha vuelto a garantizar gracias a la comparecencia de Núñez Feijóo la conexión entre el liderazgo político-democrático y los ciudadanos. No así en el caso de Sánchez, quien ha renunciado a vincularse con sus electores.
Sánchez, en efecto, no sólo ha despreciado al Parlamento, la máxima institución de la democracia, sino también está pisoteando los derechos y las expectativas morales, democráticas de su electores. Personas, que lo votaron para que los representase con decoro, honestidad y dignidad, no han podido oír sus argumentos. Sánchez, sí, ha traicionado a sus electores. Por eso, precisamente, no merece ningún respeto democrático. Estamos ante alguien que ha demostrado una vez que prefiere las formas dictatoriales a las democráticas. En fin, quien calla, como dijo Feijóo, otorga, o sea que está negociando con los separatistas la ruptura de la unidad de España. La cosa es grave, pero es aún más catastrófico el aplauso que ha recibido de los miles de medios de comunicación a su servicio
