
Como no hay mal que por bien no venga, como dijo Franco enigmáticamente cuando la ETA asesinó a Carrero Blanco, el horror del pueblo israelí sirve para poner a nuestro presidente en el sitio que internacionalmente le corresponde, entre la nada y el vacío. Tiene mérito porque el desprecio norteamericano viene tras haberse unido España al coro de países que, junto con los Estados Unidos, reconoce la marroquinidad del Sáhara Occidental. Y más aún porque eso fue lo que hizo Israel, el país agredido hoy por el terrorismo islámico, a cambio de establecer relaciones con Marruecos en el marco de los acuerdos Abraham, patrocinados por el denostado Donald Trump. O sea, que agachamos la cerviz con Marruecos en contra de nuestros intereses porque lo manda Estados Unidos en beneficio de Israel. Y, cuando este país es víctima de un ataque terrorista y lo cabal y acorde con nuestros intereses es apoyarle uniéndonos a todo Occidente, nosotros nos ponemos del lado de los terroristas. Y se supone que todo es porque Sánchez gobierna con los comunistas, que respaldan el terrorismo palestino sin ambages. ¿Y por qué no hizo eso mismo con Marruecos y mantuvo nuestra sempiterna posición de defender el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui? ¿No estaban entonces los comunistas en el Gobierno? Respaldamos causas injustas en contra de nuestros intereses a pesar de los ministros comunistas. Y dejamos de respaldar las justas en contra también de nuestros intereses porque lo dicen los ministros comunistas. Y, a pesar de ponernos al servicio de los intereses de Marruecos porque lo manda Washington, cuando llega el momento de que Biden, no Trump, nos reconozca nuestra disposición a arrastrarnos, los estadounidenses nos ningunean. Lo único que tienen en común estas políticas, la de apoyar Marruecos y a Hamás, abiertamente contradictorias, es que las dos son contrarias al interés nacional.
Es común en la política exterior española defender sólo la que sea conforme a la moral. Es como si los españoles despreciáramos nuestros intereses y queramos que Alguien en el más allá nos reconozca lo buenos que somos. Pero, llega el momento de condenar una agresión terrorista que encima está impulsada por una teocracia que patrocina el terrorismo, tiene por objetivo subvertir el orden mundial y financia a uno de los partidos en el Gobierno y nos ponemos del lado de los terroristas con el argumento de que los agredidos se lo merecen de un modo o de otro y lo justificamos en que hay que mantener la coalición que gobierna. Es el rizo rizado de Sánchez, que no se conforma con defender lo moral en contra de nuestros intereses, sino que quiere defender también lo inmoral en contra también de nuestros intereses. Quizá incluso precisamente por eso, porque de lo que se trata no es ya de ser bueno, sino de hacer todo lo que nos perjudique. Habría que preguntarse cómo es posible que tengamos al frente del Gobierno a un presidente así. Y la insoportable respuesta es: porque lo hemos votado. Y lo volvimos a hacer cuando ya sabíamos quien era.
