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Javier Somalo

Contra la mentira, venga de donde venga

Jóvenes torturados y exhibidos, bebés decapitados… Y nada, no inspira.

Jóvenes torturados y exhibidos, bebés decapitados… Y nada, no inspira.
Imágenes de la Franja de Gaza tras la respuesta de Israel al ataque de Hamás | EFE

Por el "pico" de un indeseable a una futbolista se diseñó un lema mundial —"¡Se acabó!" — que sirve para posar con el ceño fruncido y la rodilla hincada en las canchas. Hasta aquí hemos llegado… con los problemas del primer mundo.

Por el Infierno en la Tierra se reparten condenas con peros en portadas, tertulias y demás órganos de contaminación política. Se ve que ese terror une menos y que se complica tener una frase contundente a mano. Jóvenes torturados y exhibidos, bebés decapitados… Y nada, no inspira.

Hamas no sólo se dedica a matar, el objetivo es hacer sufrir hasta límites insoportables e instalar en la memoria —de todos, también los suyos— el miedo a vivir, el terror insoportable. No hay bebés en las portadas de El País y tampoco gustan demasiado en los programas de televisión. Quizá les resulte sensacionalista e innecesario. O quizá lo vean realmente atroz, algo que estropea los habituales argumentos para la causa.

Dice la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, después de hablar del "apartheid de Israel hacia Palestina", que la violencia hay que condenarla "venga de donde venga" y lo repite marcando cada palabra como para herir más: "Venga-de-donde-venga". Israel no va a decapitar bebés ni a masacrar jóvenes en un festival de música o secuestrar, cámara en mano, a chiquillas con un hilo de vida. Israel nunca va a ser Hamas. La violencia viene de donde viene cuando unos terroristas asesinan, secuestran, torturan y violan a ciudadanos. Y parece que la vicepresidenta viene de donde viene, y va hacia donde va, cuando elige su lugar en este drama: el lado del terror.

Qué esperar de un Gobierno que necesita de terroristas y golpistas —lo son, sin eufemismos— para abrir la persiana cada día. Pero contra la propaganda, sólo cabe insistir en los hechos.

Los mapas de la mentira, la Palestina árabe que nunca existió

Los apenas 22.000 kilómetros cuadrados de Israel molestan sobremanera a los que desean su desaparición, su extinción. No hay Estado Palestino, ni lo ha habido nunca, porque nunca les ha interesado pese a las oportunidades brindadas a costa de Israel. Cuando la propaganda antisemita dibuja los mapas del "conflicto", como bien explica Carmelo Jordá, oculta demasiados detalles, empezando por el tamaño de Jordania, para que la manchita "palestina" sea menguante hasta convertirse en insignificante.

Se oculta también que los repartos malparidos y peor vigilados por el Mandato Británico y la ONU dejaban la mayor parte de Israel en un desierto inhóspito, el Néguev, y se negaban a considerar que no existía ente administrativo o cultural alguno llamado Palestina que fuera de pertenencia u origen árabe. Palestina era Judea y en Palestina había judíos. El Palestine Post, fundado en 1932, defendía la patria judía y, cuando se fundó Israel, cambió su nombre a Jerusalem Post.

Nadie antes de Yaser Arafat, líder de la OLP y primer invento de Naciones Unidas para lavarse las manos, había reclamado que Jerusalén fuera capital. No había una Palestina árabe en sitio alguno. Hoy Palestina se interpreta como lo árabe pero nunca fue sinónimo de árabe ni es, en ningún caso, un territorio ocupado por Israel. Esa "Palestina histórica" que se adjudicó a Jordania y que se redujo a un desierto en el caso de Israel era anterior incluso a la existencia del islam. Las diferentes autoridades que se han arrogado la pertenencia histórica y exclusiva a Palestina no han querido nunca ser un Estado… pero provocaron el ataque a Israel el mismo día de su fundación como Estado, el 14 de mayo de 1948, tras muchos recortes y repartos de Naciones Unidas.

Jordania, Egipto, Siria, Líbano e Irak cayeron sobre el reciente estado sin dejar pasar 24 horas de su nacimiento. Israel se defendió en sandalias, pues sus fuerzas de defensa no eran ni sombra de las actuales. Pero su sentimiento de pertenencia despertó otro de defensa propia que fue expeditivo. Lógicamente Israel tomó territorios para controlar su seguridad. Devolvió casi todo. El Sinaí, Gaza y Cisjordania...

Se habla gratuitamente de "territorios ocupados" al mostrar los mapas menguantes de la propaganda ¿Y qué territorios ocupaba Israel cuando se lanzaron en su contra el mismo día de su fundación? Ninguno, sólo el propio, el que le asignó Naciones Unidas casi en medio de la nada. Pero eso ya era una ocupación ilegal para los países árabes circundantes porque Israel en sí mismo, era (y es) intolerable. En 1948 los árabes no tenían que liberar territorio alguno, sólo impedir que Israel llegara a una tierra que no quieren compartir ni tampoco desarrollar. Por cierto, en el momento de la fundación de Israel, 800.000 judíos fueron expulsados de países árabes.

Hamas, fábrica de muertos para una causa vacía

Palestina, más bien la OLP, luego la ANP y, sin duda, Hamas, forjaron y forzaron mártires para fabricar esa causa inexistente, la palestina, que no es otra que la causa de los intereses contra Israel.

A Hamas y a Hezbolá —financiado y entrenado por Irán— no les importa la vida de los que consideran suyos (¿árabes?, ¿palestinos?) cuando la exponen como escudo. Luego exhiben muertos en el mercado del dolor. Eso, cuando no fingen la misma muerte, como se ha demostrado con imágenes que ellos no pudieron controlar. A esa mentira se le llamó acertadamente Pallywood, el Hollywood de Palestina, y muchos medios de comunicación europeos con los principios y valores exclusivamente ubicados en cuentas corrientes han contribuido activamente a ello. En esta casa hemos dado cumplida batalla contra esa mentira de muertos muy vivos, ambulancias de atrezo y duelos de teatro. Diez segundos de telediario bastan para llenar una causa vacía. En resumen, son ellos los que ponen distintos precios a la vida humana, que es la lógica del que la desprecia.

Israel quiere acabar con Hamas y tiene derecho a hacerlo. Es, además, su deber. Israel no busca segar vidas de hombres, mujeres y niños, individuos únicos. Eso lo hacen los que nunca quisieron ser una comunidad real, un Estado normal que pueda compartir fronteras. Es lo que en Jartum (1967) se conoció como "los tres noes". No al reconocimiento de Israel, no a la paz y no a las negociaciones. Pese a que las tres negaciones se superarían por parte de muchos países árabes, sigue siendo el código único de Hamas, el del reciente ataque.

Y para seguir en esa negativa y alimentar el nacionalismo artificial hay que provocar a Israel cada cierto tiempo: fomentando el miedo y el odio a Israel se oculta el miedo y el odio a Hamas entre la población sometida a su yugo. Porque son muchos los que preferirían seguir trabajando en Israel sin temor a represalias, reconociendo a un país vecino seguro y viviendo en un país propio, también seguro.

Israel avisa, no busca daños a la población civil. El discutido Roof Knocking (tocar el tejado o llamar desde del tejado) consiste en avisar de un ataque inminente mediante disparos que impactan en los tejados. Comprobado el desalojo, normalmente a través de drones, se ataca el edificio en cuestión porque ya ha sido señalado como objetivo por contener armas o esconder a terroristas. No hay "bajas cero", eso es imposible, pero Israel sí preserva la vida ajena inocente. Antes de esta y otras sofisticadas técnicas de explosiones controladas, se han usado otras aparentemente más simples como envíos masivos de correos electrónicos, lanzamiento de millones de octavillas o cientos de miles de llamadas telefónicas fruto de una intensa labor de inteligencia que conoce la táctica de escudo humano usada por el enemigo. Hospitales, escuelas, edificios públicos y todos los inmuebles posibles son advertidos si aparecen como posible objetivo o cerca de un objetivo. Hamas, definitivamente, pone los muertos en ambos lados.

Hamas mata israelíes, palestinos, árabes. Hamas mata personas. Lanza a discapacitados psíquicos con chalecos bomba contra puestos de control fronterizo, construye y administra túneles de tráfico de armas, instala baterías de fuego en hospitales y escuelas. Impide los desalojos. Su mejor ejército está desarmado, su escudo es la vida ajena. Hamas desprecia la vida.

La Mentira a todas horas

Contra Israel todo es mentira salvo el odio. Los mapas son mentira, las negociaciones son mentira, hasta algunos muertos, los de Pallywood, son mentira o, peor, no son muertos achacables a Israel. Nada de esto es nuevo ni debe extrañar cuando todavía se da crédito a los Protocolos de los Sabios de Sion, un escandaloso y grosero plagio de una novela satírica francesa de finales del XIX —Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, de Maurice Joly— adaptada contra los judíos ya en 1902 como gran alegato antisemita y que sirvió de inspiración a Hitler. Y a tantos más…

La peor batalla se librará contra la Mentira. Nada de lo que haga Hamas —lo llamarán Palestina o pueblo palestino— será interpretado como un ataque. Todo lo que se defienda Israel será un genocidio. Y cuando no haga nada será un apartheid. En todas partes del mundo la lucha será desigual por ese sencillo motivo. Es el odio a Israel, el antisemitismo que no merece lemas, protestas ni golpes de pecho.

En España, tan acostumbrada a la mentira, asistimos al intento de formación de Gobierno entre socialistas, separatistas que han perpetrado un golpe de Estado, miembros de una banda terrorista y comunistas que lucen un "pañuelo tejido por mujeres palestinas en la ciudad de Hebrón". Todos, además, odian a Israel.

Quizá hasta ese pañuelo que lució Ione Belarra encierre un mensaje. Fue en Hebrón, en agosto de 1929, donde comenzó una matanza de judíos a manos de árabes instigados por el inspirador de Hitler, el Gran Muftí de Jerusalén. Los atacaron en sus casas, en sinagogas, mientras descansaban, a cuchilladas. Hombres, mujeres, ancianos y niños. El pogromo se extendió a varias ciudades. Murieron asesinados 135 judíos y varios cientos más resultaron heridos. Ocurrió bajo el denominado Mandato Británico de Palestina, el que redujo a lo mínimo posible el tamaño de la tierra de Israel. Estaba por llegar la Shoá, el Holocausto que se llevó por delante cerca de seis millones de vidas de judíos.

"Venga de donde venga", dice nuestra vicepresidenta.

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