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Agapito Maestre

Las dudas de un aprendiz de dictador

España está tocada por la parca que conforman el separatismo, el nacionalismo, el comunismo y el socialismo.

España está tocada por la parca que conforman el separatismo, el nacionalismo, el comunismo y el socialismo.
Pedro Sánchez | Europa Press

El país, España, está patas arriba. El separatismo, el terrorismo y la violencia contra la unidad de la Nación han llevado a España al borde del precipicio. Sobra citar los motivos y las razones que justifican esa afirmación, pero hay uno imprescindible para entender la tragedia de la democracia española, a saber, la entera casta política en su totalidad ha fracasado. Ha convertido al pueblo, al sagrado pueblo español, en un gentío incapaz de entender todo lo que lleva adentro la palabra Nación, España.

Sí, cuando todo un país depende de la decisión que tome un hombre, un político profesional sin otro oficio que vivir de la mala "administración de las cosas", es que la cosa está muy mal. Sí, cuando todas las instituciones de España dependen de alguien como Pedro Sánchez, que ha sido incapaz de auto-limitarse, de ponerse frenos en el ejercicio del poder en general, y del gobierno de los hombres en particular, es que la unidad de España está más que puesta en cuestión. Está tocada por la parca que conforman el separatismo, el nacionalismo, el comunismo y el socialismo. Sí, cuando un analista político, cualquiera que sea sus preferencias intelectuales y políticas, tiene que estudiar la estructura psicológica del presidente de un Gobierno en funciones para hacer un diagnóstico de la situación política, es que las estructuras institucionales y los resortes morales de la nación no funcionan, o peor, están todas al servicio de Sánchez.

Creo que salvo la Jefatura del Estado, ninguna otra institución, incluidos todos los partidos políticos, están a salvo de la contaminación sanchista-separatista, filoterrorista, de dar por muerta la Nación española. He ahí el problema: ¿cómo salir, enfrentar y superar las dudas de Sánchez, más propias de un aprendiz de dictador que de un político al servicio de su país?, ¿cómo liberarse de alguien que el destino fatal, terrible, de una nación sin elites políticas dignas de este nombre, ha puesto ahí para eliminar la principal fuerza de España: su unidad territorial y espiritual? Pocos ven la salida a esos interrogantes, entre otras razones, porque aún son menos los que ven con claridad y precisión el problema. Por eso, precisamente, no hay un solo honrado analista político que deje de mirar la estructura mental de este individuo. Todo depende, en efecto, del humor de un señor que apenas ha tomado en su vida una medida política, una decisión, que no sea en su provecho propio.

La agónica cuestión es una tragedia nacional: ¿cómo una democracia, un país entero, puede haber caído tan bajo que depende de la decisión de un hombre sin escrúpulos democráticos como Sánchez? Esto no es una anomalía democrática. Es un país sin cerebro y sin moral. Y, sin embargo, hay millones de españoles que aún esperan una decisión sensata de Sánchez, por ejemplo, que convoque elecciones anticipadas. Quizá no sepan dónde están, o peor, están tan desesperados que se agarran a quien les quita el suelo para vivir como ciudadanos de España. Sea como fuere, parece que las negociaciones de Sánchez con los separatistas, terroristas y comunistas le han hecho temblar su ánimo. Y sus piernas. Es como si se sintiera perdido entre la selva separatista. Sin saber por dónde tirar. Y de esa duda, de ese miedo o canguelo, depende todo el presente y el futuro de España. ¡Terrible

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