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Siete monedas de plata

Sánchez va a hacer el negocio de las cabras. Al tiempo.

Sánchez va a hacer el negocio de las cabras. Al tiempo.
Carles Puigdemont y el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, en Bruselas EFE/ Psoe | EFE

El presidente Sánchez y el president Puigdemont (aquí ya no hay más president que ese tras la foto en Bruselas con el pobre mandado de Cerdán), en el fondo, encarnan a dos profesionales de la política muy parecidos entre sí. Sin grandes convicciones ideológicas ninguno de los dos (el independentismo de Puigdemont resulta puramente visceral, un impulso tan sanguíneo como básico) y portadores por igual de un muy somero bagaje formativo y libresco, el rasgo compartido que distingue a ambos de otros muchos dirigentes del montón es la definitiva audacia táctica, un gusto por el riesgo que puede no sólo acercarlos muchas veces a la frontera misma de lo temerario, sino que incluso los empuja a traspasarla de modo ocasional.

El presidente y el president no le hacen ascos al peligroso deporte de jugar a la ruleta rusa. Ninguno. Y es que uno y otro resultan ser, al margen y por encima de cualquier otra consideración, oportunistas en el sentido químicamente puro del término. Cada cual por su lado, no habrían llegado a donde han llegado en la vida si su común carácter fuese otro. Y de ahí acaso el que no les haya resultado tan difícil acabar entendiéndose. Pero a los que nacen jugadores, jugadores compulsivos, como el presidente y el president, les ocurre lo mismo que a esos otros que alguna vez fueron curas o comunistas, que también lo seguirán siendo para el resto de sus días aunque por el camino pierdan la fe, rompan el carnet y dejen los hábitos.

No habrá pasado ni un cuarto de hora desde el instante en que los diputados de Junts paguen sus siete monedas de plata al candidato Sánchez, ni un cuarto de hora, y ya estarán intentando engañarse de nuevo. Dentro de menos de un año habrá elecciones domésticas en Cataluña. Y el ego de Puigdemont, a diferencia del de fray Junqueras, no soportaría que le gritasen botifler por la calle. Pero se lo gritarán, y con absoluta seguridad, si no hay referéndum. Entonces romperá la baraja. Sánchez va a hacer el negocio de las cabras. Al tiempo.

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