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EDITORIAL

Sánchez está dispuesto a todo (y Armengol también)

Pedro Sánchez está dispuesto a todo y ya actúa como un autócrata que, en lugar de gobernar, se dedica a atacar a los que se le oponen.

Tras la primera jornada de esta sesión de investidura no queda ninguna duda –si es que había alguna– de que Pedro Sánchez está dispuesto a todo y ya actúa como un autócrata que, en lugar de gobernar, se dedica a atacar a los que se le oponen.

Sus discursos han sido, con toda probabilidad, los más lamentables que ningún candidato a la presidencia del Gobierno haya pronunciado nunca en una sesión de investidura. El líder del PSOE ha dedicado la mayor parte de su primera intervención a hacer lo que hacen los dictadores: oposición a la oposición y ha insultado en docenas de ocasiones a sus rivales políticos, calificándolos de extrema derecha, homófobos, machistas, racistas, negacionistas, retrógrados…

Sánchez ha tardado más de una hora en mencionar a Cataluña y la ley de amnistía que le permitirá seguir como presidente y que ha levantado todas las alarmas en el Poder Judicial, ha pasado de puntillas sobre su propio programa de Gobierno y se ha limitado, más allá de algunas referencias muy genéricas y vagas a ocho grandes compromisos, a postularse como último valladar frente a la supuesta irrupción de la extrema derecha. Y, encima, después ha recriminado a Feijóo que no presentase ideas y alternativas.

Todo con la actitud chulesca e irrespetuosa que le caracteriza, pero que hoy ha llevado a un nuevo nivel, pretendiendo ridiculizar a Feijóo en lugar de debatir con él y directamente negándose a responder a Abascal. Sánchez desprecia a sus rivales porque es incapaz de defenderse con argumentos, así que lo hace con chascarrillos, presuntos chistes y un aire de superioridad que, ciertamente, sólo tiene asiento en su arrogancia: en eso sí que es superior a cualquier diputado.

El escándalo de Armengol

Pero si el papel de Sánchez ha sido lamentable, probablemente aún ha sido peor el de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, que ha decidido que no es necesario ni tan siquiera disimular un poco su papel de correa de transmisión de los caprichos de Sánchez.

La presidenta socialista del Congreso ha demostrado que, por encima del papel institucional que debería cumplir, va a ser la esbirra del presidente del Ejecutivo. De hecho, ya lo ha sido antes de esta sesión, manejando los tiempos de la propia convocatoria al antojo del candidato, en contraste con cómo le impuso a Feijóo un día concreto, pero durante la jornada de este miércoles su parcialidad ha sido sonrojante.

En primer lugar cuando ha tratado de recortar la intervención de Feijóo, lo que el popular le ha reprochado con acierto pidiéndole "el mismo tiempo que tuvo Oscar Puente en mi investidura", con lo que la presidenta del Congreso ha tenido que callarse tras quedar en tan espantoso ridículo. Luego, en la contrarréplica, ha llegado a apagar el micrófono del popular cuando le quedaban unas pocas frases, en una falta de cortesía parlamentaria insólita.

Y en segundo y mucho más grave, la forma de boicotear a Santiago Abascal, censurando su discurso y eliminando frases y expresiones del Diario de Sesiones. Como bien ha dicho el de Vox, qué mejor prueba de que estamos ante un golpe antidemocrático que el hecho de que "ya ni los diputados tienen libertad de expresión en la tribuna de oradores del Congreso".

El discurso de Abascal ha sido duro en el fondo y en la forma, es cierto, pero no sólo tiene razón en la mayor parte de lo que ha dicho, sino que tendría todo el derecho a pensarlo y a decirlo aunque estuviese equivocado. De hecho, ni Armengol ni los socialistas que la han precedido en el cargo han cortado jamás los discursos de los separatistas o de radicales como los de miembros de Podemos, que en no pocas ocasiones han sido mucho más cuestionables desde el punto de vista de esos valores democráticos que Armengol dice defender, aunque en realidad sólo defiende a su amo. Es más, este mismo miércoles, sólo unas horas después, Armengol ha permanecindo en silencio y le ha permitido a Rufián saltarse a la torera el reglamento, insultar al poder judicial y al juez García Castellón.

Tras el atropello de Armengol, Vox ha decidido abandonar el hemiciclo y lo cierto es una respuesta a la altura del calibre de la agresión recibida y una forma de evidenciar que lo que ha ocurrido, y con toda probabilidad va a seguir ocurriendo, no es algo normal en una democracia.

Gran papel de Feijóo

Por último, en la parte positiva de lo ocurrido en esta jornada parlamentaria hay que apuntar sin duda alguna las excelentes intervenciones del propio Abascal y, sobre todo, de Alberto Núñez Feijóo, que ha estado brillante desmontando la impostura de Sánchez y transmitiendo a los españoles el momento excepcionalmente grave que vive nuestra democracia.

El popular ha estado muy bien tanto en el fondo como en la forma y, sobre todo, ha asumido el papel de líder de la resistencia democrática, que es efectivamente el que la historia le ha reservado. Feijóo se ha desprendido por fin del mito del "PSOE bueno", ha preparado a los españoles para la lucha por la libertad que vamos a tener que afrontar a todos los niveles y se ha posicionado inequívocamente a la cabeza de esa España que se resiste a perder su democracia y su nación.

La intervención de Feijó y la conciencia que por fin transmite el centro derecha de entender la verdadera naturaleza de lo que está ocurriendo, permiten mantener cierta esperanza sobre el futuro a pesar del momento tan grave que vive la Nación española.

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