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EDITORIAL

Sánchez quiere expulsar a España de Occidente

No puede haber otra explicación para la obcecación y la reincidencia de Pedro Sánchez en un asunto que objetivamente es perjudicial para España.

Como en su infinita arrogancia ha admitido el propio presidente del Gobierno en Televisión Española este jueves, los que no han reconocido a día de hoy al Estado palestino "básicamente somos países que estamos en la órbita occidental". Es innegable que con su recién estrenado empeño en llevar a cabo ese reconocimiento de forma unilateral –otra cosa que no estaba en el programa del PSOE, por cierto– pretende, precisamente, sacar a España de esa "órbita occidental".

No puede haber otra explicación para la obcecación y la reincidencia de Pedro Sánchez en un asunto que objetivamente es perjudicial para España y en el que, además, la cruda realidad es que tampoco puede suponer ninguna mejora real para los palestinos, especialmente aquellos que no estén con Hamás, el único beneficiario de estas andanadas antiisraelíes.

Y es que el proyecto político de Sánchez no es el de una democracia occidental y, por tanto, el ámbito geoestratégico que le es propio no es el de las democracias liberales entre las que España se encontraba instalada desde 1978. En este sentido, hay que reconocerle que es totalmente coherente, aunque implique una renuncia de la que quizá ni él mismo es consciente: del Sánchez que se veía a sí mismo como un puntal fundamental de la Unión Europea hemos pasado en sólo unos meses a un líder del altermundismo en el estilo de Castro, Maduro o Gadafi, solo que sin llevar, al menos por ahora, uniforme militar.

Habrá quién critique la dura reacción israelí a estas últimas declaraciones de Sánchez y seguro que el PSOE y sus altavoces mediáticos tachan de antipatriotas a los que digamos lo contrario, pero la verdad es que las palabras del presidente del Gobierno son, una vez más, completamente intolerables, las pronuncia en un tono extremadamente agresivo y, encima, llueve sobre mojado: tras desatar una crisis diplomática de calado ha repetido prácticamente punto por punto el guión de sus inaceptables intervenciones desde Israel y Egipto.

El gobierno israelí ha llamado a consultas a su embajadora, un gesto muy duro en el ámbito diplomático, pero es que Sánchez ha puesto en duda, es decir, en la práctica ha negado, que Israel esté cumpliendo las leyes internacionales en su conflicto con Hamás. Es una acusación extremadamente grave que no se puede hacer sin aportar ninguna prueba y que el presidente del Gobierno lanza con la misma ligereza con la que critica a cualquier rival político en España, olvidando que las relaciones internacionales son otro mundo y el papel institucional que debe representar.

Por si fuera poco, en esta ocasión, a la inmoralidad básica con la que Pedro Sánchez se está conduciendo en este asunto hay que añadirle algo que es difícil decir si es mera torpeza o una muestra especialmente grosera de la increíble insensibilidad del presidente, que ha calificado como una "anécdota" que tuviese que ver una película "de veinte minutos" con los crímenes perpetrados por Hamás el 7 de octubre, algo que es obvio que le ha parecido una incomodidad y, por la forma en la que se expresaba, casi como una falta de cortesía de los israelíes. Es difícil imaginar un comportamiento más canallesco.

El verdadero problema de fondo, por supuesto, no es que Sánchez se desprestigie a sí mismo, es que está desprestigiando a España. Sin entrar a valorar la profunda inmoralidad de su comportamiento, lo grave es que en su huida hacia delante para mantenerse el poder está rompiendo cosas vitales para este país, como la relación con un país que es clave en el escenario de la seguridad global, que tiene como gran aliado a Estados Unidos y que, encima, está empezando a tener relaciones con países como Marruecos, con lo que eso puede suponer a medio plazo.

Sánchez quiere sacar a España de Occidente para encontrar apoyo para su golpe y un papel estelar para sí mismo y su inmenso ego, lo malo es que el inmenso coste que eso va a suponer lo pagaremos entre todos.

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