
El documento oficial al que le tengo más cariño no es ninguno de mis títulos académicos, mi testamento o mi carnet madridista sino el que se dignaron otorgarme en el Ejército y que en mayúsculas proclama: "INÚTIL TOTAL". No solo no me ofende, sino que en su momento fue motivo de gran envidia entre amigos, familiares y demás conocidos. Todavía existía la "mili" obligatoria, pero las cinco dioptrías en cada ojo me convertían en un peligro público con un fusil en la mano. Era, ciertamente, un inútil total para el régimen militar, pero me lo tomé como una descripción factual en lugar de como una ofensa irremediable.
Recordé mi más querido título cuando en una de las innumerables charlas sobre la Constitución a propósito de tan señalada efeméride un miembro del público preguntó cuándo se iba a reformar para cambiar "disminuido" por "discapacitado" (artículo 49). Hubo un murmullo de asentimiento y satisfacción en la sala ante tal declaración de empatía y solidaridad. El conferenciante se manifestó completamente a favor de la propuesta. Lo gracioso de la situación es que seguramente solo había un disminuido, minusválido y discapacitado "oficial" en el lugar (táchese lo que le dé más rabia o deje todos como sinónimos), yo. Y no veo ninguna necesidad en dicho cambio cosmético en la Constitución.
Además de inútil sería hipócrita. El PSOE se muestra partidario de dicho cambio terminológico, pero se niega a ayudar a los enfermos de ELA o a aumentar las partidas presupuestarias para que los que están en situación terminal con grandes dolores físicos y psíquicos no tengan que optar por la eutanasia. Cambiar "disminuido" por "discapacitado" solo sirve para que los diputados de turno se aplaudan a sí mismos, cuando lo que deberían estar haciendo es recortando gastos superfluos (la mitad del gabinete de Sánchez, tres cuartas partes de sus asesores y la totalidad de sus comisarios políticos en RTVE) y ayudando a las personas que de verdad lo necesitan (que no son Xabier Fortes y Silvia Intxaurrondo por muy bien que masajeen al presidente que los ha colocado ahí).
Así que petición buenista, inútil e hipócrita. También estúpida. Porque en el futuro se considerará ofensivo el término "discapacitado". De hecho, la concienciada propuesta llega tarde porque "discapacitado" ya se considera insultante y ahora se defiende que lo lingüísticamente correcto es "persona con discapacidad". Que no es otra cosa que "discapacitado" pero rizando el eufemismo. Los más cursis pretenden eliminar la discapacidad en cuestión con circunloquios al estilo de "diversidad funcional" o "capacidades diferentes".
No solo es una medida inútil, hipócrita y estúpida: también es peligrosa. Está creciendo una ideología de la victimización que lleva a defender que los discapacitados no sufren ni padecen una discapacidad, sino que existe una cultura asociada a la discapacidad. Si por algún milagro mañana no tuviese miopía de manera que me convirtiese en un "útil total" lo celebraría como si hubiese ganado una Liga el Granada CF. Por otro lado, nada más emocionante que los vídeos en YouTube en los que bebés sordos de nacimiento pueden escuchar por primera vez a sus padres después de un implante coclear, o cuando una persona mayor que ha visto toda su vida en blanco y negro (acromatopsia) puede ver el mundo en flamantes colores gracias a unas gafas. Si unos padres se negaran a que un hijo recién nacido que fuese sordo se beneficiara de una mejora tecnológica que le permitiese oír deberían ser sometidos al mismo tipo de tutela judicial que los testigos de Jehová que no aceptan transfusiones de sangre, o los padres que pretenden someter a sus hijas a una ablación del clítoris.
Por último, esta petición es superficial en la forma pero corrosiva en el fondo. Supone un paso más en la extensión del lenguaje inclusivo, una degeneración del idioma que es un síntoma de mentes débiles tanto por su asimilación al rebaño como por el modo en el que sustituyen ideas de verdad por clichés lingüísticos. Usar estos eufemismos es una patética renuncia a no llamar a las cosas por su nombre, como si hubiera que evitar determinados términos para que de forma mágica desaparecieran las discapacidades y los disminuidos dejáramos de serlo.
Esta petición buenista, por tanto, es inútil, hipócrita, estúpida, peligrosa y superficial a fuer de corrosiva. Lo peor de todo es que es errónea. Porque supone que el lenguaje configura el pensamiento, determinándolo. De modo que cambiando la lengua se podrá cambiar la realidad. A pesar de ser una teoría ampliamente refutada sigue contando con el respaldo de los fans del mito de la tabla rasa, del dogma de la ingeniería social y del fraude de lo políticamente correcto. Tan descriptivo y digno es disminuido como discapacitado o persona con disminución o discapacidad (incluso, ya que estamos, "con diversidad funcional"). Lo que importa es la intención y el sentido con los que se usan estas expresiones de modo que vayan asociadas al respeto y el reconocimiento. Sobre todo, lo que es relevante es que se tomen medidas para que aquellos que las sufrimos contemos con los medios adecuados dentro de lo posible para que supongan el menor menoscabo en nuestras vidas. El resto es inútil total.
