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Cristina Losada

Ir por el mundo llamando nazi a la gente

Ya sabemos que aquí se atreve. Pero, ¿en Europa? ¿Contra los alemanes? Trazar cualquier comparación, y Sánchez lo hizo, es una banalización insoportable.

Ya sabemos que aquí se atreve. Pero, ¿en Europa? ¿Contra los alemanes? Trazar cualquier comparación, y Sánchez lo hizo, es una banalización insoportable.
Pedro Sánchez durante su comparecencia en Estrasburgo. | EFE

Desapareció el jefe del Gobierno de la presentación de su ley de Amnistía en el Congreso, porque es tan importante para la convivencia que prefirió ausentarse, y apareció muchas horas después en Estrasburgo para defender esa ley con el más grotesco de los ataques contra el presidente del Partido Popular Europeo. No atacó a Manfred Weber con argumentos políticos ni con un mínimo sentido diplomático. Lo que hizo, para asombro de los que aún tienen capacidad de asombro con el hombre, fue echarle encima la cruz gamada. Como si tal cosa. Bajo la cobertura de una pregunta, lo que hizo fue acusar a Weber de apuntarse eventualmente a un "plan" para reinstalar los nombres de los líderes del Tercer Reich en "las calles y plazas de Berlín". Y no sólo. Su ataque a Weber es un sucio ataque a los alemanes: por ser alemán, le llama nazi.

Sánchez no improvisó. Lo llevaba escrito. ¿A quién se le pudo ocurrir? Trasladar al foro europeo, a la Eurocámara, la retórica delirante que han instaurado en el debate político español, tiene el mismo efecto que ver a un beodo en pleno desbarre en un salón lleno de gente sobria. Se han acostumbrado a llamar ultra, fascista o franquista a cualquier oponente en España. Pensarán, si piensan, que se puede ir a las instituciones democráticas de Europa a insinuar acusaciones de nazismo contra políticos respetables de partidos que son pilares del sistema democrático en países clave de la Unión. ¿Cómo se atreve Sánchez? Ya sabemos que aquí se atreve. Pero, ¿en Europa? ¿Contra los alemanes? Cuando los socialistas españoles aún no sabían qué era la memoria histórica ni les importaba, los alemanes ya llevaban décadas encarando su pasado terrible, mucho más terrible que el nuestro, por cierto. Trazar cualquier comparación, y Sánchez lo hizo, es una banalización insoportable. Pero también a esa banalización está dispuesto. Tras su visita a Israel, quedó claro.

El presidente fue abroncado en Estrasburgo por portavoces del Partido Popular Europeo por su ley de Amnistía, por el quebranto a la división de poderes, por asumir el lawfare, por descuidar la presidencia europea: nada de esto pudo ser de su gusto. En el foro europeo era el niño bonito para quien todo eran parabienes. Sánchez es de los apparátchik que aprenden a comportarse en el exterior como buenos chicos, educados, corteses y complacientes, que no rompen un plato y siempre hacen la pelota a quien hay que hacérsela. En Europa se sorprendían de que en España tuviera tanta oposición: ¡parece tan modélico! No conocían la cara oculta. La acaban de ver por el ojo de la cerradura. Ignorante de la "ley de Godwin" (cuando uno de los participantes en una discusión menciona sin justificación a Hitler o a los nazis, pierde inmediatamente la discusión), se lanzó a una práctica propia del submundo de las redes sociales. Sólo la aplauden ahí, entre troles, fanáticos e ignorantes. Más los que llevan el aplauso en el sueldo.

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