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Javier Arias Borque

El problema de Occidente con su capacidad militar: su industria de defensa no cubre las nuevas necesidades

Tanto Estados Unidos como el resto de países de la OTAN tendrían muchos problemas para afrontar en estos momentos un conflicto bélico convencional de larga intensidad

Tanto Estados Unidos como el resto de países de la OTAN tendrían muchos problemas para afrontar en estos momentos un conflicto bélico convencional de larga intensidad
Tropas ucranianas disparan artillería hacia posiciones rusas. | Madeleine Kelly / SOPA Images via / DPA

La guerra de Ucrania ha supuesto un importante coscorrón para buena parte de los países de Occidente. Convencidos durante décadas de que difícilmente se verían involucrados en nuevos conflictos bélicos convencionales, de que el uso que requerirían hacer a medio y largo plazo de sus Fuerzas Armadas, más allá del efecto disuasión, se centraría en conflictos híbridos, hizo que desplomaran de manera importante su inversión en Defensa.

Se miró con indiferencia política el hecho de que los ejércitos occidentales fueran perdiendo capacidades. La OTAN, presionada por los Estados Unidos de Barack Obama, consiguió en 2014, en la Cumbre de Cardiff, que los países de la alianza se comprometieran a alcanzar en una década una inversión de al menos el 2 por ciento de su PIB en Defensa. La realidad, es que hasta la guerra de Ucrania apenas un puñado de socios cumplía con este acuerdo.

Como no podía ser de otro modo, la industria de Defensa occidental se fue adaptando a esas décadas de baja inversión en Defensa. Cerraron algunas de sus líneas de producción. Dejaron que se jubilaran trabajadores con una amplia experiencia o despidieron a los que sobraban al paso que iban disminuyendo los pedidos. Dicho de otra forma, se adaptaron al escaso gasto que hacían los países para seguir siendo rentables y sobrevivir.

La guerra de Ucrania ha dado un golpe importante sobre el tablero. Ha demostrado que los conflictos convencionales siguen tan vivos como antaño. Toca recuperar las capacidades perdidas y reorganizar las reservas estratégicas de armamento, que muchos países habían ido disminuyendo paulatinamente, muchas veces al ritmo que iban quedando obsoletas las municiones, misiles o equipos de combate. Y aquí empieza el problema.

Los países occidentales tratan de rearmarse y recuperar las capacidades perdidas y, al mismo tiempo, suministrar el suficiente material militar a Ucrania para que siga su lucha por liberar su territorio soberano del invasor ruso. Pero claro, la industria de Defensa no está preparada para hacer frente a unos pedidos que sobrepasan de forma importante sus capacidades de producción. La munición, por ejemplo, está siendo un gran problema.

Por si fuera poco, el ataque terrorista llevado a cabo por Hamás contra el sur de Israel el 7 de octubre pasado, y la consecuente operación militar que el país hebreo está realizando en la Franja de Gaza para tratar de destruir al grupo terrorista, ha supuesto una nueva presión sobre la industria de Defensa, que se ve incapaz de suministrar al mismo tiempo el material necesario para dos conflictos y la actualización de capacidades de los países occidentales.

El último análisis del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), sobre la facturación y beneficios de las principales empresas mundiales de armamento en 2022, deja claro que "muchas empresas estadounidenses y europeas no pudieron aumentar significativamente su capacidad de producción debido a la escasez de mano de obra, el aumento de los costes y las interrupciones en la cadena de suministro".

La directora del Programa de Gasto Militar y Producción de Armas del SIPRI, la francesa Lucie Béraud-Sudreau, ha considerado que "se encontraron con obstáculos para adaptarse a la producción que requiere la guerra de alta intensidad", algo que salvaron, por ejemplo, las empresas de armamento de Asia y Oceanía. Y señala especialmente a Corea del Sur, un país que ha entrado con fuerza en el mercado de la defensa europeo de la mano de Polonia.

Fuentes del Departamento de Defensa de Estados Unidos expusieron hace unas semanas con cifras a la CNN cómo estaba la situación en su país. Antes de la guerra en Ucrania, su industria producía unos 15.000 proyectiles de artillería de 155mm al mes, aunque se ha conseguido doblarla hasta los 30.000 proyectiles mensuales. Sin embargo, Ucrania está empleando en estos momentos en su ofensiva para expulsar a las tropas de Moscú de su territorio entre 60.000 y 90.000 proyectiles mensuales. Las reservas se están vaciando rápidamente.

El reto estadounidense es dar un salto y situarse durante 2024 en la fabricación de cerca de 70.000 proyectiles mensuales de 155mm para abastecerse a sí mismos y a las necesidades ucranianas. En Europa la situación está igualmente complicada. No hay datos de fabricación, pero son varios los concursos nacionales que han quedado desiertos por no haber fabricante que pueda afrontarlos en estos momentos, al tener que cubrir las peticiones ucranianas. Y también se están agotando las reservas con suma rapidez.

El problema no es sólo con los proyectiles de artillería de 155mm, sino que se traslada también a otros sistemas de armas como misiles, equipos de combate, vehículos blindados, carros de combate… Lo que ha quedado claro es que tanto Estados Unidos como el resto de países de la OTAN tendrían muchísimos problemas para afrontar en estos momentos un conflicto bélico convencional de larga intensidad.

Una conclusión que ya era conocida. Basta retrotraerse al ejercicio conjunto simulado de guerra de alta intensidad que realizaron en marzo de 2021 por Estados Unidos, Francia y Reino Unido, menos de un año antes de la guerra de Ucrania. El Ejército británico agotó sus reservas estratégicas de munición en ocho días, cuando la simulación contemplaba que ese conflicto de alta intensidad se alargase al menos durante diez jornadas.

Frente a esto está la situación de países como Rusia o China, las grandes amenazas militares para Occidente. Su producción armamentística no se conoce y, de lo que filtran, prácticamente la gran mayoría serán mentiras propagandísticas destinadas a confundir a Occidente. Pero sí se sabe que, casi dos años después de iniciada la guerra en Ucrania, Rusia pese a haber bajado el ritmo sigue disparando cantidades de munición que pueden doblar o triplicar la empleada por Ucrania y que le está sirviendo para mantener el terreno conquistado.

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