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Javier Arias Borque

La entrada de Suecia en la OTAN, el último desastre para Putin de la guerra de Ucrania

La campaña rusa en Ucrania ha ayudado a los OTAN a reencontrarse a sí misma e, incluso, a aumentar su número de aliados.

La campaña rusa en Ucrania ha ayudado a los OTAN a reencontrarse a sí misma e, incluso, a aumentar su número de aliados.
Vladimir Putin, presidente de Rusia. | EFE

Rusia decidió en algún momento de 2021 que dar luz verde a la invasión militar de Ucrania iba a ser una buena idea. Partiese de Vladimir Putin o de los estrategas del Kremlin que le rodean, cada día queda más claro que el inicio de la ocupación ucraniana iniciada en febrero de 2022 tras meses de preparación se está convirtiendo en un desastre. Sólo la debilidad de las sociedades occidentales puede darle la vuelta a la actual situación.

Moscú quería apartar a Ucrania de la órbita occidental. En 2014 invadió la Península de Crimea y propició un levantamiento insurgente en el Donbás como castigo por el intento ucraniano de firmar un acuerdo comercial de la Unión Europa. Una década después, acabe como acabe la guerra, todo parece indicar que el futuro de Ucrania no sólo está dentro de la Unión Europea, sino también de la OTAN.

De hecho, Rusia intentó con la invasión de Ucrania, de paso, dar un duro golpe en la línea de flotación de la OTAN, que llevaba varias décadas buscando su propia razón de ser tras el final de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética. Pensó que serían incapaces de tener una reacción firme y contundente, que la guerra dividiría a los países aliados. Sin embargo, la campaña rusa en Ucrania ha ayudado a los OTAN a reencontrarse a sí misma.

No sólo ha convencido a los países aliados de que esta alianza política y militar sigue teniendo tanto sentido como cuando nació hace 75 años, sino que incluso ha provocado una ampliación exprés con la incorporación de dos países cuyas poblaciones hasta ahora no querían saber prácticamente nada de la Alianza Atlántica. Y la llamada a la puerta de varios más que podrían terminar por incorporarse en los próximos años. Todo ello por el miedo a Rusia.

Finlandia fue el primero de los dos en incorporarse. Lo hizo en primavera de 2023. Y si Vladimir Putin llevaba años denunciando que se sentía rodeado por los países de la OTAN –una de sus múltiples mentiras, pues sólo compartía 1.215 kilómetros de límite fronterizo de los 20.320 que tiene el territorio ruso–, ahora esa situación no ha hecho sino empeorar. Tras la entrada finlandesa el límite fronterizo Rusia-OTAN se ha duplicado hasta los 2.550 kilómetros.

Suecia ha finalizado esta misma semana los trámites para su entrada en la OTAN. El jueves se convirtió en el aliado número 32. Su incorporación pone fin a casi 200 años de política de no alineación, de ser neutral a los conflictos que pudiera haber alrededor del mundo. Todo ello también por el miedo a Rusia. Su incorporación, unida a la Finlandia, dificulta enormemente la operatividad rusa en el Mar Báltico.

Por el camino de esta guerra, Rusia también ha arrastrado la reputación de su Ejército, el que estaba considerado como el segundo más poderoso del mundo. Un ejército conformado por unidades mal equipadas y adiestradas, que es un desastre logístico, con mandos poco eficientes, lleno de material obsoleto con un pésimo mantenimiento y con supuestos avances tecnológicos que no han aparecido en el campo de batalla. Un gigante con pies de barro.

De no ser por sus ingentes cantidades de reservas estratégicas y por su amplio arsenal nuclear heredado de la época soviética no sería ni la sombra de lo que se creía. Aunque no es menos cierto que sin el apoyo económico y militar de Occidente a Ucrania hace tiempo que el país habría caído en manos rusas, de un ejército como el ruso se esperaba muchísimo más en combate de lo que está demostrando.

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