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El próximo presidente de la Generalitat

Cataluña tiene lo peor de Bélgica y lo peor de Andorra, junto y revuelto. Por eso crece allí la extrema derecha. Veo a Puigdemont otra vez de presidente.

Cataluña tiene lo peor de Bélgica y lo peor de Andorra, junto y revuelto. Por eso crece allí la extrema derecha. Veo a Puigdemont otra vez de presidente.
Carles Puigdemont | EFE

Alguna vez he dejado escrito aquí mismo que Cataluña a quien más se parecía era a Bélgica. Pero si he conjugado el verbo en pasado es porque eso era antes del cambio de centuria. A partir de aquel punto de inflexión, Cataluña, en particular Barcelona y su cada vez más misérrimo conurbano, se asemejó de modo creciente a un híbrido entre la confrontada Bélgica y la segregada Andorra. Es un cóctel sociológico que no se produce en ningún otro territorio de España. En ninguno. Ni siquiera en el País Vasco, el otro enclave de hegemonía secesionista. Una institución social como esa tan vasca de la cuadrilla, donde un profesional liberal de posibles puede confraternizar en plano de igualdad con un trabajador manual en torno a unos vinos, sería inimaginable en la Cataluña guettificada y estratificada de ahora mismo. Inimaginable.

Como resulta de sobra sabido, la palabra Bélgica remite a una ficción jurídica en la que, bajo una apariencia administrativa de unidad, conviven, y no con excesiva armonía, dos lealtades nacionales distintas que comparten idéntico territorio muy a su pesar. Y Cataluña —decía— viene a ser lo mismo. Si bien con la diferencia agravada de que, en nuestro caso, flamencos y valores nos mezclamos en el espacio de un modo mucho más promiscuo y abigarrado salvo en el agro profundo. Pero a eso procede superponer ahora la novísima dimensión andorrana.

Andorra, igual que la India, es una sociedad de castas donde los de más abajo carecen hasta de derechos políticos y no pueden votar. Yo soy barcelonés, una ciudad donde el 30% de sus habitantes estables, que además resultan ser los más pobres, está excluido de derecho al voto por tratarse de extranjeros. Ellos son los que llevan las pizzas en bicicleta a mis vecinos independentistas de clase media cada noche para que no tengan que molestarse en preparar la cena antes de ver una peli en Netflix. Todo por cuatro perras más la propina. Lo peor de Bélgica y lo peor de Andorra, junto y revuelto. Por eso crece en Cataluña la extrema derecha. Veo a Puigdemont otra vez de presidente.

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