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Agapito Maestre

¡El aliento real!

Sí, somos millones de personas que estamos con él y aplaudimos desde la "distancia". No es, pues, la voz de Felipe VI una voz clamante en el desierto.

Sí, somos millones de personas que estamos con él y aplaudimos desde la "distancia". No es, pues, la voz de Felipe VI una voz clamante en el desierto.
El rey Felipe VI en su tradicional mensaje de Navidad. | EFE

Nítidas imágenes del infierno político español nos ha deparado 2023. Quedarán para siempre recogidas en la crónica de la muerte anunciada de la nación española. El fin de la democracia jamás se entenderá sin esas representaciones. Algunas son inolvidables. El hemiciclo del Congreso de los Diputados lleno de cobardes sin otro cometido que robar, robar y robar es de una extraordinaria nitidez: votan la investidura de Sánchez. Tampoco es mala la foto que recoge un saludo entre una chivata de ETA y Sánchez, entre la mujer que señalaba a las víctimas de la banda terrorista y el fulano que da matarile a la nación española; se saludan con las manos y ponen una sonrisa de oreja a oreja, mientras son observados por un tipo grueso que acompaña al matarife de España en todas sus macabras acciones; todos se carcajean… Y es que los endemoniados siempre ríen. Hay una tercera de este último tenor de risas faustinas, o fausticas o cómo leches se diga, que recoge a dos tipos que estrechan sus manos, miran a la cámara y ríen con ganas; son Sánchez y Feijóo durante su último encuentro para enjalbegar este cinto de piedra y alambre en que han convertido España. El saludo de Sánchez y Feijóo son el mal de augurio de lo que pronto llegará: un retrato de Sanchez con Puigdemont. Tampoco son despreciables las fotos de Sánchez, en la Checa del Bellas Artes, mientras presentaban el bodrio escrito por una chequista de quinta regional…

Todas reflejan con nitidez los ínferos sanchistas. Ya digo, amigos, abundan las imágenes del infierno político del año que se va. Fueron comentadas por algunos maestros, aunque cada vez van quedando menos, en la descripción de la precisión del horror. Son estampas horrorosas, avisan de que nadie saldrá de aquí si no es con los pies por delante y, seguramente, metido en un ataúd de zinc…Sí, muerta España, muertos los españoles. La nación está al borde del abismo. Sin embargo, cuando ya todo parece terminado, llega alguien que decide vivir. ¡Aliento real! Y, además, nos da vida. Es un acontecimiento decisivo, porque ante la máxima indefensión, una institución, una persona, el Rey de España, le contrapone la máxima determinación. Frente a indefensión, determinación. Coraje para vivir. Esto es lo que lleva haciendo Felipe VI desde el 3 de octubre de 2017. Y eso es lo que ha vuelto a demostrar en su Discurso de Nochebuena.

Solo nos queda el Rey. Es la única institución solida del régimen sanchista. Su discurso y acción siguen intactos. Tiene principios morales y políticos. Jamás ha rectificado ni una sola coma. El Discurso del Rey del 2017, parando el golpe de Estado de los secesionistas, marcó un hito en la historia de la política española contemporánea. Dicho en corto y por derecho, la institución clave para defender la Nación española es la Monarquía. ¡Qué fuerte es la cosa! Pero es así. La cuestión es cuántos podemos apoyarle. Sí, la tragedia es cuántos españoles están dispuestos a defender su convicciones morales y políticas. Me explico: el año pasado por esta época dije, como en años anteriores, que su palabra era ¡Voz que clama en el desierto! (Isaías XL, 3). Me equivoqué. Ha crecido el número de quienes lo llevamos siguiendo y defendiendo desde que llego a la Jefatura del Estado. No hay otra alternativa política que la ofrecida por el Rey. Sí, somos millones de personas que estamos con él y aplaudimos desde la "distancia". No es, pues, la voz de Felipe VI una voz clamante en el desierto. La cuestión es si somos los suficientes para detener el infierno de una casta política yerma de ideas democráticas, absolutamente incompetente en la Oposición y terriblemente destructora en el Poder.

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