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Santiago Navajas

Nuestra verdad como Nación

¿Cuál es el problema de España como Nación? Felipe VI lo ha visto bien: la introducción del germen de la discordia.

¿Cuál es el problema de España como Nación? Felipe VI lo ha visto bien: la introducción del germen de la discordia.
El rey Felipe VI en su tradicional mensaje de Navidad. | EFE

El rey felicitó la Navidad en su discurso de Nochebuena. Obvio, se dirá. Pero no tanto si se tiene en cuenta que Pedro Sánchez acostumbra a felicitar explícitamente el Ramadán, pero hace caso omiso a la Navidad (también suele "olvidar" la Semana Santa o el Día de la Hispanidad). España es un país no solo con mayoría cristiana, contando a ateos como Gustavo Bueno que se definían como de cultura católica, sino que el cristianismo forma parte esencial de su historia y esencia. Como la monarquía, por cierto. Pero Sánchez trata no solo de descristianizar España, borrando toda la simbología religiosa, sino también de acabar con la monarquía (de desear "Salud y II República" sí que se acuerda en Twitter).

Se refirió a su felicitación de Navidad como una tradición que le agrada mantener. Esto muestra el carácter liberal de Felipe VI. Como explicó Hayek, las tradiciones suelen incorporar la sabiduría de las generaciones, transmitidas de una manera inconsciente pero no por ello menos racional. Las tradiciones son como el hábito de los pueblos, un conocimiento teórico y práctico que se convierte en una segunda naturaleza después de mucho ejercicio y práctica. Por supuesto, a veces hay que renovar las tradiciones para que respondan a nuevas necesidades. Y, en ocasiones, hay que eliminarlas cuando han perdido toda su razón de ser. En este sentido, el liberal defiende las tradiciones contra los progresistas ingenuos (vulgo: progres) que adoran el ídolo del progreso por el progreso, pero no a la manera fosilizada del conservador.

Aunque se ha subrayado la apología que hizo el Jefe del Estado de la Constitución, sin embargo, lo más importante de su discurso es el modelo de Nación que planteó. De su frase "Es a la Constitución y a España a lo que me quiero referir" ha pasado desapercibido en los análisis, y ello es sintomático, la alusión a España. Porque, a diferencia de EEUU y la UE, en el caso español, la Nación precede a la Constitución. De modo que es imposible defender la Constitución sin tener claro de que Nación estamos hablando. Por ello, los nacionalistas y la izquierda antiespañola lo primero que hacen es negar la misma existencia de una Nación española. Recordemos que en el debate por el liderazgo del PSOE, Patxi López preguntó a Sánchez si sabía lo que era una nación (spoiler: no lo sabe). Se supone que un partido que lleva en sus siglas la inicial de España debería defenderla. Pero los socialistas están deconstruyendo España, de modo que han reducido la Nación a ser un mero Estado asistencial. Se harían venezolanos, franceses o congoleños si comprobasen que allí existe un sector público más grande y fofo, como dicta su ideología.

Pero el Rey sí que tiene una visión poderosa de España, lo que llamó en su discurso "nuestra verdad como Nación". Dicha verdad se basa en dos elementos, uno subjetivo y el otro objetivo. La parte subjetiva se refiere a los sentimientos compartidos y a la vocación por valores liberal-democráticos: de la libertad a la justicia, pasando por la igualdad y el pluralismo político. Pero España es sobre todo una metafísica: el proyecto de "grandes obras, las que trascienden a las personas" basado en "principios que hemos compartido y que nos unen desde hace varias generaciones". España como proyecto de futuro que se sostiene y enraíza en "profundas raíces históricas y culturales". También España es un hecho objetivo en cuanto que la soberanía, es decir, el poder, reside en todos los españoles.

¿Por qué este discurso ahora? Porque la Nación sin Constitución está ciega; pero la Constitución sin Nación está vacía. De ahí el peligro de que tengamos como presidente de gobierno a alguien tan ciego y vacío como Pedro Sánchez para todo lo que no sea él mismo, su narcisismo psicópata y su ambición de poltrona.

¿Cuál es el problema de España como Nación? Felipe VI lo ha visto bien: la introducción del germen de la discordia. Dicha discordia ha tenido históricamente el mejor intento de superación con la institución de la monarquía constitucional, como sucedió con Prim y Amadeo de Saboya y con Cánovas del Castillo con Isabel II. Con Suárez, González, Fraga y Carrillo apoyando a Juan Carlos I. Pero el gran consenso constitucional terminó cuando Zapatero y Sánchez decidieron abrir las heridas y el guerracivilismo, aliándose con los enemigos objetivos de la Nación española.

Terminaba el monarca subrayando que "junto a la Constitución, España". Una alusión que tampoco ees baladí en cuanto que orgullo porque España ha tenido "durante siglos, la responsabilidad de influir en el rumbo de la Humanidad". Huyendo así de aquellos que pretenden que España es un invento decimonónico, Felipe VI reivindica una noción histórica y cultural de la Nación española, que ya es reconocida por Dante en su Divina Comedia (siglo XIII), vinculada a la voluntad de poder de "los pueblos que son y quieren ser".

La cuestión que nos está planteando el rey es si los españoles somos y queremos ser. Una cuestión filosófica en tiempos de nadería conceptual y superficialidad respecto a las grandes cuestiones. En realidad, ¿somos conscientes del gran país que tenemos y lo enseñan así los padres a sus hijos y los profesores a sus alumnos? Si hay algo que caracteriza a Felipe VI es que está yendo más allá de su deber como Jefe del Estado, lo que viene a denominarse en ética un acto supererogatorio. Y va más allá de su deber porque no solo es un hombre con principios, sino también con convicción de que España es un gran país porque es una gran Nación. Ahora solo falta que esa convicción sobre la verdad de nuestra Nación española llegue a una mayoría de los españoles. Por el momento, la izquierda se ha desconectado en pleno. Si Azaña, Machado y García Lorca levantaran la cabeza…

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