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Cristina Losada

De las bolitas a la bola

Va a ser un serio problema para los buitres de la catástrofe que las bolitas no tengan el aspecto amenazador del chapapote.

Va a ser un serio problema para los buitres de la catástrofe que las bolitas no tengan el aspecto amenazador del chapapote.
Un operario de TRAGSA coge con la mano pellets de plástico, en la playa Otur, en Valdés, Asturias (España) | Jorge Peteiro / Europa Press

De este Prestige de las bolitas se quiere hacer la bola del Prestige, que fue la primera gran campaña de desinformación del nuevo siglo, de pocas luces. Aquella bola se amasó, como todas, con sobredosis de ignorancia, sentimentalismo y credulidad, además, huelga decirlo, de las consabidas malas intenciones políticas. Son todos ellos ingredientes que siempre están disponibles y en abundancia, pero lo del petrolero tenía un protagonista aparente que imponía y realmente aparentaba. Va a ser un serio problema para los buitres de la catástrofe que las bolitas no tengan el aspecto amenazador del chapapote. Tampoco el nombre, pellets o pélets, acompaña. Pero no hay que desesperar: quizá encuentren la forma de arreglarlo.

Contra lo que hoy parece creerse, la bola del Prestige no se armó principalmente contra el gobierno gallego, pieza secundaria en la historia, sino contra el último de Aznar, donde contó con colaboraciones involuntarias como la del ministro de Fomento Álvarez Cascos —con su manden "ese barco al quinto pino"— y la del vicepresidente Rajoy, investido como "el señor de los hilillos" por su poca perspicacia en asuntos de comunicación. Casualmente, el Ministerio que lleva estos asuntos y tiene las competencias sigue siendo aquel de entonces y a quien, en puridad, hay que pedirle cuentas es al Cascos actual, que es Puente. Más que nada por saber si después de recibir la notificación portuguesa confiaron en que el mar se llevara las bolitas al quinto pino o decidieron esperar por motivos menos confesables.

La mayor preocupación de los partidos en liza no es que el incidente haya ocurrido demasiado cerca de la costa. Es que sucediera demasiado cerca o demasiado lejos de las elecciones gallegas. Y para mí, que concurren las dos cosas. Demasiado cerca como para que no resulte evidente la instrumentalización: demasiado obsceno. Y demasiado lejos como para sostener la tensión desinformativa. Aunque no hay que subestimar la capacidad de alentar, entre unos y otros, olas de histeria colectiva. Queda por ver si en el PP gallego aprendieron del Prestige que no basta con la gestión para salir bien parado. Incluso: que la gestión de estos casos siempre se considera mala, justamente o no. En la sociedad del espectáculo, el que no lo da está en desventaja. Cuanto menos bola les dé Rueda a las bolitas, más bola les van a dar sus adversarios.

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