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Cristina Losada

Acabar con la masculinidad

¿Será que la única masculinidad que queda, después de todo el trabajo que se ha hecho, es la derechista?

¿Será que la única masculinidad que queda, después de todo el trabajo que se ha hecho, es la derechista?
Yolanda Díaz. | Europa Press

El otro día escuché a la dirigente de Sumar proclamar en un mitin, como uno de los grandes objetivos de su partido político, el de acabar con la masculinidad de la derecha. Por la vehemencia con la que lo afirmaba, debe ser objetivo mayor y prioritario, aunque sorprende que quiera acabar con la masculinidad de la derecha. Parecía que el propósito histórico y capital era acabar con la masculinidad. Venga de donde venga. ¿Será que la única masculinidad que queda, después de todo el trabajo que se ha hecho, es la derechista? Justo después llegaba una encuesta del CIS, muy publicitada, según la cual, un 44 por ciento de hombres y un 32 por ciento de mujeres estaban de acuerdo con la afirmación de que ahora se está discriminando a los hombres. Pura masculinidad.

Lo del CIS causó revuelo. Cómo era posible que a pesar de todo el trabajo de los Gobiernos de progreso, un sector notable de la opinión pública se atreviera a disentir de las consignas martilleadas. Aquel 33 por ciento de mujeres desviadas de la ortodoxia era directamente inquietante. Que haya aún tantas que se resistan a la tentación de ser víctimas permanentes es increíble. ¡Con las ventajas que proporciona el estatus de discriminada desde siempre y para siempre! El mundo de oportunidades que se abre —en cuotas y puestos, en másteres, agencias especializadas, planes para empresas, Administraciones públicas— es amplísimo, cierto que sólo para las que ya parten con ventaja. Un buen negocio, sin duda. Más la retribución moral: no eres uno más; eres una luchadora del grupo oprimido contra el grupo opresor. Pero allí estaba, aquel 33 por ciento, minoría pero no insignificante, dispuesto a renunciar a las ventajas y al extra de superioridad moral.

El examen de la anomalía confirmó, sin embargo, que aquello que reflejaba la encuesta del CIS, naturalmente sesgada en las preguntas, era la masculinidad de la derecha, pura y dura. Entre los votantes de las izquierdas no había apenas disidentes. Todos siguen las enseñanzas de sus dirigentes políticos y líderes espirituales al pie de la letra. Las pocas ovejas negras estaban en el electorado socialistas: son los amigos de Pedro Sánchez de entre 40 y 50. Va a ser que para acabar con la masculinidad de la derecha, como quiere Yolanda Díaz, será necesario acabar con la derecha. Pero hay algo que no entienden las exterminadoras de la masculinidad. El apoyo considerable que han tenido en España su alarmismo por la situación de las mujeres y sus demandas de protección no viene de que sea una sociedad avanzada. Al contrario. Viene de que sigue siendo una sociedad tradicional en la que perviven la vieja noción protectora y la vieja masculinidad. El día que seamos una sociedad moderna al cien por cien eso cambiará radicalmente. Si ese día llega, la guerra no será, como ahora, un paseo donde muchos hombres ceden el paso. Será una guerra en la que no se hacen prisioneros.

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