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Javier Somalo

La habitación del pánico y la España cándida

Los "consejos" de Sánchez en Davos se impartieron en una habitación del pánico. Sólo hay que ver la foto: nada sobre la mesa. Ni un asunto, ni un vaso.

Los "consejos" de Sánchez en Davos se impartieron en una habitación del pánico. Sólo hay que ver la foto: nada sobre la mesa. Ni un asunto, ni un vaso.
EFE

Decir en Suiza que España es un "paraíso" tiene su gracia. Que lo diga Pedro Sánchez es hasta desagradable. Un año más ha llegado Davos. No como la Champions, ni como el Dakar (¡Gracias, Carlos!), sino como un suplicio. Es la cita de la vanidad, de la exhibición de poder, se tenga o no. Es donde los mediocres presumen de saber lo que nos conviene al resto, como si tuvieran alguna información que no pudieran compartir con el pobre populacho. Es todo pose y farfolla. El paraíso, aquí sí, de personajes como Pedro Sánchez.

De la edición de este año, sólo merece la pena escuchar el discurso de Javier Milei, bofetada de realidad que quita el frío hasta en Davos. De lo demás, más bien habría que deducir testimonio para abrir diligencias por todo tipo de presuntos delitos, principalmente contra la libertad individual. Pero merece la pena destacar lo dicho por Pedro Sánchez y que luego no nos pille desprevenidos alguna desgracia.

El presidente reunió a empresarios del Ibex en la primera sala que le prestaron, si es que no la okupó: cuatro paredes con sillas pegadas a la pared, como si fuera un casting turco o una terapia de grupo. Y allí les iluminó con las verdaderas claves del éxito empresarial. Iremos a lo mollar más adelante pero antes, unas cuestiones previas.

¿Qué es la empresa para el PSOE? El mejor ejemplo para acercarse a su modelo lo encontramos en la Andalucía que gobernaron durante una cuarentena: subvención, amiguismo, fraude, robo, vicio… Y pobreza y retraso. Miles de millones de euros y generaciones enteras perdidos por algo que siempre planea sobre la labor del PSOE metido a emprendedor: la corrupción.

Hay más indicios de lo que el PSOE entiende por eficiencia, clave de cualquier empresa: el número de asesores. ¿A cuántas personas necesita Sánchez en total para fingir que gobierna? De momento 1.062 elegidos a dedo y otros 336 altos cargos. Con 22 ministerios. Más que ningún otro presidente. No habría empresa que lo soportara.

Pero el Estado no es una empresa. Claro, una familia tampoco y cualquiera entiende que si el gasto siempre supera a los ingresos la cosa se pone fea en poco tiempo. O no… porque ahí estará el Estado para atender (generar) esos riesgos de exclusión que necesita para parecer útil.

El "neoliberal" comeniños propugna evitar con prosperidad esa posibilidad de exclusión y que, si aun así llegara, el Estado la atienda, por supuesto. Pero nunca por sistema. Cuando la exclusión es la excepción significa que más gente vive mejor y que el Estado es menos necesario para atender esas necesidades, lo cual le permite centrarse en su verdadero papel, el de garantizar la igualdad de oportunidades y la seguridad jurídica. Pero la pobreza como sistema es el comunismo, que se genera para que el Estado sea el padre de todos los pobres. Que no les falte de nada. Élites millonarias gobiernan a la pobre chusma. Davos.

Vistos los antecedentes, el presidente Sánchez pidió a los empresarios alojados en el camarote de los hermanos Marx que no piensen tanto en aumentar los beneficios de sus accionistas, que eso no está bien. Como si cumplir con el accionista restara posibles a los demás. Como si la empresa privada jugara con dinero público… Como si todos fueran de su condición, la de Sánchez. Y entonces, con su voz engolada y resoplada, les recordó en Davos lo que es España:

"España es un paraíso para aquellas empresas que quieran prosperar a través de la innovación, el talento, la energía limpia y barata, la estabilidad institucional e infraestructuras de primera línea. Para las empresas que quieran enriquecerse creando valor real y pagando un nivel justo de impuestos. Damos la bienvenida con los brazos abiertos a esas empresas".

España sería paraíso sin socialismo pero, de momento, la energía no es barata y lo que Sánchez considera limpio es lo que no ve por detrás de su Falcon. Los coches eléctricos no se cargan con energía "limpia" sino con la que se genere, carbón incluido, al haber cerrado las nucleares. Pero lo más grave del mensaje de su paraíso es la "estabilidad institucional". ¡España ofrece estabilidad institucional a las empresas! Es de suponer —o así debería ser si los empresarios tuvieran a bien preocuparse públicamente— que alguno carraspearía tras oír la broma presidencial cuando las instituciones están siendo violentadas una a una —y sin consentimiento previo— para que Sánchez conserve el poder.

El Tribunal Constitucional se ha erigido en vértice de la pirámide judicial apartando al que constitucionalmente lo era: el Tribunal Supremo. Para eso llegó al cargo Cándido Conde Pumpido, el primo de Zumosol que invocó Otegui cuando la Guardia Civil se lo llevaba por las axilas.

Si los jueces y fiscales empiezan a dar problemas contra el proceso que salió del procés, es decir, el golpe conjunto perpetrado entre separatistas y el gobierno central, entonces se va a por los jueces y fiscales, síntoma inequívoco de grave inestabilidad institucional. Eso es lo que está pasando en España en estos momentos a la luz del día. Hay en el mundo antecedentes dramáticos de la hasta dónde puede llegar la presión del poder contra jueces y fiscales decididos a cumplir la ley: Alberto Nisman en Argentina, Giovanni Falcone en Italia o, recientemente, César Suárez en Ecuador.

Este mismo viernes, y mirando a cámara, la ministra Teresa Ribera ha señalado directamente al juez Manuel García Castellón por su "querencia a pronunciarse en momentos políticos sensibles", como si fuera el gürteliano José Ricardo de Prada o el propio Conde Pumpido de las togas polvorientas. Pero investigar a Carles Puigdemont cuando se le necesita para aprobar los decretazos del nuevo régimen no es de recibo. Lo dicho, "estabilidad institucional" para las empresas en el paraíso español, el de la España cándida que se deja avasallar.

Por fortuna, una vez más los jueces han salido a denunciar el escándalo y lo intolerable de que una ministra acuse de prevaricación a un juez por cumplir con su deber. Con cautela, el CGPJ en pleno ha estado a la altura de las circunstancias en su denuncia. A ver los empresarios…

Pedro, el amigo de los empresarios

Si lo de la estabilidad institucional no les llegara al corazón, que repasen nuestros empresarios el catálogo de piropos que les ha dedicado el pluralísimo y magnífico gobierno de Pedro Sánchez.

Veamos sólo algunas muestras. La ministra Ione Belarra, que lo fue, dijo que Juan Roig (Mercadona) era "indecente" y un "capitalista despiadado" al que había que "frenar los pies". Algo similar dijo de Ana Patricia Botín (Santander) y de Carlos Torres (BBVA) a los que llamó "usureros", "codiciosos" y "avariciosos". A Rafael del Pino se le tachó de "antipatriota" por la decisión de cambiar la sede social de Ferrovial a Países Bajos. La entonces ministra Belarra la calificó de "empresa pirata".

No son episodios aislados o rabietas podemitas. La ministra Ribera, la "señalajueces", la tomó contra Josu Jon Imaz (Repsol) sin disimulo por no plegarse a las directrices del paraíso revolucionario español. A la tovarich energética la actitud de Imaz le resulta "crecientemente decepcionante" porque no coincide del todo con el verde esplendor de las praderas comunistas.

Lo llama "populista", "negacionista" y le acusa hacer "un uso perverso de la información". Es la ideología energética con la que los empresarios deben comulgar si no quieren ver sus cabezas en la picota junto a las de los jueces rebeldes.

El propio Sánchez dijo hace un año durante un mitin en Málaga: "No se puede reclamar sacrificios salariales para los de abajo y un festín para los de arriba". Más… A finales de enero de 2023, en el Senado, culpó de la pérdida de poder adquisitivo a "algunas grandes empresas que aumentan sus beneficios año tras año, que pagan bonus millonarios a sus ejecutivos, pero no suben ni un céntimo el salario a sus empleados". Si pudieran tomarían por la fuerza de un decreto todos los consejos de administración. De momento están practicando a buen ritmo.

Los "consejos" de Sánchez en Davos se impartieron en una habitación del pánico con los empresarios sentados en sillitas de colegio pegadas a la pared. Sólo hay que ver la foto: literalmente, nada sobre la mesa. Ni un asunto, ni un vaso. La nada preside y la nada con mentiras clausura. Hasta el aplauso que trasladaron a la prensa fue mentira. Los ibexianos aplaudían, a petición de Carlos Torres (BBVA), al CEO de Cepsa Maarten Wetselaar, por haber merecido el premio "Best Vision of the Future 2024". Y uno de los mil y pico asesores del figurín pensó que ovacionaban al visionario socialista español.

Quizá a nuestros empresarios les diera tiempo, antes de salir de Davos, a leer el Financial Times: la amnistía agrava la fuga de inversiones. Nada más lógico. El paraíso es ajeno.

La mayor aportación de Sánchez en Davos parece haber sido un abrigo. Presidente maniquí. Davos es lo que tenemos que hacer: el capitalismo es abuso, pobreza para los débiles, enriquecimiento ilícito, desigualdad, explotación. Y lo contrario es el comunismo. Por eso en Corea del Norte se vive mucho mejor que en Corea del Sur. La verdad es la realidad. Y la España cándida del golpe de Estado es un Paraíso. Viva Davos.

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