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José T. Raga

¿Qué es democracia, y quién la torpedea?

Cuando en una nación están todos contra todos, ¿puede decirse que está en el camino de la felicidad?

Cuando en una nación están todos contra todos, ¿puede decirse que está en el camino de la felicidad?
Pedro Sánchez. | Europa Press

Antes de entrar en materia, necesito preguntar a los lectores, para resolver mi ignorancia, si saben qué hacía nuestro presidente Sánchez en Davos (Suiza), la semana pasada. Quizá, lo mismo que anteayer en Navantia Ferrol, dirán; publicitarse.

Es habitual que cuando una persona relevante, en política, en empresa… estrena un cargo sobresaliente, se afane en viajar, con o sin motivo, para dejar atrás el anonimato, y se le identifique por el cargo que ostenta, sea cual fuere.

Este principio quiebra en el caso del presidente Sánchez, que tiene agotado el Falcon –un viaje cada dos días–, y a todos los que implican los viajes presidenciales.

Esta situación me resulta a todas luces extraña, porque, con los años que lleva viajando, debería odiar cualquier desplazamiento, prestándose a ello, sólo, cuando no tuviera otra opción. Es verdad que al presidente le gustan las fotos, por lo que, viaje más fotógrafos, quizá le encuentre sentido.

En Davos no desaprovechó para lanzar su perorata a los cuatro vientos, con tal nivel de gratuidad, que cualquiera se preguntaría de qué país está hablando. Nada que ver con el mundo real. Afortunadamente, el Financial Times de Londres suplió sus carencias rigurosamente.

A los empresarios españoles, allí reunidos, hizo una llamada al compromiso empresarial. "Les pido que se impliquen. Ayúdennos a elevar el poder adquisitivo de los trabajadores… y a defender la democracia y luchar contra la involución que representa la ola reaccionaria que recorre el mundo".

¿Estamos seguros de que Sánchez sabe lo que es la democracia? Una institución que procede de la Antigua Grecia, merece mayor respeto. Fue Platón, pero me centraré en su discípulo Aristóteles (384-322 a.C.) quien, en La Política definía las formas de gobierno: tres puras –monarquía, aristocracia y democracia– y tres impuras –tiranía, oligarquía y demagogia–.

La diferencia entre las primeras y las segundas estriba en que aquellas pretenden atender el bien común de sociedad, de la Polis, es decir la felicidad de todos. Cuando alguna de ellas inocula fines perversos, alejados de la felicidad de todos, se convierte en su correspondiente forma impura.

Cuando en una nación, están todos contra todos, ¿puede decirse que está en el camino de la felicidad? Cuando los parlamentarios, votantes del Partido Socialista, confiesan públicamente que, en una reciente votación en el Congreso, votaron sin saber lo que votaban ¿se puede pensar que esto es democracia?

¿Qué diría el Barón de Montesquieu (1689-1756) si las interferencias entre el poder ejecutivo y el judicial fueran constantes, con reproches difamatorios sobre la acción de juzgar, por parte de ministros del gobierno? La división de poderes nunca fue un capricho, se estableció para garantizar su independencia frente al absolutismo; cada uno sin invadir competencias de los demás y sin eludir las propias. ¿Qué queda de aquello?

¿Es la ola reaccionaria lo que torpedea la democracia, contra lo que solicita ayuda? ¿Quizá no confía usted en las estructuras de poder del Estado?

Aunque, un punto sobresale en Davos: el presidente Sánchez, se ha enterado de que hay empresarios españoles en Foros Económicos Mundiales.

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