Son muchos los que piensan, no sin algo de razón, que el liberalismo se juega mucho con la victoria obtenida por Javier Milei en Argentina, ya que de su éxito o fracaso al frente del país dependerá, en gran medida, la extensión mayor o menor de este modelo en el futuro. Pero lo cierto es que Milei ya ha triunfado, cosa diferente es que ahora, una vez en el poder, logre llevar a cabo todo lo que ha prometido en tiempo y forma.
El gran éxito del hoy político liberal-libertario, su verdadero triunfo, consiste en haber logrado un histórico cambio cultural en Argentina y ahora, poco a poco, también a nivel mundial. Ése y no otro es su auténtico hito, con independencia de los resultados económicos y sociales que obtenga bajo su mandato.
El reto que tiene por delante el presidente argentino es, sencillamente, colosal. En primer lugar, porque el desastroso kirchnerismo que ha gobernado Argentina durante los últimos 20 años ha dejado tras de sí una herencia envenenada, tras sumir al país en la pobreza más absoluta y la hiperinflación. El actual Ejecutivo tiene, pues, una ardua tarea por delante para resucitar al país y, si bien no es imposible, tampoco resultará sencillo, a la vista de los graves y numerosos problemas estructurales que sufren tantos las cuentas públicas, como la estructura productiva y las propias instituciones.
Y, en segundo término, porque, por mucho que Milei haya ganado las elecciones y alcanzado la Presidencia, no depende de sí mismo ni de su partido para llevar a cabo todas las reformas que prometió durante la campaña. Necesita pactar y, por tanto, transigir en algunas materias para alcanzar las mayorías suficientes y, de este modo, aprobar en el Congreso el plan de choque que precisa urgentemente el país.
Aun así, lo cierto es que el programa que ha puesto en marcha en sus primeras semanas de gobierno va en la dirección correcta para frenar la inflación y relanzar el crecimiento a medio plazo, puesto que, entre otros muchos objetivos, pretende recuperar el equilibrio presupuestario aplicando sustanciales recortes de gasto, al tiempo que liberaliza la economía y estabiliza la moneda.
Sin embargo, más allá de que logre o no tales metas, la clave del fenómeno Milei es lo mucho que ya ha conseguido, que es, ni más ni menos, un inédito cambio cultural en el conjunto de la población argentina, siendo éste uno de los países que lleva más tiempo infectado por el virus del socialismo. Tras 80 años de peronismo dominante, este carismático liberal, gracias a su innato talento para comunicar de forma sencilla ideas complejas, no sólo ha transmitido, sino que ha convencido a millones de argentinos para que abracen las ideas de la libertad, rechazando de plano el socialismo en el que, hasta hace poco, muchos aún militaban debido a la ausencia de alternativa política.
Milei ha ganado la fundamental batalla de las ideas en Argentina y eso es lo que le ha llevado a la Presidencia. Pero es que, además, también ha empezado a liderar esta particular batalla a nivel internacional. Y prueba de ello es su histórico discurso en el Foro de Davos, donde defendió abiertamente el capitalismo y denunció la amenaza socialista que promueven muchos de los líderes políticos y empresariales que asisten a esta cumbre anual. Nunca antes se había escuchado cosa igual en la cuna del estatismo global.
El cambio cultural protagonizado por Milei es de tal calibre que, a pesar del enorme poder que siguen ostentando los sindicatos y medios peronistas en Argentina, la huelga general convocada por la izquierda esta misma semana contra sus políticas ha cosechado un rotundo fracaso de asistencia. Tan sólo acudieron a la marcha los paniaguados de las organizaciones sindicales convocantes, sin movilizar lo más mínimo al resto de la población. Su discurso, ése es el verdadero éxito de Milei. Y su éxito es el éxito de la libertad y, por tanto, el éxito de todos.

