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Carlos Sánchez de Roda

Los escenarios desaparecidos del 11-M

Las muestras recogidas en ellos se anularon para la investigación, y fueron sustituidos por una bolsa que nadie vio en ningún tren.

Las muestras recogidas en ellos se anularon para la investigación, y fueron sustituidos por una bolsa que nadie vio en ningún tren.
Desguace de uno de los trenes del 11-M. | Cordon Press

Imaginemos que se perpetra un atentado con bomba en un local y que se reacciona tapiándolo rápidamente y para siempre con todo su contenido, salvo algunas pocas evidencias que los policías logran sacar antes de realizarse el tapiado. Imaginemos que las escasas evidencias que se consiguió sacar son manipuladas o destruidas antes de su investigación, mientras jueces y fiscales miraban para otro lado. Imaginemos que finalmente se dicte sentencia de ese atentado sobre la única base de las supuestas pruebas contenidas en una bolsa aparecida en una comisaría y de la que algunos dicen que procede del escenario destruido, pero sin aportar evidencia alguna de ello. Todo ello nos parecería increíble, absurdo, imposible de creer.

Imaginemos ahora algo parecido en relación con el 11-M: que un segundo después de las explosiones los trenes atacados hubieran desaparecido, que se hubieran volatilizado con todas las evidencias que contenían, materiales diversos, rastros del explosivo, componentes de los artefactos, metralla y sus huellas, e incluso las víctimas con sus pertenencias y ropas. Pues bien, también parece increíble, pero si todo eso hubiese ocurrido, la sentencia, con sus hechos probados y autores de la masacre, habría sido exactamente la misma que finalmente fue dictada. Y es que no existe documento o testimonio alguno que acredite que algún elemento recogido por los investigadores en los trenes sirviese para identificar, localizar o detener a los autores.

Pero claro, sabemos que eso no ocurrió así. Los trenes no se volatilizaron. Pero lo que sí ocurrió, y hay abundantes pruebas de ello, fue toda una serie de actuaciones sobre ellos trenes y sobre su contenido que dieron lugar a que, finalmente, el resultado judicial fuese exactamente el mismo que si se hubiera producido esa inmediata volatilización. Actuaciones que fueron acompañadas de un complemento esencial para conseguir ese resultado: la aparición en la comisaría Puente de Vallecas de una bolsa bomba que, si se analizan seriamente las circunstancias que la rodearon, se llega a la conclusión de que es imposible que procediera de ningún tren.

Y claro, con esas premisas, es lícito pensar que ambos hechos, la destrucción de los trenes y la aparición de la bolsa bomba, estuvieron relacionadas, que alguien consiguió con ello desviar la investigación de la buena línea para llevarla a otra, la cual, dada su forma de aparecer, sería lógicamente falsa, pero que fue finalmente la que condujo a la sentencia.

La prueba de que todo ocurrió así sería la aparición, en todo el hilo investigador procedente de la bolsa, de múltiples incongruencias, claras falsedades, hechos inexplicables, achacables a su improvisación, Y eso es precisamente lo que ponen de manifiesto las diferentes, variadas y excelentes investigaciones efectuadas de forma independiente y aparecidas en diversas publicaciones y medios de comunicación durante los 20 años transcurridos desde entonces. Sería muy largo de exponer el conjunto de todas esas situaciones inexplicables, pero recordemos, por ejemplo, la multitud de confidentes implicados, la detención y posterior investigación de Zougam, todo lo relacionado con los teléfonos, los vehículos, especialmente el Skoda Fabia y la Renault Kangoo, las minas asturianas, las autopsias, lo ocurrido en las diferentes casas, etc. etc. Todas esas falsedades e incongruencias aparecidas en hechos tan dispares es lógico pensar que se deban a una causa común, que sería la improvisación con la que fue montada la versión oficial, a partir de la bolsa de Vallecas.

Para conseguir esa total eliminación de los trenes como prueba hubo que actuar según tres líneas de actuación: 1) la destrucción propiamente dicha de los trenes; 2) la desaparición, manipulación o anulación de cualquier pieza, muestra o evidencia extraída de ellos; y 3)la anulación de los resultados de las posibles periciales de los trenes

1. Destrucción propiamente dicha de los trenes

La destrucción de los trenes se llevó a cabo en dos fases. La primera se acometió muy pronto, y consistió en retirar de los trenes el material más cercano a los focos de explosión. En el tren de Atocha, con sus cuatro explosiones, una de ellas controlada por los Tedax, se retiró ese material en la madrugada del día 12, Cuando ese tren salió al exterior de la estación, las personas que estaban por allí pudieron observar cómo sus coches explotados habían sido vaciados de un material fundamental para la investigación, que habría tenido que salir de allí por la noche en camiones o por la propia vía del tren en plataformas ferroviarias. Yo mismo pude observar esa circunstancia cuando llegué a Atocha en tren el día 12 sobre las 8 de la mañana.

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Coche 1 del tren de Atocha el día 12 por la mañana. Está limpio de material próximo al foco de explosión". Foto proyectada en el juicio a petición de la Fiscalía

Del tren de Téllez hay muchas más evidencias de cómo se llevó a cabo esa limpieza. Al quedar en el exterior, junto a la calle Téllez, fueron muchos los que contemplaron el trabajo de las maquinas sacando el material de los trenes y cargándolo en camiones. De lo que ocurrió en ese lugar he encontrado un testimonio muy revelador. Se trata del relato sonoro que, para la cadena SER, realizó el día 12 por la mañana su corresponsal Alfonso Ojea desde un balcón de esa calle Téllez. A las 13:08 horas dijo lo siguiente:

. … algo debe haber en el interior de ese vagón porque la policía científica como digo estuvo trabajando ayer 8 horas, estuvo trabajando también de madrugada y concretamente un camión, un camión volquete completo con restos de ese vagón ha sido ya enviado a la comisaría, a las instalaciones centrales de la Policía Científica en el barrio de Canillas para un posterior examen con mayor profundidad de esos restos, de esos restos que digo incluyen incluso los marcos de las ventanas.

Hay que suponer que Alfonso Ojea obtendría el dato del destino de los camiones directamente del personal que estaba interviniendo en ese transporte, pero el caso es que no hay noticia oficial alguna, en todo el sumario, sobre qué se hizo con todo ese material. Habría seguramente multitud de impregnaciones del explosivo utilizado, abundante material afectado por las explosiones cuyas deformaciones y roturas darían sin duda pistas de cuál había sido ese explosivo, elementos constitutivos de los artefactos, posible metralla y huellas de esa metralla, fragmentos de ropa de las víctimas, todo ello importantísimo en aquellos momentos. En total, fueron unas 90 toneladas de material las que se retiraron de los trenes sin que se sepa qué fue de ellas1.

Tras esa primera fase, el 15 de marzo, día siguiente al de las elecciones, se acometió el desguace final de lo que quedaba de los coches que habían sufrido las explosiones. Hay testimonios gráficos de que en algunos de esos desguaces había agentes policiales contemplando el desastre sin hacer nada por impedirlo, mientras rebuscaban incluso entre los restos que las máquinas iban dejando esparcidos por el suelo. En pocos días se terminó el desguace, todo desapareció.

Y así se acabó en pocos días con los trenes, sin que haya noticias de que se realizara pericial alguna en relación con las explosiones antes de destruirlos y de hacer desaparecer el material de ellos retirado.

Pero hubo una sorprendente excepción. Cuatro años después del atentado publiqué, con pruebas documentales, que el único coche atacado del tren de Santa Eugenia se había salvado del desguace y había sido reparado. Y ya en 2012, ocho años después del atentado, publiqué, también con apoyo documental, que al llevar a cabo la reparación de ese tren se había guardado, en un discreto cobertizo del taller de Tafesa en Villaverde, en el que se había realizado la reparación, todo el material directamente afectado por la explosión, y que ese material seguía allí. Se armó un gran revuelo, hubo un intento de investigar el asunto por parte de la juez Coro Cillán, instructora en aquel tiempo de la querella presentada por la Asociación de Víctimas del 11-M contra el comisario jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, pero finalmente fue la fiscalía la que asumió la investigación, precintó el local en el que se almacenaba ese material y emitió una nota de prensa en la que afirmaba que "los órganos judiciales de la instrucción de la causa y del enjuiciamiento, fueron informados en su momento de ese almacenamiento de material de prueba", y que "se había constatado la adopción de medidas para la conservación de dichos restos, ante la eventualidad de posibles análisis posteriores". Veremos más adelante que cuando surgió la necesidad imperiosa de utilizar esos restos para efectuar "análisis posteriores", en el informe conjunto policía guardia civil de junio de 2005, ni siquiera se comunicó a los peritos su existencia, y ello a pesar de que también por esa época policías y guardias civiles visitaron por dos veces ese taller mientras se hacía la reparación.

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Cobertizo en el que se guardaba el material del foco de explosión del tren d Santa Eugenia. Foto cedida por su autor

https://www.libertaddigital.com/fotos/tren-santaeugenia-1003630/

2. Desaparición, manipulación o anulación de cualquier pieza, muestra o evidencia extraída de los tremes

Pero al parecer, la total destrucción de los trenes antes comentada no era suficiente, y para completar la faena parece que era necesario además actuar contra las muestras que se consiguió extraer de ellos antes de destruirlos. En estos casos, lo establecido para la recogida de muestras es que la realicen los agentes Tedax de la brigada provincial en este caso de Madrid, que estaba al mando del inspector jefe Cáceres Vadillo. Pero, en los trenes del 11-M, y según lo declarado ante la juez Coro Cillán por los agentes que participaron en esa recogida, Sánchez Manzano, ordenó a los agentes de la Brigada de Madrid que entregasen a los de la Unidad Central las muestras recogidas hasta entonces, impidiéndoles incluso que terminasen de etiquetarlas y clasificarlas. Y se mezclaron las muestras, de modo que luego ya no se podría saber a qué foco pertenecía cada una de ellas. No hay un acta de recogida con el listado descriptivo de todas ellas, que sería el primer eslabón de la cadena de custodia. Cadena de custodia que tampoco aparece por ningún lado y que consistiría en un documento con el listado y descripción de todas las muestras custodiadas, con sus características y lugares de recogida, y en el que se irían anotando los nombres de los distintos agentes que se fuesen haciendo cargo, sucesivamente, de ellas.

Esas muestras fueron llevadas después al laboratorio de la Unidad Tedax, pero al igual que no sabemos qué muestras se recogieron concretamente de los trenes, también resulta imposible saber cuáles llegaron al laboratorio, pues tampoco se conoce sumarialmente que exista el acta de entrega y recepción de esas muestras en el laboratorio, con su correspondiente enumeración y descripción. Pero lo que sí se sabe, a juzgar por lo declarado por los peritos, es que ya habían desaparecido numerosas de ellas, como las de líquidos, algodón impregnado en los focos, tierras de cráteres bajo los trenes, tejidos, cables y componentes metálicos, todas ellas citadas en sus testimonios por los propios agentes como recogidas en los trenes y cuya recepción en su laboratorio negó la perito químico Tedax. Por otra parte, la perito tampoco elaboró un acta de sus análisis con la descripción de las muestras analizadas, ni tampoco, para mayor desdicha, conservó, con vistas a otros posibles análisis posteriores, el agua y la acetona del lavado que efectuó para realizar su trabajo, pues, a pesar de solicitarse repetidamente su entrega, no fueron entregadas a los peritos de la siguiente pericial, la realizada en la laboratorio de la Policía Científica durante el juicio.

Con todo eso, no es de extrañar que el resultado de la pericial del laboratorio Tedax se limitara a decir por escrito que se habían detectado "componentes de Dinamita" y "ninguna sustancia digna de mención". Es decir, tras sufrir todo ese conjunto de peripecias en su recogida, traslado y no identificación, las muestras no habían aportado prácticamente nada, Y una vez lavadas con agua y acetona, líquidos que luego no se entregaron para el último análisis, su validez como evidencias quedó prácticamente anulada. Por supuesto, a pesar del pobre resultado de esos análisis, las muestras no fueron enviadas después, como se hacía siempre en estos casos, al laboratorio mucho mejor dotado de la Policía Científica. Ese envío habría puesto en evidencia todas las irregularidades anteriores. Y si había que mentir descaradamente 3se mentía, no faltaba más. Así nació el invento del comisario Sánchez Manzano que afirmó ante un condescendiente Tribunal que "cuando eran restos de explosión no pesables, impregnaciones, por decirlo de alguna manera, siempre se han quedado en la Unidad Central de Desactivación de Explosivos". Y los miembros del Tribunal no se removieron de sus asientos cuando poco después el testigo Carlos Corrales, que el 11-M; era Jefe de la Policía Científica, desmintió totalmente lo manifestado por Sánchez Manzano, y declaró que esas muestras "no pesables", es decir, más difíciles de analizar, lo normal era que fueran enviadas a la Policía Científica, que tiene mejores medios para su análisis. Afirmación que fue corroborada por otros peritos de la Científica que afirmaron que lo manifestado por Sánchez Manzano era incierto totalmente. Alguien mintió, pero no pasó nada.

Tres años después del atentado, ante la persistente ignorancia de la naturaleza del explosivo y la patente inutilidad mostrada por las pericias policiales para encontrarla, José Luis Abascal, abogado defensor de Jamal Zougam y Basel Ghayoun, solicitó al Tribunal la realización de una pericial específica realizada por peritos independientes. A esa petición se adhirieron después dos acusaciones y una defensa. El Tribunal admitió esa petición y ordenó la realización de una prueba pericial anticipada sobre los restos de explosivos hallados en los distintos focos de las explosiones. Defensas y acusaciones propusieron cuatro peritos a los cuales el Tribunal añadió otros cuatro, dos de la Policía Nacional y otros dos de la Guardia Civil, siendo uno de ellos el director con voto de calidad. Así quedó neutralizada la pericial y desprovista de la independencia y del fundamento con el que fue planteada por defensas y acusaciones.

Las muestras cuyo análisis ordenó efectuar el juez eran las de explosivos y las de los focos de explosión de los trenes. Pues bien, a las 23 muestras existentes de los focos se añadieron, sin justificación alguna, otras 64 que nada tenían que ver con esos focos, como la vía del AVE y diversos vehículos y domicilios. Es decir, con la incorporación de los peritos "oficiales" y el añadido de más del doble de muestras ajenas, la pericial se embarullaba y las muestras recibían un último ataque como pruebas.

Ya hemos visto la nula consistencia que ya tenían las muestras existentes, sin cadena de custodia y que, además, habían sido lavadas con agua y acetona. Además, llegaron al laboratorio de la Científica sin acta de entrega, y, por si fuesen pocas las irregularidades sufridas hasta entonces, en el laboratorio de la Científica sufrieron diversas contaminaciones más o menos casuales, además de alguna interrupción en la grabación de video que se efectuaba de forma continua, achacada a un supuesto corte de luz, durante el cual se produjeron misteriosas modificaciones en la contaminación de las muestras.

Todos los peritos independientes mostraron sus discrepancias sobre los resultados "oficiales" de la pericial, descartando incluso la presencia del explosivo predominante según la sentencia, la goma-2 ECO, en gran parte de los focos6, por lo que es obligado preguntarse cuál habría sido el informe final de la pericial si sólo la hubiesen realizado los peritos independientes, tal y como se había solicitado al Tribunal7.

Po otra parte, todos los peritos independientes incorporaron al acta de la pericial comentarios denunciando que las muestras eran insuficientes tanto en número, con sólo 2,3 muestras por foco, mientras de alguno de los focos no había muestra alguna, como en peso, que no sobrepasó en ninguna muestra los 0,1 gramos de materia analizable, cuando lo recomendado es de un mínimo de 5 gramos. Los peritos reclamaron inútilmente que se les facilitaran más muestras y mayores, pero todo fue inútil, Por otra parte, escribieron que habían recibido una comunicación escrita de Tedax advirtiendo que las muestras habían sido lavadas con agua y acetona, y afirmaron que, con ello, habían quedado inutilizables para el análisis, pues presumiblemente habrían desaparecido la mayor parte de los componentes orgánicos e inorgánicos básicos para la pericial, como nitroglicerina (NG),trinitrotolueno (TNT), y otros, lo que impide hacer un análisis completo y hace imposible precisar qué tipo de explosivo se utilizó.

Es decir, con esas muestras, escasas y pequeñas, lavadas con agua y acetona, resultaba imposible obtener resultados fiables en la pericial. Quedaban así definitivamente anuladas esas muestras que, carentes de cadena de custodia, ni siquiera se podía certificar que procedieran de los trenes. Y eso no es todo, como hemos visto anteriormente, cuando se realizaba esa pericial, estaban discretamente guardadas en el taller de Tafesa los restos materiales de uno de los focos, de los cuales la fiscalía diría años después que "se había constatado la adopción de medidas para la conservación de dichos restos, ante la eventualidad de posibles análisis posteriores". Se habían conservado con ese fin, pero cuando surgió la imperiosa necesidad de utilizarlos ni siquiera se mencionó su existencia.

Pero hubo unas muestras supuestamente procedentes de los trenes cuyo tratamiento es fácil deducir a partir de las periciales con ellas realizadas, lo cual permite imaginar la calidad del tratamiento que se aplicó al resto de las muestras, que no tenía por qué ser muy distinto. Se trata de las muestras de metralla.

La aparición en la casa de Leganés de una caja de clavos fue aprovechada por el comisario Sánchez Manzano para encargar, por su cuenta, a su laboratorio Tedax la comparación de esos clavos con los de la bolsa de Vallecas y con los de los trenes. Lo efectuado en esa pericial fue de lo más curioso: se comparó uno de los clavos iguales de Leganés con los de la bolsa y con los de los trenes, pero de una forma muy especial: sólo se utilizó uno de la bolsa y otro de los trenes, se vio que no se correspondían con el de Leganés, no se comparó con ninguno más y se dio como resultado que no había coincidencias. Y claro surge la pregunta obligada ¿Por qué sólo se tomó un clavo de la bolsa cuando había 640 gramos y era evidente que no eran todos iguales? No había correspondencia con ese clavo, pero ¿no podía haberla con alguno de los demás? En cuanto a los trenes, sólo se analizó un clavo de Téllez. No hay explicación lógica de ese engaño. Sólo encuentro el siguiente y posible motivo: Tenían un único clavo de los trenes y era necesario mantener que la bolsa bomba procedía de un tren. En tal situación habría sido muy llamativo comparar un solo clavo de los trenes y un montón de ellos de la bolsa. Solución: utilizar uno solo de la bolsa y asignarle unas medidas dadas como comunes a todos ellos, así el asunto es menos llamativo, un clavo en los trenes y también un clavo en la bolsa.

Esta extraña forma de actuar se mantuvo en otras tres periciales sobre metralla. Había que comparar metralla encontrada en Mina Conchita y otros lugares con la de los trenes, se comparaba únicamente con el clavo de Téllez, no había correspondencia y no se comparaba más. Lo cual sólo se comprende si ése clavo de Téllez era la única metralla encontrada en los cuatro trenes.

Pero finalmente, ya a finales de 2005, varias acusaciones, extrañadas sin duda por el contraste de la abundante metralla de la bolsa de Vallecas con el único clavo de los trenes, se dirigieron al juez Del Olmo pidiéndole que se aclarase en qué focos se recogió metralla, y pidieron que se les diese la lista de las muestras recogidas en los distintos trenes, es decir, el origen de la cadena de custodia. El juez Del Olmo, sabedor sin duda de la inexistencia de esa relación de muestras foco a foco, pidió a Tedax que informasen simplemente de en qué foco se encontró metralla, e introdujo además, por su cuenta, la bolsa de Vallecas.

La respuesta de Sánchez Manzano fue una nueva pericial de diciembre de 2005 en la que surgieron de la nada, como por arte de magia, nada menos que 21 tornillos y 33 clavos procedentes de casi todos los focos de los trenes, no habían existido para ninguna de las cuatro periciales anteriores sobre metralla los cuales, por supuesto, presentaban coincidencias con los de la bolsa de Vallecas.

Pero todavía quedaba una última sorpresa. Todas las muestras de metralla aparecidas milagrosamente y fotografiadas en la última pericial se enviaron al laboratorio de la Policía Científica, lugar en el que volvieron a ser fotografiadas para el informe de la pericial de explosivos de 2007. Pues bien, comparando ambas series de fotos se comprueba que las mismas muestras se transformaron entre una y otra pericial. Asombroso acontecimiento del que nadie pidió una explicación.

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Evolución de las muestras de metralla atribuida a los trenes

A la vista de todo lo anterior, con la total inexistencia de cadena de custodia, es lógico dudar de la autenticidad del conjunto de las muestras y de que esas muestras, tal y como llegaron a la pericial de explosivos de 2007, fuesen las mismas que se recogieron en los trenes. Todo ello, unido a lo visto anteriormente en este capítulo, justifica claramente su título: Desaparición, manipulación o anulación de cualquier pieza, muestra o evidencia extraída de los trenes.

3 Anulación de los resultados de las posibles periciales de los trenes

Destruidos los trenes y anulado como elemento de prueba lo extraído de ellos antes de su destrucción, faltaba aún una importante actuación para que para que su valor como prueba única se trasladase a la bolsa aparecida misteriosamente en la comisaría de Vallecas. Había que inutilizar para la investigación las periciales realizadas en los propios trenes, y retrasar la más importante de ellas para que se hiciera cuando ya no existían los trenes.

Hemos visto que 24 horas después del atentado los trenes estaban ya irreconocibles, pues se les había arrancado el material más importante para la investigación, sin que conste sumarialmente pericial alguna realizada sobre ese material en los trenes o fuera de ellos. La única inspección que consta es la inspección ocular técnico policial realizada en los cuatro trenes. Pues bien, en cuanto a la información que dan de las explosiones, en tres de los trenes solo hablan de explosiones, sin mencionar el tipo de artefacto y menos aún su lugar de colocación. Sin embargo, en el tren de Santa Eugenia, tan especial por tantos motivos, se atreven a escribir nada menos que esto: en el interior del cuarto coche en el centro del mismo y en la parte superior de los tres asientos laterales hizo explosión una mochila. Se equivocan claramente al situar el artefacto y no explican por qué saben que se trataba de una mochila. Posteriormente, en el informe sobre identificación de cadáveres, los peritos escribieron: se tomaron más de 150 muestras, procedentes de objetos personales de las supuestas víctimas y de sus familiares. A pesar de la imposibilidad que hubo después para la identificación del explosivo, no hay noticias de lo ocurrido con esas muestras ni de ninguna pericial realizada con ellas.

Una vez destruidos los trenes, se hicieron un par de informes periciales basados en fotografías. El primero fue el Informe pericial sobre la ubicación de los artefactos. Pocas y malas fotografía debían tener los peritos cuando su informe está repleto de burdas equivocaciones, como la del coche 4 de Atocha.

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Ubicación atribuida a la bomba del coche 4 de Atocha, en una foto del día 12 proyectada en el juicio a petición de la Fiscalía. También se aprecia el vaciado sufrido por el tren.

Pero la más importante pericial de los trenes, ésa que era fundamental haber realizado antes de destruirlos, era el Informe pericial conjunto Policía - Guardia Civil, de 24 de junio de 2005. Hacía pues más de un año de la destrucción de los trenes. Se había conservado en secreto uno de ellos, el de Santa Eugenia, que en las fechas del informe estaba en reparación en el taller de la empresa Tafesa de Villaverde. Mientras se efectuaba esa reparación de forma oculta para todo el sumario, policías y guardias civiles visitaron dos veces el taller para ver los materiales10, sin que ellos mismos o compañeros suyos dijesen nada al respecto en el acta de esta pericial. Eran los únicos restos de un tren que pudieron ver, seguramente los vieron, pero lo ocultaron en su informe.

El objeto de la pericial era investigar las explosiones, con el añadido de preguntar a los peritos si consideraban necesario, reproducir o simular, las explosiones. Lamentablemente descartaron esa opción que habría consistido en hacer explotar en un tren un artefacto equivalente a la bolsa de Vallecas y ver si los efectos eran similares a los realmente producidos. Eso habría sido muy importante para determinar si esa bolsa era real o falsa, pero los peritos, por razones inexplicables renunciaron a esa posibilidad.

Como ya no había trenes, aparte lo dicho del de Santa Eugenia, los peritos tuvieron que hacer su trabajo con fotografías. Y cabría pensar que los trenes se habían destruido pero que antes se habían hecho los reportajes fotográficos policiales necesarios para una posible posterior policial. Pero nada más lejos de la realidad. Cuando los peritos se reunieron para comenzar su trabajo empezaron por solicitar al juzgado: los reportajes fotográficos y de vídeo disponibles, de los lugares de las explosiones. O sea, no disponían de los trenes y tampoco del material fotográfico que los sustituyera. En respuesta el juzgado les facilitó fotografías y videos realizados por policías nacionales, pero también y sobre todo por policías municipales, ferroviarios y bomberos, los cuales es evidente que no habían sido realizados como apoyo de ninguna pericial. Es decir, Los trenes se destruyeron rápidamente sin que se dejase la adecuada constancia fotográfica del estado en que habían quedado tras las explosiones. En todo caso, si esos reportajes se hicieron, o bien eran insuficientes o bien quedaron ocultos para los peritos de esta pericial. Además, de hecho, los peritos utilizaron esas fotos ajenas, pues algunas de ellas quedaron incorporadas a su informe pericial.

Los peritos escribieron al comienzo de su informa que el estudio de los efectos de las explosiones en mobiliario de los trenes (asientos, revestimientos interiores, ventanas, puertas) era determinante, al mismo nivel que los análisis químicos, para establecer la cantidad y tipo de explosivo utilizado en cada artefacto. Pero claro, ese mobiliario tan importante había desaparecido por toneladas el día siguiente al atentado, y ya hemos visto el tipo de fotos que tenían los peritos a su disposición, Por eso no es de extrañar que al referirse en su informe a la naturaleza del explosivo escribieran:

El resultado de los análisis químicos indicó la presencia de dinamita en todos los focos, salvo en los de los vagones 4 de la C/ Téllez, y 5 de la estación de El Pozo, donde no se detectaron sustancias relacionadas con explosivos, si bien, los efectos producidos en los dos focos fueron de las mismas características que los ocasionados por la dinamita en las demás explosiones.

Es decir, los peritos se limitaron a dar por buenos y reproducir los resultados tan exactos del laboratorio Tedax: componentes de dinamita y ninguna sustancia digna de mención, lo había dicho la perito Tedax y no había nada que añadir, y se olvidaron de lo determinante que era, según ellos mismos afirmaron, el estudio de los efectos de las explosiones. Así pues esta pericial, que habría sido tan importante de haberse realizado inspeccionando los propios trenes, finalmente no aclaró nada respecto de la naturaleza del explosivo. .

Por lo demás, el informe también trata de los lugares de colocación de las bombas. En todos los casos en los que las fotos disponibles indicaban que se había producido un cráter en el suelo del tren designaron como lugar de colocación ese cráter, con una curiosa excepción, el tren de Santa Eugenia, en el que por única vez ignoran la presencia de un cráter, el cual era precisamente el único que en esa época podían ver físicamente, y que seguramente vieron, pero lo ignoraron y designaron como lugar de colocación de la bomba, no el suelo, sino la bandeja portaequipajes.

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Cráter del coche 4 del tren de Santa Eugenia. Foto cedida por su autor

En resumen, como decíamos a principio, los trenes no se volatilizaron inmediatamente después de las explosiones, pero sí se produjeron unas misteriosas intervenciones en los trenes y en su contenido cuyo resultado fue el mismo que si se hubieran volatilizado. Los trenes, con todo su contenido, fueron eliminados de una investigación que pasó a basarse exclusivamente en una bolsa que nadie vio nunca en ningún tren

Carlos Sánchez de Roda es autor de "Los misterios del 11-M"

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