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Carlos Sánchez de Roda

Diferencias entre el 11-S y el 11-M

Díganme si no son sorprendentes las enormes diferencias entre las investigaciones policiales y judiciales de los escenarios de los atentados del 11-S y del 11-M.

Díganme si no son sorprendentes las enormes diferencias entre las investigaciones policiales y judiciales de los escenarios de los atentados del 11-S y del 11-M.
Homenaje a las víctimas | Cordon Press

Llegó un nuevo 11 de septiembre y una vez más vimos, en diferentes medios y redes, cómo se relacionaba ese terrible atentado con el 11-M, poniéndolos siempre como ejemplo de atentados típicamente yihadistas. Pero no veremos que se los relacione por otro motivo fundamental: la diametral diferencia entre los procedimientos seguidos en uno y otro caso para que la investigación llegase a la conclusión de esa naturaleza yihadista.

En efecto, mientras en Nueva York se buscó y rebuscó hasta la saciedad, entre los escombros de los edificios destruidos, buscando restos de los aviones en ellos estrellados y cualquier otro indicio que llevase a averiguar toda la verdad de lo ocurrido, en Madrid, con los trenes explotados a la vista, no ocultos bajo miles toneladas de escombros, se procedió a su inmediata destrucción, junto con los innumerables elementos de prueba que contenían, sin esperar a su investigación exhaustiva por los peritos policiales. El juez de instrucción esperó un año, hasta el 16 de marzo de 2005, para ordenar la realización de una pericial sobre las explosiones en los trenes, y, como ya no había trenes, pues habían sido destruidos poco después del atentado, y dado que los peritos le reclamaron al menos información gráfica para realizar su trabajo, el juez les facilitó fotografías tomadas, básicamente, por policías municipales, ferroviarios y bomberos, lo que demuestra que esa destrucción se hizo sin realizar al menos previamente, por peritos competentes, los reportajes fotográficos necesarios para esa posterior pericial.

Como colofón de todo ello, la investigación de esos trenes se sustituyó por la de una mochila bomba misteriosamente aparecida en una comisaría y que nadie había visto en ningún tren, que no fue detectada, a pesar de contener más de 10 kg de dinamita, en ninguno de las escrupulosas revisiones policiales de todos los enseres que quedaron en trenes y estaciones.

Pues bien, pasando por encima de cualquier protocolo establecido, la investigación de esa misteriosa mochila fue la que llevó a definir como yihadista el 11-M, y ello a pesar de que el propio tribunal no pareció tener muy claro en su sentencia a qué rama o entidad yihadista había que hacer responsable del atentado.

En Nueva York, una vez estudiados a fondo, los restos de los aviones encontrados e identificados se llevaron a un museo del 11-S, en el que han quedado expuestos al público. En España tenemos el recientemente inaugurado Memorial de las Víctimas del Terrorismo, con sede en Vitoria. Pero allí no hay nada de los trenes. Aquí se actuó de forma muy diferente.

Aquí hubo un tren que se salvó del desguace, fue el atacado en la estación de Santa Eugenia. Tras el atentado, fue trasladado a la estación de Vicálvaro, en la que, al parecer, recibió la visita de policías o bomberos de Nueva York. Precisamente un 11 de septiembre, el de 2004, ese tren fue trasladado, sin que ni en la instrucción ni en el juicio se dejara constancia de ello, a un taller para su reparación. Durante toda la instrucción, durante toda la vista oral, durante todo el tiempo de elaboración de la sentencia, no se supo oficialmente de la existencia de ese tren salvado del desguace y que podría haber resuelto alguna de las grandes incógnitas sobre lo ocurrido. En el taller separaron del tren el material próximo al foco de explosión, allí lo conservaron durante 8 años "ante la eventualidad de posibles análisis posteriores", según nota de prensa de la fiscalía de 6 de junio de 2012, y lo examinaron "en secreto" policías y guardias civiles, sin que haya trascendido informe alguno que pudieran haber redactado esos visitantes. Esos restos, una vez hecha pública su existencia, y dado que eran los únicos existentes de los trenes del 11-M, pudieron haber sido conservados e incluso llevados a un museo del atentado, como en Nueva York, pero lo que finalmente se hizo con ellos fue permitir que fueran robados en una rocambolesca operación, mientras agentes policiales vigilaban la entrada del lugar del robo.

Díganme si no son sorprendentes las enormes diferencias entre las investigaciones policiales y judiciales de los escenarios de los atentados del 11-S y del 11-M. Pero de eso no se habló en este nuevo aniversario; sí se habló profusamente de la equivalente naturaleza yihadista de ambos atentados.

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