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El futuro del Partido de Sánchez

El Partido de Sánchez no tiene un futuro tan malo como algunos creen.

El Partido de Sánchez no tiene un futuro tan malo como algunos creen.
Pedro Sánchez durante una rueda de prensa en Bruselas. | EFE/Olivier Matthys

El Partido de Sánchez tiene poder y dinero. Y no reparte demasiado mal entre los suyos ese abultado botín. Por lo tanto, el Partido de Sánchez no tiene un futuro tan malo como algunos creen. Siento decepcionar con esta afirmación a quienes desearían un cambio de gobierno más o menos rápido. Además de mi conjetura sobre el reparto de los dones de su saca, tengo algunas razones y mil motivos para pensar así. Daré en señal de prueba de mi aseveración un par de argumentos y un sólo motivo, o sea, algo irracional, referido a la casta política, para mantener que esto, el régimen sanchista, aún durará.

Los gobiernos autocráticos, como es el de Sánchez, se mantienen, duran y sobreviven a todo tipo de escándalos y deficiencias políticas, simple y llanamente, porque utilizan hasta en los más mínimos detalles todos los resortes de su inmenso poder, incluidos los más alejados del autócrata. Aparte de una población esclavizada mentalmente con el mal rollo ideológico de que vivimos en democracia, discutible si comparamos lo que aquí pasa con el resto de países de la UE, los gobiernos perseguidores de la Oposición, asunto clave de toda dictadura, manejan sin limitación alguna todos los aparatos del Estado, especialmente los represivos para eliminar política, moral y civilmente al adversario. Dirigen con mano de hierro las instituciones vinculadas directa o indirectamente al gobierno. Y, sobre todo, controlan las voluntades; en una sociedad como la española, tan llena de miserias morales y cobardías políticas, o peor, refugiada en un atávica tradición, el gobierno de Sánchez ejerce un férreo dominio sobre las voluntades de quienes se mueven tanto en el ámbito profesional como en el llamado mundo de la vida cotidiana, duele decirlo, sólo y exclusivamente por el dinero y el poder.

Dinero y poder son los grandes estímulos utilizados por todo autócrata, que se precie de sí mismo, para romper el espinazo moral de los individuos que ocupan los más altos puestos en las instituciones del Estado. Casi todos están al servicio del Partido Sanchista. Ningún servidor del autócrata es capaz de auto-limitarse en el ejercicio de su función, como se hace en los países genuinamente democráticos, porque previamente han sido co-optados para ese puesto por el dinero y el poder que les ofrece el dictadorzuelo de turno. El caso español es de libro. Si el presidente del Gobierno no se limita a la hora de ejercer su poder, menos aún lo harán quienes están a su entero servicio. Digámoslo sin remilgos: el presidente del Congreso de los Diputados, el presidente del Tribunal Constitucional, el presidente del Consejo de Estado, el Fiscal General del Estado, el Defensor del Pueblo, etcétera, son cargos de carácter político. Todos ellos, sin apenas excepciones, están al entero servicio de Sánchez, un presidente sin legitimidad electoral y una absoluta carencia de moralidad para presidir el gobierno de España. Sánchez no es desleal con la unidad nacional, ojalá, es simplemente un traidor…

Estas afirmaciones son, además, compartidas por millones de españoles. Todas las encuestas de Opinión Pública, llevadas a cabo por diferentes agencias europeas o nacionales, concluyen que el principal problema de España son sus políticos. La calidad de la vida política en España es, pues, una cosa vaga, oscura y despreciable. Los españoles son conscientes de que la crisis de representación democrática es el principal problema de un sistema político en ruina. Por eso, precisamente, todos los políticos, sin importar el partido por el que hayan sido elegidos, son agrupados bajo la denominación genérica de casta política. Es, en efecto, la casta de los políticos, despreciada en su conjunto por la mayoría ciudadana, la principal aliada del autócrata. Los ciudadanos saben bien que la casta política no tiene mayor ocupación que preocuparse por su conservación. El resto no importa. Cualquiera que pudiera poner en cuestión su mera supervivencia es rechazado. Cualquiera que mostrase la necesidad de reformar el sistema de selección de las élites políticas es expulsado de la vida política oficial. Cualquiera que trabajase antes en pro de los ciudadanos representados que del grupo representante, es marcado como indeseable para la supervivencia del grupo tribal.

Los políticos con claridad de ideas y voluntad de ánimo para trabajar día y noche por sus representados son siempre cuestionados por la casta política. Ahí, como he dicho en otra ocasión, es donde debemos mirar para comprender por qué una extraordinaria política, como es Maite Pagazaurtundúa, queda fuera de las listas electorales a la Unión Europea. Feijóo y Abascal, claro está, no sentirán vergüenza sobre este asunto, sencillamente, porque en esto también están con Sánchez. Y para terminar, reitero la pregunta de otras columnas, ¿para cuándo, señor Feijóo, la moción de censura a Sánchez? Cuanto más tarde en presentarla, no lo dude, peor les irá a los españoles. Pero de este motivo para alargar la vida del partido sanchista hablamos otro día.

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