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José T. Raga

Error de ubicación

Me he preguntado muchas veces acerca de dónde cree que está la señora Díaz, y para qué pueblo habla.

Me he preguntado muchas veces acerca de dónde cree que está la señora Díaz, y para qué pueblo habla.
Yolanda Díaz en la Asamblea que el Comité de Empresa de la fábrica de Iveco en Madrid. | EFE/ Rodrigo Jimenez

Cualquier persona que, por su profesión u ocupación, aunque fuera ésta temporal, se mueva en la esfera pública, profesores, conferenciantes, escritores, políticos, profesionales de distintos ámbitos… la primera consideración que les es aconsejable es la necesaria conciliación de su mensaje con las necesidades o aspiraciones de la persona o personas a las que se dirige.

Se trata de ubicarse en el mundo del destinatario de la palabra o del escrito, y ello no por un capricho, más o menos formalista, sino para garantizar la máxima eficacia de lo que se dice o escribe.

Sin embargo, hay casos en el mundo real, en el que sus protagonistas, bien por error, o simplemente por elusión, actúan alejados de aquellos que deberían conocer sus principios, sus ideas, sus proyectos… –los destinatarios de sus palabras, escritos, o proyectos–, como si nada importasen sus aspiraciones o necesidades.

Un caso paradigmático de cuanto digo, seguramente serán muchos los que estarán pensando como yo, es el de la Vicepresidenta Segunda del Gobierno y Ministra de Trabajo y Economía Social.

Y, me refiero hoy a la señora Díaz, no por su gestión al frente del Ministerio de Trabajo, que refleja incapacidad o despreocupación por la propia tarea –niveles de paro próximos a las cuatro millones de trabajadores, cierre de empresas (más de 85.000), a las que seguirán otras muchas, por el incremento sindical en la empresa, al computarse los fijos discontinuos, ya son seis de cada diez nuevos contratos, como trabajadores fijos; es decir, disminución del personal laboral e incremento en el personal sindical–. Todo ello, con la mayor opacidad, como en el más rancio comunismo.

Hoy, quisiera compartir con los lectores, la imagen de la Vicepresidenta Díaz, en un gobierno de España en 2024. Y, lo hago, porque me he preguntado muchas veces acerca de dónde cree que está, y para qué pueblo habla.

¿Proyecta, quizá, instaurar un sistema comunista en la España de hoy?

Sus proclamas políticas, darían refrendo a esta idea. En unos casos, demonizando a las empresas privadas, por la falacia de que explotan al trabajador; en otras, pidiendo nacionalizar tierras, para crear un banco público de comunas, al modo koljoses estalinistas –ignorando que, en España, se promulgó en noviembre de 1979 una Ley de Fincas Manifiestamente Mejorables, con resultados poco mejorados–; y, en fin, pretendiendo censurar los mensajes, en redes sociales, favorables a Israel…

Por si acaso, conviene alguna apostilla. En primer lugar, que los regímenes comunistas –Rusia (1917), Cuba (1958), China (1966)– se instauraron mediante sangrientas revoluciones, no desde un despacho y coche oficial, en países agrícolas con mucha hambre –quizás España no esté ahí, con una agricultura que aporta el 2,4% al P.I.B.–.

Otras dictaduras comunistas, proceden de acuerdos entre potencias: Corea del Norte, Vietnam… Nuevos influjos comunistas han aparecido por la nueva colonización en países del Tercer Mundo, aplicando la máxima: pan por dependencia.

Cabe, pues, concluir que, la vicepresidenta Díaz, vive un error de ubicación, en tres dimensiones: está fuera de lugar, no es tiempo para antiguallas, y los españoles, más que menos, viven en libertad.

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