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Las familias presidenciales

Los dictadores creen que el erario es una cuenta bancaria propia de la que pueden disponer con total desvergüenza.

Los dictadores creen que el erario es una cuenta bancaria propia de la que pueden disponer con total desvergüenza.
Begoña Gómez en un congreso de CEAPI | Europa Press

Social-comunismo y corrupción son términos inescindibles. Los regímenes de extrema izquierda, enemigos de la democracia y de las libertades humanas, promueven alevosamente la opacidad para facilitar el saqueo de las arcas públicas.

Los dictadores —y en este punto caben todos, los de derechas e izquierdas— creen que el erario es una cuenta bancaria propia de la que pueden disponer con total desvergüenza.

No es sano generalizar. Cuenta la leyenda que hubo en Suramérica un dictador que vivió en absoluta pobreza. Cuando murió el célebre Baltazar Rodríguez de Francia, descrito por Roa Bastos como el sempiterno dictador del Paraguay, encontraron todos sus sueldos debidamente empacados y contabilizados en el fondo de un viejo baúl.

Es posible que la realidad haya sido diferente, y que el general Francia fuera un manilargo como todos sus colegas dictadores.

Gracias a la finísima atención de su autor, don Federico Jiménez Losantos, he tenido oportunidad de leer El camino hacia la dictadura de Sánchez, libro en el que se observa diáfanamente el talante dictatorial de quien ejerce la jefatura de gobierno en España.

El proceder de los tiranos, independientemente de su nacionalidad y del momento, es semejante en casi todos los casos.

En la Colombia de mediados del siglo pasado, cuando el gobierno estaba en manos del usurpador Gustavo Rojas Pinilla, los parientes de ese chafarote mandaron a imprimir tarjetas de presentación en las que se leían sus respectivos nombres y debajo de aquellos la siguiente leyenda: "Miembro de la Familia Presidencial". Así, en mayúsculas, para que nadie dudara del rango.

Esas pequeñas esquelas fueron las llaves maestras con las que la hija, el yerno, los hermanos, los primos y demás integrantes de la casta abrieron las bóvedas nacionales. Hoy, pasados setenta años, los descendientes del sátrapa continúan disfrutando los réditos de aquel ignominioso latrocinio.

Cuando Hugo Chávez fue indultado por Rafael Caldera, fue a vivir a Bogotá bajo el auspicio de Gustavo Petro. El coronel venezolano era pobre de solemnidad. Residía en un deprimente hostal del centro de la gélida capital colombiana. Sus ropas estaban raídas, y escasamente tenía con qué alimentarse.

El poder, además de hinchar su abdomen, engordó sus cuentas bancarias personales. Hace un par de meses, el diario ABC publicó una profunda investigación sobre el espolio del dinero venezolano, tasándolo en más de U$56 mil millones de dólares, fondos que fueron manejados directamente por el dictador durante los 13 años que estuvo en el poder.

Su hermano Adán, un mequetrefe bueno para nada, pasó de la depauperación a la riqueza en un abrir y cerrar de ojos. Su hija María Gabriela tiene un patrimonio de más de U$4,500 millones de dólares, fortuna que evidentemente no logró amasar con su salario como representante alterna de Venezuela ante las Naciones Unidas.

Los familiares del dictador nicaragüense Daniel Ortega y su esperpéntica esposa Rosario Murillo dirigen una veintena de empresas clave de ese país centroamericano, calificado como uno de los más pobres del continente.

Ocho hijos de la pareja presidencial presumen del rango de "asesores gubernamentales", cargos con los que están habilitados para actuar como amos y señores de la distribución del petróleo y ejercer control sobre la televisión en su país.

Cuando en España se conoció el Caso Koldo, que en realidad es el Caso Sánchez-PSOE, el nombre de la esposa del presidente de gobierno brotó inconteniblemente. Todo parece indicar que doña Begoña, como una Imelda Marcos cualquiera, se desvive por el dinero, sobre todo cuando este se puede conseguir a instancias del poder político que ostenta su marido. Ella es parte de la familia presidencial y se ha encargado de hacerlo notar desde que mudó sus bártulos a La Moncloa.

El hermano del señor Sánchez aparentemente no ha querido quedarse atrás. Con astucia, movió su residencia fiscal a Portugal, a pocos metros de la frontera con España, y así se ha eximido de pagar los impuestos de su milagrosa fortuna que consta de tres pisos, inversiones en criptomonedas y cerca de 1,5 millones de euros en acciones. A nadie parece importarle que el hermanísimo tenga un salario de 55 mil euros. ¿Alquimia?

En los años 70 del siglo pasado, con el boom del narcotráfico en Colombia, a los mafiosos se les decía mágicos, pues eran personas que, como por arte de magia, pasaban de pobres a billonarios en un santiamén.

Y hablando de narcos, la mujer del presidente de Colombia procede como consorte de mafioso. Se pasea por las mejores tiendas de Londres comprando con desespero y pagando, eso sí, con riguroso efectivo. Que se note la nueva riqueza, pero que no se conozca su origen.

Y es que los neocomunistas son alérgicos a la elegancia, a las formas y a la prudencia. Otra que, aunque formalmente no hace parte de la familia presidencial venezolana, pero es como si lo fuera, es Delcy Rodríguez, jocosamente llamada "Delcy la fea" por el agudo Jaime Bayly. Cuando hizo su famoso viaje a España, además de desembarcar las 40 valijas, tenía el propósito de ir de compras a la milla de oro, y pagar las facturas con el dinero que minuto a minuto la dictadura le roba al pueblo venezolano.

El proceder de los familiares de los déspotas oscila entre lo hilarante y lo indignante. Se comportan como los nouveaux riches que jamás soñaron con tener tanto, pero que en el fondo son conscientes de que el reloj corre en contra suya, razón por la que sienten la obligación de aprovechar al máximo esa lotería que les ha caído del cielo.

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