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EDITORIAL

La campaña del PP en Cataluña

Resulta muy aconsejable que los dirigentes del partido no entren en falsos debates como el que pretende contraponer la defensa de la gestión a la defensa de la libertad.

El Partido Popular se ha enfrascado en un curioso debate bizantino sobre el fondo y la forma de su campaña electoral para los comicios catalanes. Chocan dos sensibilidades, la de quienes consideran que la formación conservadora debe centrarse en los asuntos relativos a la gestión pública y el bienestar ciudadano frente a la de aquellos otros partidarios de primar el combate ideológico contra el separatismo. Esta última es la opción del candidato del PP en Cataluña, Alejandro Fernández, y según dice también la de Génova.

El PP afronta la campaña catalana con grandes expectativas de crecimiento. Ahora mismo es la última fuerza del parlamento catalán y podría pasar a ser la cuarta, de tres diputados a trece según la media de las encuestas conocidas hasta el momento. De cumplirse los sondeos, la recuperación del PP en Cataluña será espectacular. Pero para que eso ocurra resulta muy aconsejable que los dirigentes del partido no entren en falsos debates como el que pretende contraponer la defensa de la gestión a la defensa de la libertad. Entre una cosa y otra no puede haber discusión. Sin libertad no hay nada y plantar cara al socialismo y a los separatismos es el primer paso en la única dirección posible.

El electorado no espera escuchar de un candidato del PP en Cataluña un plan agrario o industrial, entre otras razones porque el partido no tiene la más mínima posibilidad de gobernar en Cataluña ni siquiera como componente menor de una coalición. Y ese detalle ya es una razón para dedicar la campaña a denunciar el régimen nacionalista catalán, el apartheid lingüístico, el señalamiento de las familias que piden enseñanza en español para sus hijos, el incumplimiento de las sentencias y el entendimiento entre socialistas y separatistas en materia lingüística, entre otras.

Frente a esas circunstancias discutir dónde se debe poner el acento, si en la sequía o en la falta de libertad, es una frivolidad que incrementa el riesgo de que el partido continúe siendo irrelevante en Cataluña. El viernes arranca una campaña crucial en Cataluña y el PP debería concentrar esfuerzos en confirmar sus expectativas en vez de perder energía en las típicas fricciones internas. El nacionalismo catalán es el principal problema de Cataluña, muy por encima de la sequía. Y la combinación de socialismo y separatismo es el mayor de los peligros.

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