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Pablo Molina

De esta no sale

La expectación es máxima por ver a Sánchez realizar una nueva pirueta que muy bien podría ser la última de su mandato.

La expectación es máxima por ver a Sánchez realizar una nueva pirueta que muy bien podría ser la última de su mandato.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su asistencia al acto final de campaña del PSC, este viernes en Barcelona. | EFE

Nadie puede negarle a Pedro Sánchez su capacidad casi preternatural para mantenerse en el poder sean cuales sean las circunstancias que lo rodeen en cada momento. Hablamos de un tipo al que echaron a escobazos de la secretaría general de su partido por trampear con las votaciones, hazaña sórdida que no solo no lo penalizó sino que, probablemente, actuó de revulsivo para que las bases socialistas lo encumbraran en las elecciones primarias celebradas poco después.

Llegado a la presidencia del Gobierno de España, Sánchez sabe mantener el tipo y solo tirará la toalla cuando la fuerza de los hechos haga inevitable la convocatoria de elecciones anticipadas, momento en el que maniobrará de nuevo para seguir unos cuantos años más en La Moncloa aunque sea al frente de una mayoría cada vez más precaria.

El resultado de las elecciones catalanas es, a estos efectos, la verdadera prueba de fuego de lo que podemos esperar de Sánchez si hablamos de aferrarse al poder. La aritmética del parlamento regional catalán no podía ser más endiablada y, a día de hoy, no hay combinación posible que permita solventar el expediente sin que su resolución provoque un estropicio para el sanchismo en el ámbito nacional. O Illa es presidente y Sánchez agarra la puerta o gana la investidura Puigdemont, lo que dejaría a ERC como el gran damnificado de la operación y al Gobierno en vilo por si al jefe de Rufián le da una rabieta y manda a tomar por saco de una patada todo el tablero. En esta ocasión, no parece que Junqueras vaya a mirar para otro lado.

Hay una cosa clara: a Sánchez le da exactamente igual todo con tal de cumplir el objetivo de seguir amorrado al poder como un koala a un eucalipto. Ya se ha cargado al PSOE en amplias zonas de España y no vacilaría en hacer lo propio con la franquicia catalana, salvo por la circunstancia de que el PSC goza de una independencia orgánica que lo distingue de las demás federaciones socialistas. Es, pues, más fácil que los socialistas catalanes lo dejen caer a él, un factor decisivo que Sánchez habrá de sortear con las manos atadas por los dos partidos separatistas catalanes, sin cuyos votos la legislatura se va a "fer punyetes", que diría Artur Mas.

La expectación es máxima por ver a Sánchez realizar una nueva pirueta que muy bien podría ser la última de su mandato. Yo estoy convencido de que de esta no sale y de que en otoño nos toca votar de nuevo, solos o en compañía de los catalanes, porque ni un McGyver de la política como este tío va a poder resolver este embrollo infernal.

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