
El comentario mainstream aquí en España sobre las elecciones británicas es que la caída de los tories está ligada al Brexit que impulsaron en su día. Por fin reciben su merecido por aquella locura, viene a decir nuestro europeísta de salón con el orgullo del "yo ya lo dije". Los que difunden esta fábula moral sobre las consecuencias de salir de la UE tienen, sin embargo, algunos hechos en contra. Tal vez el primero es que apenas se ha hablado del Brexit en la campaña electoral. El segundo es que los laboristas, con el que va a ser nuevo primer ministro a la cabeza, no se han presentado a las elecciones con nada parecido a una promesa de regresar al seno de la Unión.
La fábula moral presenta, en su favor, encuestas que muestran que una mayoría de los británicos apoyaría hoy anular el resultado del referéndum de 2016. Bien, ¡a buenas horas! Pero los partidos políticos que compiten por el voto de los británicos o no se acaban de creer ese arrepentimiento o no están por reabrir el asunto, asunto que fue muy divisivo y tóxico, como sólo los referéndums a cara o cruz pueden serlo. El proceso tuvo, además, efectos letales para el Laborismo, que perdió a votantes de las clases trabajadoras en beneficio de los partidarios del Brexit. Por eso, Starmer no ha hecho campaña con la bandera europea por delante. Si de encuestas vamos, también dicen los sondeos que eran muy pocos los votantes que consideraban este tema como una de sus preocupaciones principales.
La caída de los tories era inevitable después de todo lo que han hecho para autodestruirse. Para que se consumara sólo hacía falta dejarlos cavar más hondo y esperar a que el Laborismo hiciera algo sensato, en lugar de entregarse a su ala izquierdista. Y Starmer, quizá a falta de otra cosa, se ha mostrado como alguien sensato y serio. "Me presento para ser primer ministro, no para dirigir un circo", dijo al inicio del período electoral. El circo eran los otros. El mensaje laborista ha sido ofrecer un gobierno frente al desgobierno. Ciertamente, todo influye. Pero el batacazo conservador tiene que ver, más que con el Brexit, con el desencanto del Brexit. Salir de la UE no ha sido la solución mágica que prometía ser. Ni siquiera ha traído un descenso de la inmigración, uno de los ítems que hicieron mella entonces. Sólo ha cambiado la procedencia.
La fábula moral sobre las nefastas consecuencias del Brexit es, ante todo, una fábula. Y un proyecto como el europeo no debería defenderse con fábulas, moralejas y moralinas. Hay, sí, una locura que ha quedado retratada en el Brexit. Es la de reducir un asunto complejo a un dilema simple y jugarse a cara o cruz, en un ambiente cargado de demagogia, decisiones que requieren meditación, frialdad y consenso. Luego pasa lo que pasa. Cuando se apagan las luces de la feria, muchos se arrepienten de haberse dejado encandilar por expectativas irreales. Entonces, ya es tarde.