
Me siento a escribir estas líneas cuando todavía se desconoce qué va a dar de sí la segunda vuelta de las elecciones francesas. Lo que sí se conoce ya es que tanto Marine Le Pen, como Viktor Orban, como Santiago Abascal, están ayudando a configurar un nuevo espacio europeo más próximo a la Rusia de Vladimir Putin que a la tradicional cercanía con Estados Unidos. Unos Estados Unidos que, para qué nos vamos a engañar, hace tiempo que hacen aguas. No se trata sólo de si Biden está mayor o de si Trump tiene otras ideas. La pregunta del millón es: ¿sigue siendo USA una superpotencia operativa, en el sentido en que desde la Segunda Guerra Mundial lo damos por hecho en Europa? En mi humilde y preocupada opinión, no. Hace tiempo que los "americanos" no dan pie con bola (ni Bush hijo en Irak, ni Obama con las presuntas primaveras árabes…) y que tratan por todos los medios de zafarse de su antigua condición de sheriff del mundo libre, que se les hace al parecer cada vez más difícil y pesada.
Mientras Rusia no es tímida defendiendo a sangre y fuego sus prioridades geoestratégicas, Irán tiene éxito dando una de cal y otra de arena, jugando a las "reformas" mientras sabotea con éxito todos los intentos de serenar Oriente Medio, apoyando a Hamas, debilitando a Israel, entorpeciendo sus intentos de normalizar relaciones con las potencias árabes relativamente tratables (que de reventar eso iba el ataque del 7 de Octubre) y ganando tiempo para su programa nuclear, todo ello aliñado con la penetración económica china hasta en los rincones más inverosímiles del planeta, en Europa resulta que ya ni sabemos quiénes son los buenos, quiénes son los malos, ni con quiénes vamos nosotros.
¿Debajo de qué cubilete está la bolita de la libertad y la democracia? ¿Qué nos conviene más? ¿Hay que apoyar a Ucrania o dejarla caer porque Zelenski es un "nazi"? No es fácil orientarse entre los vendavales de la desinformación y la propaganda. Que además siempre soplan sobre el mismo plano trágicamente inclinado: lo que diga la izquierda, da igual lo extrema que sea, va a misa. Lo que diga la derecha es siempre sospechoso.
Ya me perdonarán, pero para mí hay un chivato, un detector de mentiras, que nunca falla: Israel. Pregúntese usted quién quiere borrar el Estado de Israel de la faz de la Tierra, y por qué, y es posible que algunas dudas aparentemente impenetrables se le despejen un poco.
En los años treinta del siglo XX ya vivimos penosos debates, parecidos a los de ahora, sobre si había que parar a Hitler o era más inteligente "entenderse" con él. Churchill ha pasado a la Historia (la nuestra) como un gran defensor de la democracia tal y como por aquí la entendemos, cosa que, a fin de cuentas, sí fue. Pero probablemente el motor de su arriesgada apuesta, con todo en contra en un momento dado, no fuese tanto eso como una noción muy precisa de que se estaba jugando ni más ni menos que el Imperio Británico. Que si dejaba que la Alemania de Hitler ocupara el "espacio vital" al que aspiraba, el Brexit se habría adelantado como un siglo.
A día de hoy nadie duda de que la victoria del nazismo habría sido un desastre. Y nadie lo duda, mayormente, por el Holocausto judío. Sin eso, bueno, es posible que los peligros de aquello hubieran pasado desapercibidos, o quedaran minimizados. Como efectivamente sucedió en los países que quedaron del otro lado del Telón de Acero. Es fantástico esto de dar por ganada una guerra que en realidad se ganó en unos sitios, y en otros no tanto. Stalin tuvo éxito en aquello en lo que Hitler fracasó.
Nuestros queridos ingleses son los grandes culpables de lo que pasó en Palestina, protectorado británico que "vendieron" dos veces: a los árabes que habían sido sus aliados contra turcos y alemanes en la Primera Guerra Mundial, y a los judíos sionistas que lo fueron contra los nazis en la Segunda. Sin esa doble traición no se entiende la terrible guerra de 1948 y todo lo que ha venido después.
Una y otra vez, con tenaz dramatismo, Israel deviene el gran chivato y el gran detector de mentiras de Europa y de todo Occidente. La URSS, por cierto, fue la gran aliada primera del sionismo (fundado por Theodor Herzl a raíz del caso Dreyfuss en Francia, y disparado demográfica y políticamente por el Holocausto…), mucho antes que Estados Unidos, y lo dejó de ser en cuanto la Guerra Fría resituó sus relaciones con los árabes. Por lo mismo que ahora Putin e Irán apoyan a Hamas y Hezbollah para empujar al supuesto "mundo libre" a salir de en medio. ¿Con qué consecuencias? Atentos.