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¿De qué tienen miedo?

Políticos influencers como él, sin principios, ni honorabilidad, más pronto que tarde, caerán bajo el Estado de derecho que están tratando de domeñar.

Políticos influencers como él, sin principios, ni honorabilidad, más pronto que tarde, caerán bajo el Estado de derecho que están tratando de domeñar.
Begoña Gómez y Pedro Sánchez. | Cordon Press

Si no tienen nada que ocultar, ¿por qué se niegan a declarar? Begoña ante el juez y Pedro en Moncloa. Si no tienen nada que ocultar, cuanto antes lo hagan, más pronto podrían desenmascarar la supuesta persecución judicial y las supuestas malas artes de la ultraderecha. Cuanto más prolonguen la agonía, menos creíble será la máquina del fango que atribuyen al PP. Raro, raro, raro. ¡A ver si va a ser que sí tienen algo que ocultar!

Ya no digo delitos de corrupción, de prevaricación, de malversación; eso lo dirán los tribunales, pero sí de nepotismo, de tratos de favor y abusos de poder, de trapichear con privilegios y fantasear con titulaciones y currículums… en definitiva, de comportamientos nada honorables, donde la honradez y la ética brillan por su ausencia. Y esto ya es evidente. Estoy hablando del gobierno, no de los bajos fondos. Aclaro.

A él, el mayor relator del reino, le obsesiona ese suplantador de la realidad al que llama relato. Por eso no quiere imágenes, declaraciones orales; huye de relatos que lo dejarían expuesto a las redes sociales y al descrédito popular. Lo sabe y lo teme a la vez. Ni una sola vez ha estado en el Congreso mientras se debatían leyes arriesgadas, como la Ley de amnistía o la de extranjería. En esas ocasiones comprometidas, el líder dejaba que sus acólitos se quemaran mientras él se escondía en su despacho o en cualquier acto internacional de relumbrón. Que no quedara constancia. El muy cobarde.

En buena medida, estas obscenidades democráticas son posibles por dos causas entrelazadas entre sí:

  • La arbitrariedad del poder político
  • Y la destrucción de la opinión pública

Reparen en qué lugar ha quedado la auctoritas, autoridad moral, esa aureola de prestigio en determinadas personas e instituciones, frente al despotismo del poder (potestas), amparado en leyes normativas y capacidad coercitiva de gobiernos como el de Sánchez.

Hasta la era digital, la opinión pública estaba moderadamente encauza por el prestigio, la sabiduría, la honorabilidad y el respeto a la verdad de ciudadanos ilustrados y políticos preparados. La auctoritas inspiraba admiración y respeto, y la potestas, acato y sometimiento al ordenamiento jurídico e institucional. De lo primero ni gota, de lo segundo, a su antojo y conveniencia.

Con la entrada del S.XXI y las RRSS, ha surgido una nueva variedad posmoderna de poder: los influencers. Este anglicismo es un sucedáneo de auctoritas que influye sobre la opinión pública, no por los valores de prestigio, honorabilidad y sabiduría de ésta, sino por el número de sus seguidores. Ya no hace falta estudiar, esforzarse, tener prestigio intelectual y moral, sino disponer de muchos seguidores para influir en los hábitos de consumo y en el mayor números de votantes para acaparar entradas por publicidad en los medios, o moldearlos para servir a tal o cual impostura. En ese caldo de cultivo es donde personajes como Pedro Sánchez se encuentran a salvo.

Creo que se está equivocando. Los influencers son tan efímeros como las reglas del mercado que los ha creado. Cambian cada temporada. Políticos influencers como él, sin principios, ni honorabilidad, más pronto que tarde, caerán bajo el Estado de derecho que están tratando de domeñar. El Tribunal Supremo (TS) tiene auctoritas, además de potestas, y está dispuesto a enseñarles lo que es la separación de poderes en un Estado de derecho. Importa poco lo que amañe el TC de Conde-Pumpido, ya está todo dicho por el más alto Tribunal Judicial: "La norma cuestionada repugna al derecho constitucional". ¿El TC va a ser más papista que el TS? Tanto él, como los nacionalistas han vuelto a infravalorar a España. Y en el retrovisor, la Justicia Europea.

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