
La denominación "falsa bandera" se usaba ya en el siglo XVI en referencia a los piratas que ondeaban la bandera de una nación amiga para engañar a los barcos mercantes. Los piratas, estudiosos de Maquiavelo entre rapiña y abordaje, son utilitaristas por naturaleza, y el honor, la dignidad y la caballerosidad no forman parte de su vocabulario habitual. Lo suyo es más la chulería, la vulgaridad y el engaño como forma de vida.
El 24 de mayo de 2019, Gabriel Rufián ponía un tuit en el que denunciaba que alguien había colgado un muñeco con el cartel "Oriol Junqueras, púdrete" en el pueblo de este mismo. Estaba entonces Junqueras en la cárcel por su participación en el golpe de Estado. Apuntaba el político catalanista, aferrado a su cargo en Madrid como percebe a la roca, que por allí pasaban los hijos de Junqueras. Y subrayaba que lo ponía por si "se les olvida contártelo". Sin embargo, al que cobra como pirata de ERC en el Parlamento español se le ha olvidado ahora comentar que se ha sabido que todo había sido una operación de falsa bandera de su propio partido político.
No ha sido la única acción de falsa bandera que han cometido los golpistas xenófobos de la izquierda catalana. Ernest Maragall, exlíder de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, ha roto el carnet del hasta ahora su partido porque se ha sabido que unos carteles difamatorios contra él y el expresidente de la Generalitat Pasqual Maragall acerca de la enfermedad de Alzheimer que padece su hermano e insinuando que el propio Ernest padece deterioro cognitivo. Decía Winston Churchill que "hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos a muerte y los compañeros de partido". En Inglaterra no conocían a los del partido de Rufián, Junqueras y demás catalanes de ADN superior porque Churchill habría inventado una cuarta categoría, los compañeros de partido que pretenden ser malotes como piratas y terminan siendo ridículos como bufones.
En ERC han tratado de echarle la culpa de estos desaguisados a su exdirector de comunicación, Tolo Moya, pero este se niega a ser cabeza de turco y ha señalado que cómo va a ser él el responsable si lo del muñecote colgado es de 2019 y él empezó a colaborar con el partido en 2021. El sainete continúa porque han acusado a Moya de filtrar audios con "información confidencial transmitida en una reunión sobre los carteles difamatorios sobre los Maragall. No me extraña nada que Garzón, el exjuez acusado de prevaricación, se lleve tan bien con esta gente porque fue acusado de escuchas ilegales, ¿quién mejor para asesorar sobre cómo registrar conversaciones en reuniones presuntamente realizadas en confianza? Tenemos que imaginarnos a Rufián yendo a hablar con sus compañeros de partido con más cables encima que el típico delator del FBI incrustado en la Mafia.
Todo este esperpento valleinclanesco nos muestra tres sucesos relevante de la política española. En primer lugar, cuántos ejercicios de falsa bandera se llevan realizando, sobre todo por parte de la izquierda. Recordemos los más que sospechosos envíos de balas durante las últimas elecciones. La izquierda lleva mucha ventaja en todo lo negativo a la derecha, también en términos de bulos, desinformación y fake news. Se cuecen en la posverdad a fuego lento. También, el grado de miseria moral en el que chapotean los catalanistas, acostumbrados a traspasar todas las líneas rojas éticas y políticas, acostumbrados a devorarse entre ellos desde, al menos, los pistoleros Badia, más de bandera negra que de falsa bandera. Por último, el grado de violencia que los golpistas independentistas han introducido en la atmósfera catalana, por extensión en la española, más sutil pero no menos insidiosa que la de los seguidores de Otegi, más brutos pero más directos. No nos extraña que los que queman banderas españolas a la luz del día, luego organicen con nocturnidad, alevosía y cobardía falsas banderas contra ellos mismos. ¿Qué se puede esperar de quién ondea la estelada, una bandera falsa?
