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La independencia era esto

Si España les da más pasta, los separatistas nos harán el favor de no independizarse de nosotros.

Si España les da más pasta, los separatistas nos harán el favor de no independizarse de nosotros.
Pere Aragonés y Salvador Illa. | Europa Press

Al final, la secesión de Cataluña era un chantaje emocional de los separatistas para trincar más pasta y seguir abusando de la paciencia y el bolsillo del resto de los españoles. Los meses de cárcel de los golpistas y los estacazos repartidos a los lazis que se enfrentaron a la policía durante el simulacro de referéndum no eran un sacrificio necesario para lograr la independencia de la nación catalana, sino una escena más del sainete secesionista destinado a que el Gobierno de España aflojara la mosca. Si España les da más pasta, los separatistas nos harán el favor de no independizarse de nosotros, negocio ruinoso para los de fuera de Cataluña porque, en realidad, lo que nos interesa al resto de españoles es independizarnos de esa gente tan risible y molesta y poner fin al chantaje permanente al que estamos sometidos.

Sánchez ha concedido a sus socios de ERC un sistema de financiación similar al vasco al margen de la legalidad vigente en materia presupuestaria. De hecho, lo hace en contra de lo establecido en la Constitución, cuyo artículo 138.2 prohíbe taxativamente los privilegios económicos o sociales de cualquier comunidad autónoma respecto a las demás. Pero, con Sánchez, la flagrante inconstitucionalidad de sus decisiones políticas son un detalle menor que, en última instancia, resolverá Conde-Pumpido cuando resulte necesario. Si ha conseguido anular la sentencia del Supremo que condenaba el robo de 700 millones de euros en el caso de los ERE, afirmar la constitucionalidad de un breve texto de reforma de la LOFCA es una cuestión de matiz que se resuelve prácticamente en el acto.

La entrega de la recaudación de todos los impuestos estatales a la Generalidad catalana es un episodio más en esta degradación permanente de las relaciones del PSOE con sus numerosos socios parlamentarios. La cuestión aquí es si los socialistas del resto de España van a aceptar este nuevo agravio comparativo, que condena al subdesarrollo a las comunidades más pobres a cambio de que una de las más ricas, Cataluña, disponga de una financiación a la carta en perjuicio de todas las demás.

A los de ERC hay que agradecerles, no obstante, un acuerdo que aclara definitivamente los verdaderos objetivos del separatismo catalán. A salvo de lo que haga el botarate de Puigdemont en los próximos días (preparémonos para otro ridículo mundial), está claro que los separatistas prefieren seguir uncidos al yugo español a declararse independientes por la vía de los hechos y comenzar una andadura incierta sin reconocimiento internacional ni soporte presupuestario. La independencia era esto, aunque las bases de los partidos secesionistas aún no se hayan enterado.

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