
Ahora que ya hasta en Barcelona sale a la calle más gente en contra de Maduro que a favor de Puigdemont, es posible que estemos más cerca de la normalidad. Pero todavía nos falta. Se volvió a ver este 17 del 17. El séptimo aniversario del terrible atentado terrorista en las Ramblas.
Decididamente 2017 no fue un buen año. Sin duda el 17 de agosto de ese año fue lo peor. Antes, durante y después. Un después que todavía es un escándalo.
Mucho ha llamado la atención que el nuevo y flamante presidente de la Generalitat, el socialista Salvador Illa, no estuviera en el acto protocolario que todos los años se celebra en determinado punto de las Ramblas para homenajear a las víctimas. Por lo que sé de Illa, no creo que sea fuera frívolamente de vacaciones (con Pedro Sánchez a Lanzarote) y ya está. Seguro que su ausencia estaba perfectamente calculada cuando se avecina un momento crítico para los Mossos d’Esquadra.
De todas las canalladas con que nos ha agasajado en los últimos años la versión Niña del Exorcista del independentismo (no el independentismo en su totalidad: al césar lo que es del césar), ninguna tan fea como pretender acusar al CNI "español" de este cruel atentado yihadista donde perecieron víctimas "extranjeras" y "catalanas". Son palabras textuales del entonces conseller de Interior, Joaquim Forn.
¿Que había involucrado un imán de Ripoll que había sido confidente del CNI? Puede. ¿Saben ustedes la cantidad de confidentes o exconfidentes de los distintos cuerpos y fuerzas de seguridad que antes o después cometen delitos? Por eso son confidentes, porque están metidos en el barro de la delincuencia. De ahí a pretender que todo lo que hagan es responsabilidad de quien una vez les sacó información, va un abismo moral, humano y de sentido común.
Tenían que ser los puigdemontistas, esos pirómanos en busca de gasolina, los que una vez más trataran de reventar el acto con infames pancartas culpando a "España" de ese atentado. Por respeto a las víctimas, a veces te tienes que morder la lengua por no decir el alma. Porque vamos a ver: de todos los errores policiales y humanos cometidos esos días, ninguno tan grave como el que cometieron los Mossos al pasar por alto la importancia de la explosión de Alcanar. Por desgracia el "moderno" terrorista yihadista no avisa, es muy difícil de detectar a tiempo. Si tuvieras que seguirle la pista a todos los que en redes lanzan vivas a matar en nombre de Alá, no acabarías nunca.
Pero en este caso, Alá nos vino a ver. A los aspirantes a asesinos en masa les reventaron un montón de bombonas en Alcanar. Eso debió poner sobre aviso a cualquiera. Le llamó mucho la atención a una jueza, a la que alguien de los Mossos despachó al grito de "no exagere, señoría". Parece que otro tanto había ocurrido con avisos previos de la CIA. La CIA tenía controlada Barcelona como posible hub yihadista desde mucho antes, desde que entendieron la importancia estratégica de nuestro país para enfrentarse a las nuevas amenazas terroristas post 11S. No escribo esto por improvisación. Lo contaba ya en mi libro De cómo la CIA eliminó a Carrero Blanco y nos metió en Irak (título irónico, aclaro), publicado por Destino en 2011. Seis años largos antes del atentado.
Cuando la furgoneta blanca ya había dejado su reguero de terror en las Ramblas, los Mossos desplegaron su conocida Operación Jaula, la misma que tanto éxito tuvo para detener a Puigdemont, ahora que encima sabemos que el coche en el que se fugaba fue detectado hasta por las cámaras municipales que controlan a los vehículos en la Zona de Bajas Emisiones. En fin. Se quiso vender como un mayúsculo éxito de la policía catalana, sin ayuda absolutamente de nadie (porque con nadie les dejaron colaborar), pillar a alguno de los autores del atentado, no a todos. Los despacharon en el sitio, con lo cual no quedaron heridos para interrogar ni ampliar información. Ni juzgar. Por lo mismo, muchas víctimas no van a ser indemnizadas nunca, porque lo único que acabó llegando al juzgado, fue el tema de Alcanar. En fin.
Todas estas cosas, en un país normal, se piensan, pero no se escriben. En un país normal, antes de escribir estas cosas reflexionas que ser policía no es fácil, nada fácil, que los errores existen, y que tenemos que procurar estar todos unidos frente a la adversidad. Pero claro, luego salen los de Puigdemont marcando paquete con la banderita y diciendo barbaridades, se te revuelven las tripas, y dices: hasta aquí.
Josep-Lluís Trapero era mayor de los Mossos cuando el atentado. Ahí fue cuando se hizo famoso, en una mítica rueda de prensa en la que un periodista se quejó de que la rueda fuera en catalán, idioma que él no entendía, y amenazó con marcharse si, dada la gravedad del tema, no se daban más facilidades. "Bueno, pues molt bé, pues adiós", contestó Trapero, haciendo las delicias de sus entonces fans indepes. Aunque la frase no dejaba de ser, en el fondo, una ensalada bilingüe.
Mucho ha llovido y mucho ha evolucionado Trapero desde entonces. Anunciando su inminente fichaje como jefe político de los Mossos, Illa ha revuelto las aguas, tanto de los que sólo se acuerdan de aquello, y del triste papel de la policía catalana el 1-O, como de los indepesque ni perdonan ni olvidan que, al final, Trapero se diera cuenta de que le habían utilizado y engañado, se revolviera contra toda la parada, fuera por libre en el juicio del procés y proclamara ante los jueces que, si de él dependiera, habrían detenido a Puigdemont. El ya saliente conseller de Interior, Joan Ignasi Elena (el flamante responsable de la última tocata y fuga del expresidente) le cesó fulminantemente por estas palabras, le puso de cara a la pared. Los macizos de la raza ni perdonan, ni olvidan.
¿A qué conclusiones nos lleva todo esto? Pues que la policía catalana es mucho mejor de lo que le han dejado ser algunos de sus mandos políticos, y a la vez es una policía manifiestamente mejorable, que debería ser libre de colaborar mucho más con otros cuerpos, más teniendo en cuenta que en Barcelona nos hemos acostumbrado a vivir en permanente alerta antiterrorista de 4 sobre 5. El último homenaje en las Ramblas ha vuelto a ser más de vergüenza que de orgullo. Sigue habiendo todos los años dos homenajes, en enclaves distintos, a horas distintas. A uno van las autoridades "catalanas" y los partidos "homologados", al otro van partidos apestados como Vox y las fuerzas de seguridad no invitadas al acto "oficial". Hay quien va todos los años a los dos actos, cargándose de paciencia y de esperanza.
Si el presidente Illa no ha estado este año en ninguno de los dos, yo me malicio que es precisamente porque se apresta a meter mano en este lío de los Mossos. Que sea para bien. Nada me gustaría más, el 17 de agosto del año que viene, que si aparece otro desaprensivo con un cartelito diciendo que los muertos de las Ramblas son "víctimas del Estado español", hombre, no diré que le metan preso. Pero que los Mossos le hagan tragar el cartelito con patatas podría ser un buen principio.