Los próximos meses van a suponer una prueba de fuego para Pedro Sánchez, que se verá obligado a gestionar su proyecto de un nuevo cupo catalán en clara minoría parlamentaria y con una contestación interna creciente en contra de este nuevo privilegio al separatismo.
La primera federación que se ha posicionado oficialmente en contra del nuevo modelo de financiación para Cataluña ha sido Aragón, cuya ejecutiva rechazó por unanimidad el pacto con ERC tras ausentarse de la reunión el grupo de afines a Sánchez. Pocas horas después, el presidente del Gobierno anunciaba el adelanto del congreso federal del PSOE, previsto para finales de 2025 y que, finalmente, tendrá lugar este próximo mes de noviembre. El objetivo claro de Sánchez con este movimiento sorpresa es acabar con la contestación interna y someter al PSOE a sus designios con el único fin de mantenerse en el Palacio de La Moncloa.
El rechazo de los socialistas a los enjuagues de Sánchez con sus socios separatistas no se circunscribe al PSOE aragonés, como es bien sabido. Junto a Javier Lambán se han alzado las voces de otros barones socialistas como García-Page o Barbón y de personalidades influyentes como Susana Díaz o el mismo Felipe González Márquez, profundamente escandalizados todos ellos por las decisiones narcisistas de un personaje dispuesto a acabar con el PSOE como partido de Estado.
Y es que el pacto con ERC para hacer presidente de la Generalidad a Salvador Illa a cambio de un nuevo sistema de financiación, negociado bilateralmente, acaba con el principio de solidaridad entre las regiones y cuela por la puerta de atrás un cambio constitucional para conceder al separatismo un sistema fiscal ventajoso a costa del resto de autonomías del régimen común. El pretexto de la infrafinanciación del Gobierno catalán, sobre el que se ha montado esta nueva compra de votos, resulta aún más obsceno si se compara con la situación de comunidades realmente infrafinanciadas como Valencia y Murcia, cuyos ciudadanos se verán aún más perjudicados si sale adelante este proyecto de Sánchez para mantenerse en el poder.
Pero la contestación interna al sanchismo por parte de algunas federaciones socialistas es tan solo uno de los elementos de incertidumbre que tendrá que sortear el sanchismo en los meses venideros. Junto a este rechazo cada vez más elocuente de la militancia, Sánchez debe afrontar también su definitiva minoría parlamentaria una vez que el partido de Puigdemont ha sido preterido en el acuerdo de gobierno de Cataluña, lo que elimina los incentivos del fugado para seguir entregando sus votos a Sánchez en el parlamento de la Nación.
Sánchez ha demostrado sobradamente su capacidad para seguir en el poder en contra de toda lógica, pero los trucos de este trilero de la política se están agotando y ahora se enfrenta a una situación inédita agravada por la situación judicial de su círculo íntimo, que en estos próximos meses también dará lugar a no pocos titulares. Sin embargo, conociendo a Sánchez, solo un rechazo mayoritario a sus pretensiones en el próximo congreso federal socialista y el abandono estrepitoso de sus socios parlamentarios lo obligarían a adelantar unas elecciones generales que serán, sin ninguna duda, las más decisivas de nuestra ya larga historia democrática.