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Malinche y el simbolismo transcultural Mexicano

He aquí un relato de las grandes aportaciones que Malitzin hizo a la causa indigenista y en el forjamiento de la nación mexicana.

He aquí un relato de las grandes aportaciones que Malitzin hizo a la causa indigenista y en el forjamiento de la nación mexicana.
Hernán Cortés, La Malinche y el jefe de Tlaxcala | Cordon Press

Si preguntamos en Madrid en estos días sobre Malinche seguramente contesten que es un musical. Por el contrario, la pregunta en México motiva, en los indigenistas, tormenta de improperios e insultos; traidora, llorona, chingada, etc., mientras que para otros, los menos, representa la valentía y dignidad de la mujer que desde la esclavitud alcanzó el respeto, admiración y la categoría de doña, doña Marina, la mujer del gobernador. He aquí un relato de las grandes aportaciones que Malitzin hizo a la causa indigenista y en el forjamiento de la nación mexicana.

La historia de Malitzin comienza tras la batalla y banquete de Cendla. Los caciques mayas no comprenden que hombres tan ricos y poderosos viajen sin mujeres que hagan la comida. El regalo de las 20 esclavas "para hacer el pan" es para los naturales un simple gesto de cortesía. Para los castellanos un regalo envenenado porque la esclavitud está prohibida por la corona castellana. Son bautizadas y al ser cristianas quedan liberadas de la esclavitud y se convierten en miembros de la comunidad cristiana que predica su majestad y la Iglesia. Malinche se hace notar por su don de autoridad serena y elegante y Cortés la pone al servicio de Alonso Portocarrero, señor de Medellín, a quien debe respeto y homenaje.

En Veracruz, donde reciben los mensajeros informantes de Moctecuzoma, que traen joyas y comida, que desean compartir con los castellanos, se descubre que Malitzin entiende naguac, en el que se expresa además con autoridad. Es la primera mujer en la cultura mexica que habla en público. El diálogo de Veracruz eleva a Malitzin a lengua oficial de Cortés e inicia un compromiso político en el que decididamente toma partido por los castellanos y realiza una obra de orientación y relaciones con las tribus contrarias a Tenochtitlán hasta 1521, cuando se conquista y destruye la gran ciudad del lago.

Es esta la dolorosa parte que utilizan los indigenistas contrarios a Malitzin.

Durante la reconstrucción de la ciudad de México (1521-1524) Malitzin reside en Coyoacán como pareja oficial del gobernador. Las pinturas la muestran al lado de Cortés, él sentado, ella de pie, recibiendo embajadas de antiguos súbditos de Moctezuma. Cortés actúa como gobernador y vicario del rey Carlos, futuro emperador del Sacro Imperio Romano (Bolonia 1533). La figura de Malitzin alcanza en este periodo dimensiones políticas extraordinarias en la forja de la unidad de las tribus aztecas, germen de la futura nación mexicana. En Coyoacán nace su hijo, Martín Cortés, realzando su imagen social y el respeto del gobernador por Malitzin: como mujer, como madre, como compañera de su proyecto político y social del mestizaje y como madre de su único hijo. Coinciden con estas apreciaciones su entorno castellano y religioso representado por los franciscanos. Martin recibe el nombre de su abuelo, Martin Cortés, sin demora, el mismo día del bautizo y es reconocido oficialmente como hijo legítimo de Malitzin y Cortés nada menos que por el papa Clemente VII, por medio de embajada dirigida por Juan de Rada y expresamente enviada para el reconocimiento oficial de su hijo y el permiso oportuno para construir hospital. Ambas instituciones, la social y antropológica del mestizaje y la hospitalaria, ahora con el nombre de hospital Jesús Nazareno, siguen vigentes, cimentando esa sociedad galáctica del futuro mexicano que profetizo Vasconcelos.

La primera Audiencia pone en peligro autoridad y vida de Cortés, y su proyecto de la Nueva España. Decide dejar la familia con la protección oportuna, casando a doña Marina con su capitán Juan Jaramillo. La boda se realiza con gran festejo y publicidad, oficiada por el padre Tecto, franciscano flamenco de Gante. En Coatzacoalcos, el pueblo natal de Malitzin, recibe merecido homenaje en presencia de su familia, invitada al acto y banquete renacentista con músicos castellanos y nativos, derroche de cubertería y regalos expresamente traídos para tal acto. Cortés celebra con admiración y respeto a su entrañable doña Marina donde nació y su familia la vendió como esclava.

En Coyoacán, en 4 años de convivencia sosegada, participó en la creación de la cocina mexicana con el novedoso maridaje de alimentos castellanos y mexicas. En el entorno de la mesa y tertulia se fraguó la singular identidad de la Nueva España, mestiza y gozosa que disfrutó libertades inalcanzables durante el dominio azteca. De su matrimonio con Jaramillo nace María, que casara con aristócrata castellano. Se cierra así un ciclo biográfico con el que soñaron las más distinguidas damas renacentistas europeas.

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