Menú

Sacar o meter la lengua

Nadie se fija en el único cabo suelto de la pax catalana que el PSC va tejiendo eficazmente alrededor de Salvador Illa: la lengua.

Nadie se fija en el único cabo suelto de la pax catalana que el PSC va tejiendo eficazmente alrededor de Salvador Illa: la lengua.
El presidente de la Generalidad, Salvador Illa. | EFE

Cada vez somos más los que creemos que Salvador Illa va a sobrevivir a Pedro Sánchez. Puede que por muchos años. A base de dar una de cal y otra de arena y de, ante todo, mucha calma, el socialismo va ocupando inexorablemente una cómoda centralidad en Cataluña que contrasta cada vez más con los acentos gore que retumban en el resto de España. Ahora que todavía cabalga Puigdemont y que los de ERC se están sacando los ojos, puede sonar raro pensar, escribir y no digamos leer que más pronto que tarde volverá a haber algo parecido a lo que en los años 80 y 90 se conoció como el "oasis catalán". Probablemente con los mismos protagonistas de fondo, sigla arriba, sigla abajo.

Mientras arrecian en las Españas el escándalo y la angustia por un concierto económico catalán que probablemente no se materializará jamás, no en los términos que algunos afirman enfáticamente haber pactado, nadie se fija en el único cabo suelto de la pax catalana que el PSC va tejiendo eficazmente alrededor de Salvador Illa: la lengua. Confundir la noble y legítima defensa del catalán (mi amada lengua madre) con apuntarse al club de Hispanóbos Anónimos ha sido una de las mayores miserias del independentismo. Porque está mal a secas. Y porque sale mal. Ahí están los índices de uso del catalán, en retroceso allá donde no hay manera de imponerlo a palos o a multas, ahí están las pruebas PISA que inmisericordemente acreditan que la severa inmersión monolingüe catalana obligatoria en las aulas, sumada a la cultura de "que se esfuercen ellos", pasa factura académica. No sólo social.

Cualquiera que no vea en la lengua un arma arrojadiza política bastante cutre, un cóctel Molotov como el que hace unos días impactó en el bar del Ateneu Barcelonès (los métodos de negociación de algunos convenios colectivos van camino de devolvernos al Neandertal), sabe o debería saber que no hay mejor manera de defender el catalán que robustecer el bilingüismo. Casual e irónicamente, o las dos lenguas propias y oficiales de Cataluña juegan en equipo, o se multiplican los goles en propia puerta.

Dado el lavado de cerebro que sobre este asunto hace tiempo que impera, habrá socialistas catalanes que de verdad se hayan tragado el discurso lisérgico de los indepes. El ácido de que contra España y el español, Cataluña y el catalán van mejor. De ese mal viaje algunos no pueden ni quieren volver. También los hay que, sin ver elefantes rosas, hacen como que sí, como que se lo creen, para tener la fiesta y el gobierno en paz. Total, si tienes dinero para mandar a tus hijos a la escuela privada, puedes vivir al margen del gueto. Igual que si eres diputado en el Parlament o concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, no vas a tener problemas para comprar o alquilar un piso, esté la situación como esté para el resto de los mortales.

El gran enigma es: ¿alguien con verdadero mando en plaza y responsabilidad, pongamos Salvador Illa y su núcleo duro, es verdaderamente consciente de lo que hay, aunque de momento hayan decidido que esto no urge, que mejor lo dejamos para luego, que en algo hay que ceder hasta que los fuegos artificiales indepes definitivamente se apaguen? Illa ha delegado la integridad de la política cultural y lingüística de su primer Gobierno en los supervivientes de ERC. ¿Es una manera de tirar la toalla o de ganar tiempo para encarar un reto que, pareciendo secundario o menor, es la clave de toda metástasis, de la pulsión casi suicida que una y otra vez devuelve a Cataluña a la UCI?

Hablando de la UCI: dicen pajaritos bien informados que el "virreinato" lingüístico de ERC podría tener matices, condiciones y hasta excepciones. Socialista es la consejera de Educación, Esther Niubó. Llevándose bien con todo el mundo, no ha mamado antiespañolismo de pequeña. Tampoco es el caso de la consejera de Salud, Glòria Pané. Dicen pajaritos bien informados que podría estar en marcha un plan para corregir la anomalía de que Cataluña siga siendo en estos momentos la única comunidad autónoma que todavía exige a los médicos y enfermeras que vienen de fuera, para quedarse dentro, acreditar un nivel de catalán —el dichoso C1— que sin duda es deseable y admirable que lo tengan; pero que cuando el sistema sanitario está en cuadro, ahuyentando y no atrayendo profesionales, debería pasar a segundo plano. Por las mismas que se quejan de que el español "no hace falta enseñarlo, porque ya lo habla todo el mundo", deberían aceptar que difícilmente encontraremos pacientes incapaces de comunicarse en esa lengua con su doctor. ¿Es más importante sacar la lengua o meterla, clínicamente hablando?

Si se empieza corrigiendo y racionalizando esto, podríamos estar en camino de una normalización de la cuestión y del debate por la vía de los hechos que, lejos todavía de discutir el espeso marco mental vigente, contribuya a despejarlo. No es fácil dar la vuelta a según qué tortillas. ¿Se acuerdan de cuando el 8M parecía una balsa de aceite y nadie se atrevía a discutir según qué salvajes asertos de Irene Montero y sus más conspicuas colaboradoras? Poco a poco todo eso se ha ido revisando y un feminismo más clásico y de toda la vida vuelve a levantar cabeza. Ojalá pase lo mismo con el verdadero amor a las lenguas propias. A todas ellas.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Alta Rentabilidad